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Año 10 - N° 475 - 24 de Julio de 2016
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 


Las enseñanzas espíritas nos habilitan al progreso


“Fuera de la caridad no hay salvación.”

El lema arriba es el primer principio de la Doctrina Espírita que abraza todas las benéficas e indulgentes actitudes. No hay progreso, enseña el Espiritismo, si el amor no sea el mayor compromiso infiltrado en todas las ocasiones.

Como nuestro entrevistado de la semana, Douglas Salvador Boaretto, que pudo conocer la doctrina espírita desde muy temprano, muchos de nosotros tenemos la oportunidad, cada uno a su tiempo, de hacer nuestra iniciación espírita y, dotados de informaciones importantes, enfrentar los percances de la vida.

Existe, sin embargo, mucha diferencia entre ser presentados al Espiritismo y tornarnos espíritas conscientes de la responsabilidad con que debemos conducirnos a lo largo del camino. 

Como hay resistencia y dificultad para apreciar la linda y pequeña flor  rodeada por el denso pantano, así también ocurre, de cierta manera, cuando nos proponemos a conocer la luz por medio de las enseñanzas espíritas.

La falta de consciencia íntima y solidaria, reunida al desconocimiento teórico de la Doctrina, hace arduo el trabajo de adquisición de un nuevo horizonte. Pero el Espiritismo es la luz que inunda la criatura humana; es la verdad que todos podemos conocer; es el guía que nos permitirá conquistar el dulce camino del entendimiento en el orden más perfecto de la vida.

No necesitamos ir a determinado lugar o aguardar el tiempo necesario para hacer algo relevante. Con el Espiritismo aprendemos que el tiempo es ahora y el lugar es aquí mismo, exactamente donde nos encontramos, para bien cumplir los objetivos por los cuales venimos, ya que nadie erra el local ni el momento cuando el asunto es reencarnación.

Estamos, pues, donde debemos estar y con quien necesitamos convivir. La Sabiduría Omnipotente, por su vez, nos da la oportunidad de perfeccionamiento y reconstrucción, y apenas espera la buena voluntad del Espíritu en la decisión de seguir el camino del bien.

Nada en la vida es por casualidad y todo en ella objetiva un fin mayor.

El Espiritismo, en los asuntos que son esenciales al nuestro progreso, no deja ninguna pregunta sin respuesta. Puede ser que en determinadas situaciones tengamos dificultad en comprender las explicaciones que él nos transmite, una vez que nuestro grado evolutivo es comparable a un grano de arena ante la inmensidad del océano.

La doctrina espírita nos enseña que en las leyes naturales que rigen la vida la coherencia y la sabiduría saltan a ojos vistos y el Padre es, como enseñado por el Espiritismo, soberanamente justo y bueno. 

Como la protección es factor necesario para el crecimiento del ser en todas las formas, el Señor no dejaría sus hijos desprotegidos o a la merced de las intemperies. Por eso, concedió a cada uno de sus pequeñitos hijos un protector espiritual, un guardián, un compañero que pudiese inspirarlo a seguir el buen camino, a buscar la verdad y aprovechar útilmente la experiencia de cada nueva existencia en la esfera donde nos encontramos. Y, como se eso no fuese suficiente, Él también nos envía, de tiempos en tiempos, mensajeros del Mundo Mayor para que, por intermedio de ellos, podamos poco a poco adquirir el conocimiento de que necesitamos acerca de la vida del Más Allá.

El Espiritismo, en su perfecta sincronía de idea, desarrollo, comprobación y sentimiento, nos oportuna la comprensión de que, en el terreno de la vida, somos responsables por la posición donde nos encontramos, como resultado de los actos que anteriormente practicamos.

Como Espíritus perfectibles que somos, cuanto antes comprendamos los valores esenciales de nuestra realidad, más próximos estaremos de tocar otros sencillos corazones por el nuestro ya transformado.

La doctrina espírita nos ofrece, como se ve, informaciones suficientes para que sepamos aprovechar nuestro pasaje por el orbe y atingir así, con el nuestro perfeccionamiento espiritual, la meta a que todos nosotros estamos destinados, o sea, la perfección.


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita