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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 472 - 3 de Julio de 2016

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

Los trabajadores de
la última hora

 

¡Los alumnos estaban animados! Habría una fiesta ese fin de semana y ellos fueron llamados a colaborar con los arreglos de la escuela.

Las profesoras avisaron a los estudiantes que necesitarían la ayuda de todos por lo mucho que tendrían que hacer. Felices de participar, los alumnos se ofrecieron para el servicio.
 

- ¡Muy bien! Entonces, los que quieran ayudar vengan a la escuela el sábado a las ocho de la mañana. Quien colabore recibirá un punto más en la nota. ¿De acuerdo?

Satisfechos, los alumnos levantaron los brazos, ofreciéndose a estar en la escuela el sábado muy temprano. Pero algunos no querían trabajar, y uno de ellos dijo:

- ¡No voy a levantarme temprano el sábado solo para ayudar en la fiesta!... Voy a dormir.

El día señalado, muy temprano, los alumnos ya estaban

en el colegio, listos para el trabajo. La profesora encargada trajo papel de colores y tijeras para que ellos recortaran las banderas. A otros les dio la tarea de hacer carteles, pegando imágenes e invitando a todos a la fiesta. Y así, los que llegaban recibían una tarea diferente.

Todos estaban felices, disfrutando de trabajar en equipo y conversar. Más tarde apareció uno de los alumnos que, al ver a los demás trabajando, pidió ayudar también, lo que fue aceptado, quedándose en el grupo. Otros fueron llegando y también recibieron una tarea para realizar.

Al final del día, la profesora salió y vio a un alumno que estaba en la calle sin hacer nada, y le preguntó:

- ¿Por qué no estás ayudando también, como tus compañeros?

- ¡Ah, profesora! Es que ayer falté a clases porque no me sentía bien, y no supe que era para ayudar. ¡Pero me gustaría trabajar también!

- Entonces ve a la escuela y recibirás una tarea; hay trabajo para todos.

El niño se puso feliz y corrió hacia la escuela, donde le dijeron lo que podía hacer.
 

Así, el día de la fiesta, todos estaban satisfechos y orgullosos del trabajo realizado. La escuela estaba bella, muy bien decorada, encantó a todos y la fiesta fue excelente. Todo transcurrió en orden. Los alumnos y los profesores se sentían orgullosos de la belleza de la celebración.

El lunes, los alumnos llegaron

comentando sobre la linda fiesta, como todo salió bien, y que a todos los invitados les había gustado.

Las profesoras agradecieron a los alumnos por su ayuda y dieron a cada alumno un punto más en la nota, como fue acordado. Sin embargo, los que habían llegado primero al trabajo reclamaron, considerando que era una injusticia. Uno de ellos reclamó:

- ¡Profesora! ¿Todos recibieron lo mismo, es decir, un punto más en la nota?

- ¡Sí, Marcelo! Eso es lo que los responsables acordaron, apreciando la ayuda de los que trabajaron.

- ¡Profesora, pero hay alumnos que llegaron a última hora y recibieron lo mismo! ¿Le parece eso justo?

La profesora pensó un poco y respondió:

- Marcelo, sólo les pedí que ayudaran a organizar la fiesta. ¿No puedo dar a los que trabajaron solo una hora, esforzándose para aprovechar el tiempo, lo mismo que di a los que llegaron primero? Quien llegó al último, pero se esforzó bastante, precisamente para compensar el tiempo perdido, ¿no es justo para reciba lo mismo?

- ¡Pero nosotros nos quedamos en la escuela trabajando todo el día, profesora!

- Es verdad, Marcelo. Sin embargo, durante ese tiempo jugaron, se divirtieron, comieron, conversaron, no solo trabajaron. Y Jorge, que llegó a última hora porque estaba enfermo, dio todo de sí para compensar el tiempo perdido. ¿No merece recibir también su parte por la colaboración?

Marcelo bajó la cabeza, no muy satisfecho, pero entendió el punto de vista de la profesora. Se disculpó con Jorge, por haberlo tratado mal y le dio un abrazo.

Felipe, el menor de la clase, que escuchaba todo en silencio, resuelto el problema, viendo que todos estaban callados, murmuró:

- La profesora tiene razón. Jesús actuaría de la misma manera si estuviera aquí.

Todos voltearon hacia él, el menor de la clase, y alguien le preguntó:

- ¿Por qué dices eso, Felipe?

- ¡Es que Jesús enseñó una parábola que habla del mismo tema! – explicó.

La profesora sonrió feliz al ver que un alumno tan pequeño como Felipe conocía las palabras de Jesús y le preguntó:

- ¿Leíste esa parábola, que trata de los Trabajadores de la Última Hora?

- Es que fue el texto que se leímos en la última reunión del "Evangelio en el Hogar" que hacemos cada semana en nuestra casa - respondió Felipe.

- ¡Ah!... ¿Y por qué hacen ese... "Evangelio en el Hogar", Felipe?

- Es que ayuda a todos los que participan, profesora. Con solo media hora, hace que la casa sea más alegre, llena de paz y de amor, estudiando las palabras que Jesús nos dejó.

Escuchando aquello, los alumnos dijeron que les gustaría participar también, y Felipe, satisfecho, los invitó a ir a su casa la semana siguiente.

La clase, que comenzó difícil, con Marcelo quejándose del beneficio que la profesora había dado a los estudiantes por el esfuerzo en la fiesta, ahora estaba bien. La profesora estuvo de acuerdo, y preguntó:

- Si los estudiantes quieren participar en el "Evangelio en el Hogar" en tu casa, Felipe, ¿por qué no hacemos nuestro propio "Evangelio" aquí en la clase? ¡Podemos organizarlo para el lunes, al inicio de las clases, si media hora es suficiente! ¿Qué piensan?

¡A todos los estudiantes les gustó la idea y aplaudieron! El siguiente lunes, ellos harían en clase el primer estudio del "Evangelio en el Hogar".

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 25/04/2016.)

           
                                                   
 



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