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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 307 – 14 de Abril de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec 

 (Parte 13)
 

Continuamos el estudio metódico de “El Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, la tercera de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en abril de 1864. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. Después de la humildad hacia Dios, ¿cuál es la primera ley de todo cristiano?

B. ¿Cómo ve el Espiritismo a la paciencia?

C. ¿Cómo definir la resignación, a la luz del Espiritismo?

D. ¿En qué consiste la misericordia?

Texto para la lectura

135. Mis bienamados, han llegado los tiempos en que los errores explicados serán verdades. Os enseñaremos el sentido exacto de las parábolas y os mostraremos la poderosa correlación que existe entre lo que fue y lo que es. En verdad os digo: la manifestación espírita crece en el horizonte, y aquí está su enviado, que va a resplandecer como el sol en la cima de los montes. (Juan Evangelista, cap. VIII, ítem 18.)

136. ¿Cuál es, amigos míos, ese bálsamo soberano que posee una virtud tan grande, que se aplica a todas las llagas del corazón y las cicatriza? ¡Es el amor, es la caridad! Si poseéis ese fuego divino, ¿qué podréis temer? (Cap. VIII, ítem 19, un Espíritu protector)

137. En vuestras aflicciones, volved siempre la mirada al cielo y decid desde el fondo del corazón: “Padre mío, curadme, pero haz que mi alma enferma se cure antes que mi cuerpo; que mi carne sea castigada, si fuera necesario, para que mi alma se eleve hacia tu seno, con la blancura que poseía cuando la creasteis”. Después de esta plegaria, amigos míos, que el buen Dios escuchará siempre, se os dará la fuerza y el valor y, quizás, también la cura que sólo tímidamente pedisteis, en recompensa a vuestra abnegación. (Cap. VIII, ítem 20, Vianney, cura de Ars)

138. Los que son privados de la vista deberían considerarse los bienaventurados de la expiación. Recordad que Cristo dijo que conviene que os arrancareis vuestro ojo si fuese malo, y que más valdría lanzarlo al fuego que dejar que fuese causa de vuestra condena. ¡Ah! ¡Cuántos hay en el mundo que un día, en las tinieblas, maldecirán haber visto la luz! (Cap. VIII. ítem 20 Vianney, cura de Ars)

139. “Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la Tierra. Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios.” Por estas máximas, Jesús hace de la dulzura, la moderación, la mansedumbre, la afabilidad y la paciencia, una ley. Por lo tanto, condena la violencia, la cólera y toda expresión descortés que alguien pueda usar para con sus semejantes. (Cap. IX, ítems 1 a 4)

140. Jesús nos quiere decir con esas palabras que, cuando la Humanidad se someta a la ley de amor y de caridad,  ya no habrá egoísmo; el débil y el pacífico ya no serán explotados ni aplastados por el fuerte y el violento. Tal será el estado del planeta Tierra, cuando según la ley del progreso y la promesa de Jesús, se convierta en un mundo dichoso, como efecto del alejamiento de los malos. (Cap. IX ítem 5)

141. La benevolencia para con los semejantes, fruto del amor al prójimo, produce la afabilidad y la dulzura, que son las formas en que se manifiesta.  Sin embargo, no siempre hay que fiarse de las apariencias. La educación y la convivencia social pueden dar al hombre el barniz de estas cualidades. El mundo está lleno de esas criaturas que tienen la sonrisa en los labios y el veneno en el corazón; que son mansas, mientras nada les moleste, pero que muerden a la primera contrariedad; cuya lengua, de oro cuando hablan de frente, se convierte en dardo venenoso cuando están detrás. (Cap. IX, ítem 6, Lázaro)

142. No basta que de los labios broten leche y miel. Si el corazón de ninguna manera se relaciona con ellos, sólo hay hipocresía. Aquél cuya afabilidad y dulzura no son fingidas nunca se desmiente: es el mismo tanto en sociedad como en la intimidad. Sabe que, si por las apariencias logramos engañar a los hombres, a Dios nadie puede engañar. (Cap. IX, ítem 6, Lázaro)

143. La doctrina de Jesús enseña, en todos sus postulados, la obediencia y la resignación, dos virtudes compañeras de la dulzura y muy activas, aunque los hombres las confundan erróneamente con la negación del sentimiento y de la voluntad. La obediencia es el consentimiento de la razón; la resignación es el consentimiento del corazón, ambas fuerzas activas, porque cargan el fardo de las pruebas que la rebeldía insensata deja caer. (Cap. IX, ítem 8, Lázaro).

144. Cada época es marcada con el sello de la virtud y del vicio que debe salvarla o perderla. La virtud de vuestra generación es la actividad intelectual; su vicio es la indiferencia moral. (Cap. IX, ítem 8, Lázaro) 

Respuestas a las preguntas propuestas

A. Después de la humildad hacia Dios, ¿cuál es la primera ley de todo cristiano?

La primera ley de todo cristiano, después de la humildad hacia Dios, es la ley de caridad para con el prójimo. (El Evangelio según el Espiritismo, capítulo IX, ítem 4.)

B. ¿Cómo ve el Espiritismo a la paciencia?

La paciencia es también una caridad. Según el Espiritismo, la caridad que consiste en la limosna que se da a los pobres es la más fácil de todas. Pero hay otra mucho más penosa y, en consecuencia, mucho más meritoria: la de perdonar a los que Dios colocó en nuestro camino para ser instrumentos de nuestro sufrimiento y poner a prueba nuestra paciencia. (Obra citada capítulo IX, ítem 7.)

C. ¿Cómo definir la resignación, a la luz del Espiritismo?

Tanto la obediencia como la resignación son virtudes muy activas, aunque los hombres las confundan erradamente con la negación del sentimiento y de la voluntad. La obediencia es el consentimiento de la razón; la resignación es el consentimiento del corazón. Cuando se dice que una persona es resignada, lo que se quiere decir es que acepta de corazón las cosas que no pueden ser cambiadas, hecho que ocurre en numerosas situaciones en nuestra vida. (Obra citada, capítulo IX, ítem 8.)

D. ¿En qué consiste la misericordia?

La misericordia es el complemento de la dulzura, porque aquél que no sea misericordioso no podrá ser manso y pacífico. La misericordia consiste en el olvido y el perdón de las ofensas, lo que es propio de las almas elevadas, que pasan por encima de los golpes que les puedan asestar. (Obra citada, capítulo X, ítems 1 a 4.)

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita