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Año 10 - N° 462 - 24 de Abril de 2016
MARCELO TEIXEIRA    
maltemtx@uol.com.br     
Petrópolis, RJ (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Marcelo Teixeira

Onomatopeyas incómodas


No caben em la actividad doctrinaria o artística los buás, glá-glá,glás, cof, cofs, ti-ti-tis y trim-trins: es onomatopeya(1) demasiado estorbando la tarea

Habíanse pasado algunos días del carnaval de 1969 o 1970 cuando Concepción, prima de mi madre, llegó allá en casa para una visita. Yo era niño, pero me acuerdo que uno de los asuntos llamó mi atención. Concepción contó, indignada, un hecho que había presenciado durante el desfile de bloques y escuelas de Petrópolis (RJ), donde vivimos. Una niña de unos cuatro años, tonta de sueño, pedía encarecidamente a la madre para ir para la casa. Y la madre, un tanto molesta, decía: - ¡Espera ahí! ¡Está casi acabando! Y la niña, desgraciada, loca por una camita, sentada somnolienta en medio de la acera y siendo gracias por la madre a quedar en medio de una montaña de gente adulta, por la noche y teniendo como carril sonoro el alarido de un desfile carnavalesco. Concepción halló aquello una falta de cariño para con la niña. Quedó tan danada de la vida que casi discutió con la desnaturalizada genitora.

Los años pasaron. Yo crecí, estudié, me hice espírita. Pero siempre me acuerdo de las palabras de nuestra prima cuando presencio hechos semejantes, principalmente en medio espírita.

Cierta vez, fui a hacer una charla en un centro espírita aquí de la Región Serrana de RJ. Todo iba bien hasta el momento en que una de las evangelizadoras de infancia entró en el salón trayendo a un chico y lo entregó a la madre. En minutos, él comenzó a pedir para irse; estaba con sueño. La madre, no obstante, prefirió quedarse hasta el final de la conferencia. Durante todo el tiempo que aún restaba de exposición doctrinaria, el chico quedó para allá y para aca pidiendo para ir a casa a dormir.

Yo no me manifesté, pero debería haber hablado lo siguiente: - ¡Oh, madre. Lleva a tu hijito para casa! Él tiene sueño, está enojado loco por dormir! ¡Si él no quedó en la evangelización infantil, en la reunión pública, asistiendo a una charla, es que él no se quedará aún! ¡No someta su hijo a esa tortura! Hasta hoy me arrepiento de no haberme pronunciado.

Presencia de niños en la conferencia pública. ¿Puede?

Digo eso porque, años antes, el médium y expositor fluminense José Raul Teixeira pasó por un hecho semejante durante un seminario en Petrópolis. Casa llena para asistir. Entre los presentes, una joven con una niña de aproximadamente tres años em brazos. Como es imposible mantener quieta a uma niña de esa edad, aún más en los brazos y en medio a una platea adulta, ella comenzó a agitarse, quiso ir para el suelo y comenzó a hablar con aquella voz característica. José Raul, entonces, interrumpió el seminario, se volvió para la madre de la niña y dijo: - No haga eso con la niña. Este local no es apropiado para ella. Su hija no está aprovechando el seminario, usted tampoco, las personas alrededor no están consiguiendo prestar atención y yo estoy siendo perjudicado también. La joven, entre sorprendida y presionada, cogió la hija y se retiró.

A esa altura del texto, algún lector debe estar pensando que discrepo con la presencia de niños en reuniones públicas doctrinarias. Discrepo sí. Pero no con el niño, que no tiene culpa de estar allí. Discrepo con los padres que llevan a los hijitos a eventos no adecuados a la edad de ellos. Y cuando hablo eventos, me refiero también a piezas teatrales y similares, sea dentro o fuera del medio espírita. Ya presencie situaciones inusitadas.

Hace algunos años, una pieza teatral que estaba teniendo mucho éxito en la Ciudad Maravillosa fue presentada en Petrópolis, en un final de semana, en el Theatro D. Pedro, que tiene cerca de 600 plazas. Fila para comprar entrada y para entrar, prenúncio de casa llena. Apenas entré en el teatro, vi a una pareja con un bebecito adormecido en los brazos del padre. Ellos habían adquirido entradas, insistían en entrar, pero los productores de la pieza no lo permitían a causa del niño, que podría despertar y perjudicar el espectáculo. - Pero él es bueno, va a quedarse quieto, dijo el padre. No hubo modo. La producción devolvió el dinero de las entradas y la pareja tuvo que irse para casa, de donde no deberían haber salido. ¿Y por qué no? Porque son padres de um niño muy pequeno. Y cuando estamos en tal situación, debemos tener consciência de que algunos programas tendrán que ser dejados de lado por un tiempo, a menos que consigamos alguien para tomar cuenta de nuestro hijito o hijita. De lo contrario, quedemos en casa con ellos. 

Lo que puede causar un niño inoportuno

Muchos padres podrán alegar, molestos: - Vaya, pero yo quiero ver la charla o pieza teatral espírita. Sólo que las otras personas también quieren; y si hay un niño llorando, corriendo o pidiendo para irse, no conseguirán. Tengamos en mente que probablemente hay en la platea personas con problemas serior. Están cansadas, deprimidas, desesperanzadas. Ansían por una palabra que las consuele y anime. Llantos y alaridos infantiles pueden echar todo a perder. Y recordemos que en la tribuna está un ponente que dedicó horas de estudio para elaborar la charla. Él no merece tener la exposición doutrinaria prejudicada por um niño inquieto.

El expositor y escritor espírita Pedro Bonilha, de la ciudad de Jales (SP), narra, en el libro ¿Quién es su Hijo? un sofoco por el cual pasó durante una charla en otra ciudad. Pedro, mientras exponía, puso las llaves del coche encima de la mesa del salón de la reunión pública. En el mismo recinto – lleno, por señal – un chico corriendo para todos los lados. En un momento dado, él fue hasta la mesa y cogió el llavero de Pedro, que fue obligado a dejar la charla de lado por instantes y recuperar el objeto, lo que generó risas de parte de la platea e indignación de la otra parte. En momento ningún el dirigente de la reunión pública intervino. Ídem los padres o responsables por el chico. Nadie se manifestó. Quedo pasmado de ver la inercia y la cobardia moral del pueblo espírita cuando el asunto es encuadrar padres de niños importunos.

Ya me encontré con una situación parecida cuando fui a hacer una charla en un gran centro espírita. Salón extenso y prácticamente lleno. Apenas comencé la exposición, un chico de aproximadamente cinco años comenzó a correr alrededor de la platea. Enseguida, se puso a gatear por debajode las sillas, confundiendo y mucho a las personas en ellas sentadas. Como el dirigente de la reunión pública no se manifestó, interrumpí la charla y llamé la atención del pequeño. En segundos, la madre apareció y lo quitó del salón. Rápido y tropezando para la charla proseguir en la santa paz.

Una experiencia inusitada, pero bienhumorada

Lucía Mathias, médica y expositora carioca de la cual soy fan, optó por una salida bien humorada. Allá por las tantas de un seminario brillante, una niñita, que estaba en los brazos de la madre, comenzó a balbucear. Naturalmente, como estaba viendo alguien hablando, quiso ensayar las primeras sílabas, lo que es muy bonito desde que ella no esté en local inadecuado. Como el glá-glá-glá de la niñita comenzó a interferir en la charla, Lucía interrumpió la exposición, se volvió para ella y dijo: - Nosotros estamos compitiendo, pero yo voy a ganarte. ¡Yo tengo micrófono! Fue una carcajada general seguida de algunos aplausos. Lo suficiente para la madre alejarse y salir con la hijita del salón.

Hago teatro espírita hace más de 20 años y ya me encontré con la misma situación en ocasiones artísticas. Confieso que soy llevado por una extrema preocupación cuando veo gente con niño a tirabarte adentrar el recinto para asistir a alguna pieza que no sea infantil. Mis recelos ya se confirmaron algunas veces. En uno de ellos en la mitad final de la pieza, un niño de brazos comenzó a llorar intensamente. ¡Buááááááááááá! Era una noche fría de julio y, según mi madre, que estaba en la platea, el niño probablemente abrió el berrero porque tenía frío. El llanto fue tan alto que, aún tras el niño haber sido retirado del local, era para  oírlo perfectamente berreando en el vestibulo del centro espírita. Fue un llanto de quien estaba desesperado. Mientras eso, los actores – que ensayaban la pieza semanas seguidas para presentar un trabajo de calidad – fueron afectados, parte del mensaje se perdió, y el público, que había pagado por el ingreso, tuvo el ocio perjudicado. Si era una noche fría de invierno, ¿para qué sacar a un niño del calor del hogar para someterlo a la tortura de quedar en un ambiente no adecuado a él?

Exponer a un niño a una conferencia es malo hasta para él

Llevar niños a reuniones públicas doctrinarias incurre en el riesgo de ser sometidos a otra onomatopeia: el chomp-chomp o masticación de bizcochos. En el objetivo de mantener al niño quieto u ocupado, los padres compran un bolsa de bizcochos y dan a él para comer durante la reunión pública. Vi el chomp-chomp en acción sólo una vez en reunión pública doctrinaria, felizmente. Sólo que el expositor era yo. Es muy pesado hablar teniendo como fondo musical alguien masticando bizcocho. Y en la primera fila, aún por encima.

Vuelvo a lo que José Raul Teixeira dijo. Pensemos en los niños, que serán sometidos a una tensión innecesaria y alborotará un ambiente para el cual aún no están preparados. Si no tenemos con quién dejarlos, quedemos en casa con ellos. O entonces, llévenlos al parque, a la pracita o similar que tenga que ver con las expectativas de ellos. Exponer los niños a una charla o evento artístico adulto es cansado para ellos. Además de eso, acaba afectando la atención de la asistencia y de los envueltos en la presentación de la actividad. Eso vale también para misas, cultos evangélicos, simpósios académicos o cualquier otro lugar inapropriado para niños y para adónde muchos padres aún insisten en llevarlos. Sé que muchos padres hacen eso porque quieren participar del evento. Si el niño, sin embargo, decide llorar, jugar o equivalente, los padres a nada asistirán y el resto de la asistencia se sentirá incomodada. Y con toda razón.

Voy a aprovechar el asunto y extender la misma recomendación al personal de la tos. Ya vi mucha charla, pieza teatral y concierto de música clásica no rendir lo esperado porque alguien en la platea tosia sin parar; y com la boca abierta. Ya vi hasta un caso en que una joven tosió por tres reuniones públicas semanales seguidas. Y con una boca del tamaño de un tranvía, y encima. ¡Cof-cof-cof! ¿Será que ella no notó que estaba incomodando? ¿Será que no percibió que debería buscar orientación médica?

La tos que no cesa y las conversaciones paralelas

Si la tos es tan incontrolable así, tomemos el medicamento que nos fue prescrito y quedemos en casa. O entonces, salgamos del recinto para no confundir el evento. O por lo menos coloquemos un pañuelo en la boca, medida simple que disminuye el ruido de la tos en diez decibelios, como leí hace un tiempo en un artículo científico. Y diez decibelios a menos en un recinto cerrado hacen una diferencia enorme. Sé que el portador de la tos quiere mucho asistir a la charla o pieza teatral, pero las otras personas también quieren y no lo conseguirán si no hicimos la parte que nos cabe.

Hay también el ti-ti-ti, aquella conversación paralela, em pleno evento, que acaba confundiendo a quien está alrededor de la conversación animada.

El centro espírita estaba engalanado para una ocasión especial: la charla de un importante expositor que venía de otro Estado a concluir un evento que había durado diez días. Recinto lleno. Entrada del salón al frente. Faltaban unos diez minutos para el inicio cuando una señora entró en el recinto. Creo que ella debía estar fuera de la ciudad hace un tiempo, pues tan inmediatamente comenzó a caminar por el pasillo céntrico, venida de la puerta del frente, para buscar un lugar, fue saludada por otra señora que estaba sentada en una de las primeras filas. Se abrazaron efusivamente. Enseguida, conversaron un poco. Ella siempre en pie. Yo estaba sentado un poco más atrás, en el asiento al borde del pasillo central. Por eso, asistí a todo de camarote. Sin problema alguno en cuanto a eso. Sólo que ese no fue el primer saludo. Vino el segundo. Y también el tercero, el cuarto, el quinto... Todos en el mismo diapason y seguido de uma charla cordial y ligeiramente larga. – Debe ser una señora muy querida -, pensé con mis botones.

¿Y el ruído causado por móviles y afines?

Sólo que llegó la hora de la charla. El dirigente dio la bienvenida y llamó alguien para la oración. Y la efusiva señorita aún en el pasillo central siendo abrazada por alguien más y modificando con una charlita básica. Ahí, el expositor de fuera fue llamado a la mesa, saludó a todos, dio inicio a la charla y la mujer aún en el pasillo central, de pie, haciendo lo social. Ella tardó em sentarse. En ese ínterin, buena parte de lo que el expositor dijo en el inicio fue perjudicado por quien estaba teniendo la visión obtruida por la alegre señorita que, por fin, se sentó. Yo fui uno de los perjudicados. Ella quedó al frente de una considerable parte de la audiciencia. Compitió con el expositor por unos diez minutos, sin darse cuenta.

Sé que es muy bueno que volvamos a ver compañeros del movimiento espírita y saludarlos con gusto. Pero en un evento como el que cité, creo que lo mejor a ser hecho es buscar nuestros asientos, saludemos de lejos a los que estén próximos y dejemos manifestaciones de cariño más explícitas para después de la charla.

No podía concluir este texto sin hablar de los sonidos causados por móviles y afines. Voy a llamar tales ruiditos como trim-trins, simbolizando todas las musiquitas, pitidos y similares que dan el aire de la gracia cuando el móvil toca. Ya vi expositores, actores y profesores llamando la atención de la audiencia. Ya vi hasta un vídeo en que profesores de diversos países destrozar tales aparatos tras tomarlos de las manos de alumnos incautos. La tecnología ha facilitado mucho la comunicación últimamente. Aún así, recordemos: smartphones y congéneres deben ser desconectados cuando vamos a asistir a charlas, piezas teatrales, clases, seminarios etc. Evitemos, por lo tanto, los buás, glá-glá-glás, chomp-chomps, cof-cofs, ti-ti-tis y trim-trins. Es demasiada onomatopeya confundiendo la buena marcha de las tareas.

 

(1) Onomatopeya: palabra cuya pronunciación imita el sonido natural de la cosa mencionada (murmullo, susurro, cuchicheo, chillar, pum, reco-reco, tic-tac).



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita