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Año 10 - N° 468 - 5 de Junio de 2016
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 
 

“Viví, vivo y viviré, porque
soy inmortal”


Ésas son las palabras inscritas en la lápida de la tumba de Cairbar Schutel, en Matão (SP), palabras sugeridas por él mismo en su primera comunicación en la misma noche después de desencarnarse.

Su convicción en la inmortalidad fue su mayor legado y también el alimento para la noble caminata de un bendito trabajo hecho siempre con enorme amor. Sin embargo, como muchas otras personalidades que se dedicaron al Movimiento Espírita, él no es muy conocido actualmente. Como sabemos, los grandes nombres del bien son sencillos, pasan hasta desapercibidos por el escenario del reconocimiento, pero no a los ojos de la Bondad Divina y, por tanto beneficio prestado, son reverenciados por el contingente de centellas amparadas y por la linda luz que encienden en su camino.

Cairbar Schutel poseía una notable capacidad de trabajo en un tiempo donde las posibilidades de divulgación de las ideas eran extremamente limitadas. Su objetivo era llevar a un gran número de personas el conocimiento doctrinario que conforta, ampara, orienta y responde a las cuestiones comunes de la vida y nos da el sentido pleno de vivir.

Su producción literaria era continua, tenía rico material para traducción y aún escribía artículos para periódicos. Él utilizaba una variedad de recursos para divulgar la sublime doctrina, incluyendo conferencias, algunas de éstas proferidas hasta para los presos de la cárcel de Matão. Y se sentía con ánimo bondadoso también para auxiliar los necesitados con su trabajo de farmacéutico.

Era un hombre que tomó la delantera de su tiempo, un Espíritu que ya comprendía la importancia de la luz del Espiritismo y de la necesidad de progreso de la criatura humana.

Su fidelidad a Jesús era visible en su humildad, en su desinterés por las cosas mundanas, en su corazón bondadoso que sólo deseaba el bien en sus múltiples posibilidades.

Schutel tenía Jesús como modelo y guía y seguía el Espiritismo basado en  Allan Kardec. Y con tanta certeza de lo que aprendiera y vivía con integridad en su corazón, defendía los preceptos doctrinarios delante de los incrédulos, ignorantes y aún delante de los combatientes del Espiritismo. Y, como siempre ocurre con grandes hombres responsables por eminentes trabajos, con Schutel también ocurrió: fue amparado plenamente por un noble equipo de trabajadores que favoreció ese desarrollo.

La comprensión era amplia y Cairbar Schutel fue, aún en vida, considerado el Padre de la pobreza, pues no se limitó a ayudar, como también dispuso su farmacia para los necesitados, sin exigir nada en cambio, simplemente el verdadero socorro de quien posee un poquito más y sabe donar a quien en el momento tiene un poquito menos. 

Y, como si eso no fuera suficiente, su amor y sus cuidados con los animales también eran evidentes. Cairbar los protegía y trataba como hermanos menores, necesitados de amor y atención, constituyéndose, como se ve, en un ejemplo maravilloso de cristiano en que el orgullo y la vanidad jamás tuvieron espacio en sus días de trabajo incesante en la mies del bien.

Seres benditos siempre caminan por el mismo suelo de los sencillos a desarrollarse, hijos todos del mismo Padre Omnipotente, que, en auxilio a los hijos menores, encarga los mayores de la necesaria responsabilidad  de los grandes ejemplos que instruyen y transforman pasos cortos en pasos más largos.

Cairbar Schutel, con su convicción en la inmortalidad y plena fidelidad a Jesús, fue y continua siendo uno de esos hermanos que mucho nos enseñó y continuamente nos enseña, apuntándonos con sus palabras y sus ejemplos el rumbo que nos hay de llevar a la meta para la cual fuimos creados, o sea, la perfección.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita