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Estudio de las Obras de Allan Kardec Português   Inglês

Año 10 - N° 471 - 26 de Junio de 2016

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 
 

Obras Póstumas

Allan Kardec

(Parte 17)

Continuamos en esta edición el estudio del libro Obras Póstumas, publicado después de la desencarnación de Allan Kardec, pero compuesto con textos de su autoría. El presente estudio se basa en la traducción hecha por el Dr. Guillon Ribeiro, publicada por la editorial de la Federación Espírita Brasileña.

Preguntas para debatir

117.  ¿Qué enseñanzas obtenemos en la doctrina espírita o Espiritismo?

118. Si el alma es inmortal, ¿por qué algunos Espíritus hablaron sobre la muerte espiritual?

119. ¿Qué ocurre en el momento de la muerte corporal?

120. ¿Qué pasa en el proceso reencarnatorio?

121. Durante la infancia corporal, ¿el Espíritu obra y también piensa como un niño?

Respuestas a las preguntas propuestas

117.  ¿Qué enseñanzas obtenemos en la doctrina espírita o Espiritismo?

El principio inteligente es independiente de la materia. El alma individual preexiste y sobrevive al cuerpo. El punto de partida para todas las almas es el mismo, sin ninguna excepción; todas son creadas simples e ignorantes, y están sujetas al progreso indefinido. Ninguna criatura es privilegiada o más favorecida que las otras; los ángeles son seres que  llegaron a la perfección después de haber pasado, como todas las criaturas, por todos los grados de la inferioridad. Las almas, o Espíritus, progresan más o menos rápidamente en virtud de su libre albedrío, por su trabajo y su buena voluntad. La vida espiritual es la vida normal; la vida corporal es una fase temporal de la vida del Espíritu, durante la cual éste se reviste momentáneamente de una envoltura material de la que se despoja cuando muere. El Espíritu progresa en el estado corporal y en el estado espiritual. El estado corporal es necesario al Espíritu hasta que haya alcanzado un cierto grado de perfección; en él se desarrolla mediante el trabajo al que está sujeto por sus propias necesidades, y adquiere conocimientos prácticos especiales. Puesto que una única existencia corporal es insuficiente para que adquiera todas las perfecciones, vuelve a tomar un cuerpo tantas veces como sean necesarias, y cada vez llega con el progreso que alcanzó en sus existencias anteriores y en la vida espiritual.

Cuando adquirió en el mundo todo lo que podía obtener en él, lo deja para ir a otros mundos más avanzados, intelectual y moralmente, cada vez menos materiales, y así sucesivamente hasta la perfección de la que es susceptible la criatura. El estado feliz o infeliz de los Espíritus es inherente a su adelanto moral; su castigo es la consecuencia de su obstinación en el mal, de manera que al perseverar en el mal, se castigan a sí mismos; pero la puerta del arrepentimiento no se les cierra jamás y cuando quieran podrán retornar al camino del bien y alcanzar, con el tiempo, todos los progresos.

Los niños que mueren en edad temprana pueden ser más o menos adelantados, porque ya han vivido en existencias anteriores, en las que pudieron hacer el bien o cometer malas acciones. La muerte no los libra de las pruebas que deben sufrir y vuelven a comenzar, en el momento oportuno, una nueva existencia sobre la Tierra o en mundos superiores, según su grado de elevación.

El alma de los cretinos y de los idiotas es de la misma naturaleza que la de cualquier encarnado; y con frecuencia su inteligencia es superior; ellos sufren por la deficiencia de los medios que tienen para entrar en relación con sus compañeros de existencia, así como los mudos sufren por no poder hablar. Abusaron de su inteligencia en sus existencias anteriores y han aceptado voluntariamente estar reducidos a la imposibilidad para expiar el mal que hicieron. (Obras Póstumas – Las cinco alternativas da Humanidad.)

118. Si el alma es inmortal, ¿por qué algunos Espíritus hablaron sobre la muerte espiritual?

En el sentido de desorganización, de desagregación de las partes, de dispersión de los elementos, sólo existe la muerte para la envoltura material y la envoltura fluídica, pero el alma o Espíritu, no puede morir para progresar; de otro modo perdería su individualidad, lo que equivaldría a la nada. En el sentido de transformación, regeneración, se puede decir que el Espíritu muere en cada encarnación para resucitar con nuevos atributos, sin dejar de ser él mismo. Así como un campesino, por ejemplo, que se enriquece y se convierte en un gran señor, deja la cabaña por un palacio, sus trajes por ropa bordada; todo ha cambiado en sus hábitos, sus gustos, su lenguaje, incluso su carácter; en una palabra, el campesino ha muerto, enterró su ropa burda para renacer como un hombre de mundo y, sin embargo, es siempre el mismo individuo, pero transformado. 

Cada existencia corporal es, pues, para el Espíritu, una ocasión de progreso más o menos sensible. Al regresar al mundo de los Espíritus, lleva nobles ideas; su horizonte moral se extendió; sus percepciones son más finas, más delicadas; ve y comprende lo que antes no veía ni comprendía; su visión, que al principio no se extendía más allá de su última existencia, abarca sucesivamente sus existencias pasadas, como el hombre que se eleva, para que la niebla se disipe, y abarca sucesivamente un horizonte más amplio.

En cada nueva estadía en la erraticidad, se despliegan ante sus ojos nuevas maravillas del mundo invisible, porque en cada una se rasga un velo. Al mismo tiempo, su envoltura fluídica se depura; se vuelve más sutil, más brillante; más tarde será resplandeciente. Es casi un Espíritu nuevo; es el campesino perfeccionado y transformado; el Espíritu viejo ha muerto, y sin embargo, es siempre el mismo Espíritu. Es así como conviene entender la muerte espiritual. (Obras Póstumas – La muerte espiritual.)

119. ¿Qué ocurre en el momento de la muerte corporal?

En ese momento, el Espíritu entra en turbación y pierde la conciencia de sí mismo, de manera que jamás es testigo del último suspiro de su propio cuerpo. Pero poco a poco, la turbación se disipa y el Espíritu se reconoce, como el hombre que despierta de un profundo sueño; su primera sensación es la de estar liberado de su fardo carnal; después viene la sorpresa de ver el nuevo medio en que se encuentra. Se halla, entonces, en la situación de un hombre que es anestesiado para una cirugía, y después es trasladado, antes de despertar, a otro lugar. Al despertar, busca su cuerpo y lo ve a su lado; sabe que es el suyo, pero se espanta por estar separado de él; solamente poco a poco se da cuenta de su nueva situación. En ese fenómeno, apenas se produjo un cambio de situación material; pero en lo moral, el Espíritu es exactamente lo que era algunas horas antes; no sufrió ninguna modificación sensible; sus facultades, sus ideas, sus gustos, sus tendencias, su carácter son los mismos; los cambios que puede sufrir sólo se producen gradualmente por la influencia de lo que le rodea.  (Obras Póstumas – La muerte espiritual.)

120. ¿Qué pasa en el proceso reencarnatorio?

En el momento de la concepción del cuerpo destinado al Espíritu, éste es capturado por una corriente fluídica que, semejante a un lazo, lo atrae y lo aproxima hacia su nueva morada. Desde entonces, pertenece al cuerpo, como el cuerpo le pertenece hasta que éste muera; sin embargo, la unión completa, la toma de posesión real, sólo ocurre en el momento del nacimiento.

Desde el instante de la concepción, la turbación se apodera del Espíritu; sus ideas se vuelven confusas, sus facultades se anulan; la turbación va creciendo a medida que el lazo se estrecha, y se completa en las últimas fases de la gestación, de manera que el Espíritu nunca es testigo del nacimiento de su cuerpo, así como no lo fue de su muerte, porque no tiene la menor conciencia de ello.

A partir del momento en que el niño respira, la turbación se disipa poco a poco, las ideas vuelven gradualmente, pero en otras condiciones que en la muerte del cuerpo.

En el acto de la reencarnación, las facultades del Espíritu no están simplemente entorpecidas por una especie de sueño momentáneo, como en el retorno a la vida espiritual; todas, sin excepción, pasan al estado latente.

La vida corporal tiene por objetivo desarrollarlas mediante el ejercicio, pero esto no puede suceder con todas simultáneamente, porque el ejercicio de una podría perjudicar el desarrollo de otra, mientras que por el desarrollo sucesivo, se apoyan una sobre otra. Es, pues, útil que algunas queden en reposo, mientras que otras se desarrollen; es por eso que en su nueva existencia, el Espíritu se puede presentar bajo un aspecto muy diferente, sobre todo si es más avanzado que en su existencia precedente.

En una, la facultad musical, por ejemplo, podrá ser muy activa; concebirá, percibirá y en consecuencia realizará todo lo que es necesario para el desarrollo de esa facultad; en otra existencia será la vez de la pintura, de las ciencias exactas, de la poesía, etc. Mientras estas nuevas facultades se ejercitan, la de la música quedará latente, conservando todo el progreso que ha realizado. De allí resulta que aquél que fue artista en una existencia podrá ser un sabio, un hombre de Estado, un estratega en otra, mientras que será nulo en el aspecto artístico o viceversa.

El estado latente de las facultades, en el proceso de la reencarnación, explica el olvido de las existencias precedentes, mientras que en la muerte del cuerpo, al estar las facultades en un estado de sueño de poca duración, el recuerdo de la vida que acaba de dejar es completo al despertar. (Obras Póstumas – La muerte espiritual.)

121. Durante la infancia corporal, ¿el Espíritu obra y también piensa como un niño?

Sí. Hasta el nacimiento, puesto que todas las facultades están en estado latente, el Espíritu no tiene la menor conciencia de sí mismo. En el momento del nacimiento, las que deben ejercitarse no aparecen súbitamente; su desarrollo acompaña al de los órganos que habrán de servir para su manifestación; por su actividad íntima, ellas llevan al desarrollo del órgano correspondiente.

De ahí resulta que en la primera infancia, el Espíritu no goza de la plenitud de ninguna de sus facultades, no sólo como encarnado, sino como Espíritu; entontes, es un verdadero niño, como el cuerpo al cual está ligado. No se encuentra oprimido penosamente en el cuerpo imperfecto, porque de lo contrario Dios habría hecho de la encarnación un suplicio para todos los Espíritus, buenos y malos.

No sucede lo mismo con el idiota y el cretino; al no haberse desarrollado los órganos de manera paralela a las facultades, el Espíritu acaba por encontrarse en la posición de un hombre preso por los lazos que le quitan la libertad de sus movimientos. Por esa razón se puede evocar el Espíritu de un idiota y obtener de él respuestas sensatas, mientras que el de un niño de edad temprana, o que todavía no ha nacido, es incapaz de responder. Todas las facultades,  todas las aptitudes, están en germen en el Espíritu, desde su creación; allí se encuentran en estado rudimentario, como todos los órganos en la primera etapa del feto informe, como todas las partes de árbol en la semilla. (Obras Póstumas – La muerte espiritual.)

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita