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Año 10 - N° 465 - 15 de Mayo de 2016
GUARACI DE LIMA SILVEIRA
guaracisilveira@gmail.com
       
Juiz de Fora, MGrasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Guaraci de Lima Silveira

Rabia - ¿qué sentimiento es este?


¿Será un dragón a corrernos por dentro o una serpiente para visitar nuestros departamentos mentales incitándonos a reacciones inesperadas, llenas de odio, cólera e ira contra que o a quién, en un determinado momento y que puede marcar para siempre nuestras vidas?

Mejor sería que nos precaviésemos contra ese sentimiento que puede causar enormes daños. Psicólogos, sociólogos y antropólogos se unen en el objetivo de estudiar este tópico con miras a su recurrencia en nuestras sociedades a través de los individuos que las componen. ¿Finalmente, cual es el significado de la rabia? En qué patrones ella se estableció que no mira la calma y la paz, necessárias a las buenas costumbres?

Viene el hombre de muy lejos archivando hechos y maniobras, guardando historias, irguiendo columnas de escondites en su memoria. Esos hechos, no obstante imersos en el inconsciente, alguna vez que otra emergen y, dependiendo de su intensidad, construyen o destruyen.

La ciencia moderna, que aún no trabaja con la reencarnación, intenta buscar contenidos válidos que justifiquen como un ser sosegado, anciano, de repente se transforma en un gigante de maldades y comete crímenes odiosos, como es el caso del señor João Vicente, hombre bueno y probo, de setenta y cinco años que, de repente, asesinó a la esposa y dos nietos em um sossegado lugareño del interior de Brasil, sin ninguna causa determinada.

Hay la neurobiologia de la furia estudiada por los neurocientíficos. Amígdala, hipocampo, corteza prefrontal y corazón son indicados como caminos que la rabia recorre. La amígdala es una estructura primitiva del cerebro que asocia estímulos a emociones. Ella hace la conexión entre el hipocampo y el área prefrontal. Relaciona eventos negativos a emociones desagradables, siendo de gran importancia en el mecanismo de luchar o huir. Si la removiéramos y, en consonancia con investigaciones hechas en animales, ciertamente que quedaríamos dóciles e indiferentes a cualquier peligro, por lo tanto no sentiríamos rabia de nada.

Ya el hipocampo se caracteriza por una importante región para la memoria y el aprendizaje. Permite archivar experiencias tanto agradables como desagradables. La corteza prefrontal es el señor de las funciones cognitivas superiores. Nos permite frenar comportamientos capaces de perjudicar a nosotros mismos y a los otros.

¿Qué emoción es esa que nos priva de razón?

Interconectado con el tálamo, la amígdala y otras estructuras subcorticales señalizan su papel en la regulación de la expresión de los afectos. Por fin, el corazón. La amígdala envía señales para las glándulas suprarrenales, responsables por la liberación de hormonas en situaciones de estrés. Siendo así, gran cantidad de adrenalina, que acelera los latidos cardíacos, cae en la corriente sanguínea. Con eso la sangre irriga piel y órganos, preparando los músculos para una posible acción. De ahí se pueden originar impulsos violentos a partir del sentimiento de la rabia.

Dentro de este estudio, podemos entender que el individuo encolerizado probablemente perderá el autocontrol liberando adrenalina y preparándose para una acción forzosamente más allá de sus límites de normalidad. Bien este es el camino, pero debemos buscar las raíces, las causas que nos llevan a sentir tamaña rabia al punto de descontrolarnos

La periodista, psicóloga y psicoanalista Gláucia Leal, en um reciente comentario en una revista de ciencia, indaga: “Que emoción es esa, especie de locura momentánea, que nos priva de razón? En variados grados, de la mera irritación a los accesos de furia, que nos impulsa a actitudes que, en momentos de equilibrio, llegan a asustarnos”. Y es lo que comúnmente vemos. Tras un arranque de cólera la persona acostumbra a decir que no entiende como ocurrió. ¿Y el tráfico? ¡Ah el tráfico! El otro día vi a un hermano espírita enfureciendo vehemente con un conductor al lado porque el mismo lo cerró, intentando revasarlo. Sí, cerrar a alguien en el tráfico está errado y puede causar accidentes, pero la actitud de aquel hermano, nada coherente con lo que aprendemos con los mentores amigos, me dejó asustado. Y él enfadado, enfurecido, quedó rojo que ni la pimienta. Creí que tendría allí un ataque cardíaco, en consonancia con lo que expusimos arriba sobre la neurobiologia de la furia. Pasados algunos días, intenté una conversación con él. En el momento en que cité el hecho él se enrogeció y las artérias se hincharon. Era de nuevo el ataque de la furia, por el simple hecho de recordar el momento en el tráfico. O sea: nuestras furias quedan archivadas y nos asaltan por un simple recuerdo del hecho ocorrido. Esto es grave y peligroso.

tro día alguien desencarnó en un ataque de esos. El padre ya desencarnado vino a recibirlo. El momento era tenso y el desencarnado continuaba enfurecido, enfadado, emitiendo palabrotas que asustarían a Pablo de Tarso cuando dijo, en su segunda carta a Timoteo: “(...) evita los vocerios profanos, porque producirán mayor impiedad”. Está en el capítulo 2 – Vv. 16.

Las señales de rabia, Según Paul Ekman

Emmanuel comenta en el libro Viña de Luz, capítulo 73: “Vocerío es desperdício y cuando así no sea no pasa de oscura corriente de venenos psíquicos, amenazando Espíritus valerosos y comunidades enteras”. El pobre desencarnado se lastimó por mucho tiempo y aún hoy suplica la oportunidad del retorno, pero, antes, tendrá que trabaja mucho en sus reacciones emotivas disparatadas.

“Aléjese, si cree que puede hacer algo de que pueda arrepentirse en el futuro, quede lejos del objeto de rabia. Tenga en mente que la furia pasa, pero los estragos hechos pueden permanecer por mucho tiempo”, nos propone Gláucia Leal.

En la década de los 70 el psicólogo americano Paul Ekman demostró que el reconocimiento de una expresión de rabia o agresividad no depende de la edad del individuo o de la cultura a la cual pertenece. Funciona como una estratégia de supervivencia determinando si es hora de protegerse o huir. Y él apuntó interesantes señales de rabia evidentes en el rostro, como cejas unidas, mirar fijo, labios comprimidos, en el intento de contener la ira o la boca abierta, exhibiendo los dientes, como se quisiera morder al otro. No es raro la cara queda rojiza, la nariz se dilata y la respiración queda sofocada. Levanta la cabeza y busca encarar al adversario de arriba para abajo, llena el pecho de aire y se levanta en la punta de los pies, como si en aquel momento aumentara su tamaño para intimidar el adversario.

Bien, en aquella marcha el escenario está hecho y los actores están puestos. La pelea ocurre. ¿Y los resultados? “Pasado el auge de la rabia, es común buscar estratégias para culpar al otro, pero la verdad es que somos responsables por nuestras elecciones y actitudes. No importa lo que el otro hizo – él no obligó a usted a lo que quiera que fuese”, observa Gláudia Leal.

Un artículo publicado en el periódico científico Human Nature dice que hombres fuertes y mujeres más atractivas serían especialmente propensos a demostrar rabia, según el psicólogo evolucionista Aaron Sell, de la Universidad Griffith, de Queensland, Australia. Según él, esas características funcionan como permisos sociales para que las personas desborden la irritación. En el concepto de ellos, ser fuerte, en el caso de los hombres, y atrayentes, en el caso de las mujeres, les facultan el derecho de irritarse y salir vencedores por sus dones físicos.

¿Engullir la rabia es peligroso?

Ya el psicólogo inglés Mike Fischer cree que reacciones rabiosas descontroladas estén más conectadas a la autoestima baja y a la insatisfacción consigo mismo. Eso es porque el estado interno de malestar hace que se eleve el nivel de estrés y eso incomoda. Reacciones sobre reacciones componiendo caminos tortuosos cuando esas costumbres nos inducen a actitudes violentas e infelizes. Es bueno citemos aquí opiniones que hasta cierto punto están en consonancia con la rabia, como es el caso de Emuly Butter, de la Universidad de Arizona, de Tucson. Según ella, “No se debe tragar la rabia porque las personas que reprimen sus emociones son menos capaces de resolver desafíos intelectuales. Tienen más dificultad en memorizar detalles de experiencias emocionalmente significativas. En la relación interpersonal tampoco se salen muy bien”. Concordamos en parte. Realmente tragar la rabia puede ser peligroso, pero caerse por sobre quién la provocó también puede ser peligroso. Entonces el autocontrol aliado a un análisis más filtrado de los hechos es el mejor camino.

¿Se acuerdan de la amígdala y de la corteza prefrontal citadas en el inicio de este artículo? Pues bien, según los neurocientíficos, la amígdala intenta secuestrar nuestras fuertes emociones y echarlas para dentro del hipocampo, que promoverá las reacciones acordadas con la intensidad de la emoción. Pero los investigadores están aconsejándonos a hacer lo contrário, o sea, secuestrar de la amígdala su acción y echarla para el lado izquierdo de la corteza prefrontal para que un análisis cognitivo sea hecho, calmando y dirigiendo a una solución pacífica. Intentad hacer eso. De hecho, Chico Xavier nos indicó el agua de la paz. ¿Se acuerdan?

Joanna de Ângelis, a través de Divaldo Pereira Franco, nos envió una importante obra titulada: Conflictos Existenciales. En el capítulo tercero ella estudia la rabia. Vamos a utilizar aquí sus valerosos registros: “La rabia es un sentimiento que se exterioriza toda vez que el ego se siente herido, liberando ese adversario que destruye la paz del indivíduo. Se instala inesperadamente, em base a cualquier conflicto patente u oculto, asestando golpes violentos de injuria y de agresividad”. En otras palabras y siguiendo la línea de razonamiento de aquella mentora, podemos decir que la rabia es un objeto peligroso de lidiarse. A veces ayuda y em muchos casos dificulta.

Todo lo que es reprimido tiende a soltarse

Hay quién diga que la rabia puede promover câmbios sociales por la no aceptación de las imposiciones vigentes, generando movimentos que liberen.

¿Será que la rabia puede traer esse benefício? ¿O solamente y por el hecho de enrabiarse los indivíduos se reunen para um cambio social?

Veamos lo que nos dice Joanna de Ângelis: “Inherente a todos los animales, en el ser humano, porque es portador de voluntad y discernimiento, la rabia es responsable por trastornos que consiguen obscurecerle la razón y perturbarle el equilibrio, produciendo daños emocionáis de pequeño o gran alcance, a depender de la extensión y de la profundidad de que se reviste. Cuando existe la primacia de los instintos agresivos en la contextura del ser, este, delante de cualquier hecho desagradable, real o imaginario, prefiere situaciones dañinas en agitaciones inconsecuentes, cuyos resultados son siempre lamentables, cuando no funestos”. Aquí la mentora utiliza la estructura del inconsciente colectivo o personal montado desde nuestras ancestralidades y a través de las eras.

De nuevo recurrimos a Joanna de Ângelis y ella nos dice que “El silencio delante de circunstancias perturbadoras, no permitiéndose la invasión de los petardos mentales asestandos por el opositor, constituye recurso imprescindible para evitar la caída en la irritación y sus consecuentes daños”. Y ella también nos habla sobre los recursos psicoterapéuticos diciendo que la psicoterapia cuidadosa remontará a conflictos adormecidos en el inconsciente, que tanto pueden haber sido generados en el periodo infantil o durante la adolescencia, cuando no se tenía el derecho de una explicación o justificación de un acto cometido, o en las eras primeras cuando el ser no conseguia resolver bien sus conflictos y fricciones.

Emmanuel nos afirma que ellos surgen de nosotros. Salen de nosotros pidiendo soluciones. De ahí que los padres y educadores deben tener el cuidado de oír más a los niños y adolescentes. Ellos carecen de esa atención de los adultos. Se pueden evitar con esto grandes problemas cuando lleguen a la fase adulta. Todo lo que es reprimido tiende a soltarse de forma violente.

Este asunto es incluso desafiante y necesita ser siempre estudiado y debatido en las escuelas, centros comunitarios, iglesias, templos religiosos, centros espíritas y en los medios como un todo. Es tiempo de mejorar nuestras convivencias sociales. Es tiempo de armonizarnos para una nueva era que viene llegando. Es tiempo de dejar em definitiva esas reacciones funestas e infelices que demuestran fragilidade e inseguridad.

Si alguien te golpea la mejilla...

El autocontrol es la llave para la solución de ese gran problema. Y aquí vamos a indicar igualmente la vigilancia y la oración. Si en nuestros caminos un adversario surje, hagamos valer la máxima evangélica de “Conciliate deprisa con tu adversario mientras estás a camino con él”. Jesús aún nos informó que caso no lo hagamos puede ser que seamos entregados al Juez, al Ministro o al Oficial que nos prenderá y de allá solamente saldremos después de pagar la última moneda. Por la ley de acción y reacción sabemos que adversarios son todos y todo que nos quita la tranquilidad o nos molesta perturbándonos en nuestras zonas de confort. Ellos surgen de nuestros errores cometidos en un pasado lejano o incluso en el presente. Pero las reencarnaciones son estaciones de crecimiento espiritual, de ahí que ellas siempre nos remontarán a plataformas donde nuestras liberaciones se encuentran. Para esto el hombre del presente necesita desarmarse. Buscar vivir mejor y con salud física y espiritual, evitando cargas excesivas de adrenalina en el organismo, las cuales ciertamente van a descompensar el perfecto funcionamiento de su cuerpo físico, tabernáculo divino, como nos dijo el apóstolo Pedro en su segunda carta a la comunidad cristiana.

“La llave para estar en estado de conexión permanente con nuestro yo interior, o sea, nuestra conciencia en expansión, es el deseo de la sentirla en todos los momentos. Esta práctica puede intensificar nuestros avances, transformando nuestras vidas. Mientras más nos dirijamos para nuestro campo interior, más crece la frecuencia vibracional tal cual la luz que va quedando más fuerte cuando accionamos el botón del dimmer(1) “, nos dice Eckhart Tolle, de la Universidad de Cambridge, en su libro El Poder del Ahora.

Joanna de Ângelis nos afirma, concluyendo el capítulo sobre rabia en su libro Conflictos Existenciales, que debimos disciplinar la voluntad, educar los sentimientos y adaptarnos a nuevos hábitos saludables imprescindibles a una existencia rica de salud. Y Jesús nos dijo: “Si alguien golpea en una mejilla, ofrecele también la otra”. Y la otra mejilla será siempre la del amor ante el odio, la paz ante la guerra, la unión ante la discordia, el perdón donde haya ofensa, la alegría donde haya tristeza, la verdad donde haya el error y la luz donde haya tinieblas. Y aún más, parafraseando al Santo de Assis: es mejor consolar que ser consolado, compreender que ser compreendido, pues muriendo para las reacciones infelices y primeras del Espíritu es que nacemos, em fin, para la vida eterna.
 

(1) Dimmers son dispositivos utilizados para variar la intensidade de una corriente eléctrica.



 


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