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Estudio de las Obras de Allan Kardec Português   Inglês

Año 10 - N° 472 - 3 de Julio de 2016

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

Obras Póstumas

Allan Kardec

(Parte 18)

Continuamos en esta edición el estudio del libro Obras Póstumas, publicado después de la desencarnación de Allan Kardec, pero compuesto con textos de su autoría. El presente estudio se basa en la traducción hecha por el Dr. Guillon Ribeiro, publicada por la editorial de la Federación Espírita Brasileña.

Preguntas para debatir

122. Si la creencia en la vida futura es un elemento moralizador, ¿por qué muchos hombres a quienes se la predica desde que están en la Tierra son tan malos?  

123. ¿Se puede decir que le faltaba al hombre una base para admitir la vida futura y preocuparse por ella?

124. ¿Cómo se explican las desgracias colectivas que afectan a las aglomeraciones de individuos, como sucede en ocasiones a toda una familia, a toda una ciudad, a toda una nación o a una raza, y que alcanza a buenos y malos, inocentes y culpables?

125. ¿Qué de bueno y útil deriva de esas calamidades de orden general?

126. ¿Dónde radica el egoísmo y cuáles son sus efectos sobre la sociedad?

Respuestas a las preguntas propuestas

122. Si la creencia en la vida futura es un elemento moralizador, ¿por qué muchos hombres a quienes se la predica desde que están en la Tierra son tan malos?  

Se debe preguntar, primero, si ellos no serían peores sin esa creencia. En segundo lugar, es comprensible que esa idea, aunque haya sido muy imperfecta en el pasado, no ha podido ejercer la influencia que necesariamente tendrá a medida que sea mejor comprendida y se adquieran nociones más exactas sobre el futuro que nos está reservado.

Sea cual fuera la creencia en la inmortalidad, el hombre no se preocupa mucho por su alma sino desde el punto de vista místico. La vida futura, cuando no está suficientemente definida, sólo lo impresiona de manera vaga; se trata de un objetivo que se pierde en la lejanía, y no un medio, porque la suerte está allí irremediablemente fijada, y en ninguna parte le ha sido presentada como progresiva; de donde concluye que él será eternamente lo que fue al salir de aquí. Además, el panorama que se forma de ella y de las condiciones determinantes de la felicidad o de la desdicha que allí se experimentan está lejos de satisfacer completamente a la razón, sobre todo en un siglo como el nuestro. Luego, ella no parece vinculada directamente a la vida terrestre; entre las dos no existe ninguna solidaridad, sino un abismo, de manera que aquél que se preocupa principalmente con una de las dos casi siempre pierde de vista a la otra.

Bajo el imperio de la fe ciega, esa creencia abstracta bastaba a las inspiraciones de los hombres; entonces, ellos se dejaban guiar. Hoy, bajo el reinado del libre examen, quieren conducirse ellos mismos, ver con sus propios ojos y comprender; y las vagas nociones de la vida futura ya no están a la altura de las nuevas ideas ni responden a las necesidades creadas por el progreso.

Con el desarrollo de las ideas, todo debe progresar alrededor del hombre, porque todo se vincula, todo es solidario en la Naturaleza: ciencias, creencias, cultos, medios de acción. El movimiento hacia adelante es irresistible porque es la ley de la existencia de los seres. Lo que queda rezagado, por debajo del nivel social, es dejado de lado, como las ropas que ya no sirven, y finalmente es arrastrado por la ola que crece. Eso fue lo que sucedió con las ideas pueriles sobre la vida futura con las que se contentaban nuestros padres; insistir en imponerlas sería conducir hacia la incredulidad. Para que sea aceptada por la opinión general y ejerza su influencia moralizadora, la vida futura debe ser presentada con el aspecto de algo positivo, de alguna manera tangible, capaz de soportar el examen y que satisfaga a la razón, sin dejar nada en la sombra.  (Obras Póstumas – La vida futura.)

123. ¿Se puede decir que le faltaba al hombre una base para admitir la vida futura y preocuparse por ella?

Sí, pues el hombre sólo se preocupará por la vida futura cuando pueda ver en ella un objetivo limpio y claramente definido, una situación lógica que responda a todas sus aspiraciones, que resuelva todas las dificultades del presente y no encuentre en ella nada que la razón no pueda admitir.

Si se preocupa por el día de mañana, es porque la vida del día siguiente está íntimamente ligada a la vida de la víspera: una y otra son solidarias; se sabe que de lo que se haga hoy depende la posición de mañana, y que de lo que haga mañana dependerá su posición al día siguiente, y así sucesivamente.

Así debe ser para los hombres la vida futura, cuando ésta ya no esté perdida en las nubes de la abstracción, pero se presente como una actualidad palpable, completamente necesaria, una de las fases de la vida general, como los días son fases de la vida corporal.

Cuando vea que el presente reacciona sobre el futuro, por la fuerza de las cosas, y sobre todo cuando finalmente vea al pasado, el presente y el futuro encadenándose por una inexorable necesidad, tal como el ayer, el hoy y el mañana en la vida presente – allí, entonces, sus ideas cambiarán por completo porque verá en la vida futura no sólo un fin sino un medio; no un efecto lejano, sino actual. Y esa creencia ejercerá necesariamente, y por una consecuencia muy natural, una acción preponderante sobre el estado social y la moralización de las costumbres y de las personas. Ese es el punto de vista desde el cual el Espiritismo nos hace encarar la vida futura. (Obras Póstumas – La vida futura.)

124. ¿Cómo se explican las desgracias colectivas que afectan a las aglomeraciones de individuos, como sucede en ocasiones a toda una familia, a toda una ciudad, a toda una nación o a una raza, y que alcanza a buenos y malos, inocentes y culpables?

Las faltas de los individuos, las de la familia, las de la nación, cualquiera que fuera su carácter, se expían en virtud de la misma ley. El verdugo expía en relación con su víctima, ya sea encontrándose en su presencia en el espacio, o viviendo en contacto con ella en una o varias existencias sucesivas, hasta que haya reparado todo el mal cometido. Sucede lo mismo cuando se trata de crímenes cometidos solidariamente, por un cierto número de personas; las expiaciones son solidarias, lo que no suprime la expiación simultánea de las faltas individuales.

En todo hombre hay tres caracteres: el de individuo o ser en sí mismo, el de miembro de familia y finalmente el de ciudadano. Bajo cada una de esas tres fases puede ser criminal o virtuoso, es decir, puede ser virtuoso como padre de familia, al mismo tiempo que criminal como ciudadano, y recíprocamente; de ahí las situaciones especiales que experimenta en sus existencias sucesivas.

Salvo excepciones, se puede admitir como regla general que todos aquellos que tienen una tarea en común, reunidos en una existencia, ya han vivido juntos para trabajar por el mismo resultado, y aun se encontrarán reunidos en el futuro, hasta que hayan alcanzado el objetivo, es decir, expiado su pasado o cumplido la misión que aceptaron.

Gracias al Espiritismo, comprendemos ahora la justicia de las pruebas que no resultan de actos de la vida presente, porque ya se nos dijo que es el rescate de las deudas del pasado. ¿Por qué no ocurriría lo mismo con las pruebas colectivas? Se dice que las desgracias generales afectan tanto al inocente como al culpable; pero puede ser que el inocente de hoy haya sido el culpable de ayer. Haya sido alcanzado individual o colectivamente, lo cierto es que lo ha merecido. Además, hay faltas del individuo y del ciudadano; la expiación de unas no libra de la expiación de las otras, porque es necesario que se pague toda la deuda hasta el último centavo. Las virtudes de la vida privada no son las de la vida pública; uno que es excelente ciudadano puede ser un mal padre de familia, y otro que es buen padre de familia, probo y honesto en sus negocios, puede ser un mal ciudadano, haber atizado el fuego de la discordia, oprimido al débil, manchado sus manos con crímenes de lesa sociedad. Esas faltas colectivas son las que expían colectivamente los individuos que a ellas han concurrido, los cuales se reencuentran para sufrir juntos la pena del talión, o tener la oportunidad de reparar el mal que hicieron, probando su devoción a la causa pública, socorriendo y asistiendo a los que maltrataron en el pasado. (Obras Póstumas – Las expiaciones colectivas.)

125. ¿Qué de bueno y útil deriva de esas calamidades de orden general?

De esas convulsiones sociales resulta siempre una mejora; los Espíritus se esclarecen a través de la experiencia; la desdicha es el estímulo que los impulsa a buscar un remedio para el mal; reflexionan en la erraticidad, toman nuevas resoluciones y, cuando vuelven, lo hacen mejor. Es así como se realiza el progreso, de generación en generación. No se puede dudar de que haya familias, ciudades, naciones culpables porque dominadas por los instintos del orgullo, del egoísmo, de la ambición, de la codicia, caminan la mala senda y hacen colectivamente lo que un individuo hace aisladamente. Una familia se enriquece a expensas de otra familia; un pueblo subyuga a otro pueblo y le ocasiona la desolación y la ruina; una raza quiere aniquilar a otra raza. He ahí por qué hay familias, pueblos y razas sobre los cuales cae la pena del talión. “Quien mató con la espada, perecerá por la espada”, dijo Cristo, palabras que se pueden  traducir así: Aquél que derramó sangre, verá la suya derramada; aquél que prendió la mecha del incendio en casa ajena, verá la mecha del incendio pasear por su casa; aquél que despojó, será despojado; aquél que subyugó y maltrató al débil, será a su vez débil, subyugado y maltratado, ya sea un individuo, una nación o un pueblo, porque los miembros de una individualidad colectiva son solidarios tanto en el bien como en el mal que practican en común.

El Espiritismo nos enseña incluso que si las faltas cometidas colectivamente son expiadas solidariamente, los progresos realizados en común son igualmente solidarios, y es en virtud de ese principio que desaparecerán las disensiones de razas, de familias y de individuos, y que la Humanidad despojada de las fajas de la infancia, caminará rápida y virilmente, hacia la conquista de sus verdaderos destinos. (Obras Póstumas – Las expiaciones colectivas.)

126. ¿Dónde radica el egoísmo y cuáles son sus efectos sobre la sociedad?

La mayoría de las miserias humanas tienen su origen en el egoísmo de los hombres. Desde que cada uno piensa en sí mismo antes de pensar en los otros, y ante todo quiere su propia satisfacción, cada quien busca naturalmente proporcionarse esa satisfacción, a cualquier precio, y sacrifica sin escrúpulo los intereses de los demás, desde las cosas más pequeñas hasta las más grandes, tanto en el orden moral como en el material; de allí resultan todos los antagonismos sociales, todas las luchas, todos los conflictos y todas las miserias, porque cada uno quiere despojar a su vecino.

El egoísmo tiene su origen en el orgullo. La exaltación de la personalidad lleva al hombre a considerarse superior a los otros, creyéndose con derechos superiores, y se siente lastimado por todo lo que, según él, es un golpe a sus derechos. La importancia que por orgullo atribuye a su persona, lo vuelve naturalmente egoísta. Pero ambos, el egoísmo y el orgullo, tienen su origen en un sentimiento natural: el instinto de conservación.  (Obras Póstumas – El egoísmo y el orgullo.)

 

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita