Especial

por Altamirando Carneiro

Recordando a Palestina, tierra de encanto y magia

Palestina, tierra de encanto y magia. No hay como no amar ese lugar, incluso que solo la conozcamos por el relato de los libros. Pues fue allí que ocurrió la mayor historia de todos los tiempos, protagonizada por Jesús de Nazarét. Una historia sorprendente, tan grande y extraordinaria, como extraordinaria y grande es la presencia de Jesús en nuestras vidas.

Él llega humilde y prende nuestro corazón. Y particularmente nosotros, espíritas, lo comprendemos en su real grandeza, gracias a la Codificacación Espírita, traida por Allan Kardec.

Si para nosotros esta fascinación por Palestina es sorprendente, no es difícil imaginar por qué los israelitas tenían tanto amor por su tierra, amor que tenían y han sentido, pues Palestina era un país bellísimo: con sus planicies; profundos valles, las mesetas central y oriental, altos montes, donde en ellos su pueblo veía la grandeza de Dios; desiertos, mares, lagos, ríos y clima variado.

Verdadero encanto y magia ejercían los ríos y los lagos, y los que los admiraban quedaban fascinados por la placidez de sus aguas. El río Jordán se origina de la confluencia de cuatro ríos. El río Jordán es el más importante del mundo antiguo. Está unido a las manifestaciones religiosas, desde los días de Abrahán hasta los días de Jesús, y fue palco del ministerio de Juan Bautista y del bautismo de Jesús. Y aun el lago Tiberiades, o Mar de Galilea, cuyas márgenes y playas fueron lugares de acontecimientos importantes de la vida de Jesús.

El clima era variado. Su posición geográfica, su topografía accidentada, su proximidad con el Mar Mediterráneo y la proximidad del desierto contribuirían para las madrugadas lindísimas, heladas fuertes y nieve, común sobre las montañas.

Existían lírios en abundancia. “Y con la ropa, ¿por qué andais preocupados? Mirad los lirios del campo – dice Jesús –, como crecen, y no trabaja y no giran. Y, no obstante, yo os aseguro que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Ahora, ¿si Dios viste así la hierba del campo, que existe hoy y mañana será cortada y lanzada al fuego, no hará él mucho más para vosotros, hombres débiles en la fe?” (Mateo, 6: 28 a 30).

En aquella época, se estudiaba en el libro Proverbios (3:13 y 14):

¡Las alegrías del sabio!

¡Feliz el hombre que encontró la sabiduría,

el hombre que alcanzó el entendimiento!

La Ganhá vale más que la plata,

y su ganancia más que el oro.

Hoy, nos acordamos de la comunicación del Espíritu de Verdad, en París, 1860, registrada en El Evangelio Según el Espiritismo, capítulo 6, ítem 5: “Espíritas, amaos, he el primer mandamiento; instruíos, he el segundo. Todas las verdades se encuentran en el Cristianismo; los errores que en el se enraizarón son de origen humano; he que, de más allá de la tumba, que creibles vacío, voces os claman: “¡Hermanos! Nada perece. ¡Jesucristo es el vencedor del mal; sed los vencedores de la impiedad!”


Abrahán, el patriarca hebreo
 – La historia de Abrahán es relatada en el libro Génesis, primera obra Antiguo Testamento, a partir del capítulo 12.

Abrahán, considerado el primer gran patriarca del pueblo hebreo, de cuya descendencia surgiría el Mesías, era natural de la ciudad de Ur, en Caldea, situada en el valle de Mesopotamia, entre los ríos Tigri y Eufrates, en el Golfo Pérsico, actual Iraq.

Por vuelta del siglo 20 antes de Cristo, él deja Ur y se dirige para Haran, al norte, acompañado de su padre. Estaba casado con su prima Sara. Después de la muerte de su padre, Abrahán deja la casa paterna y sigue en busca de la Tierra Prometida. Fue hasta Siquén, en el valle del río Jordán, donde había tierras buenas para cultivar. Allí se instaló y vivió la mayor parte de su vida. Después de haber sido probado por Dios, a cuya orden debería sacrificar al propio hijo, Isaac, Abrahán construyó un altar, formó su alianza con los mentores espirituales y dio inicio a la religión monoteísta.

Se verificaba en aquella región una gran sequia cuando Abrahán se cambió para  Egipto con la familia y el rebaño. A la vuelta a la Tierra Prometida, vía Neguev, él y sus familiares no fueron bien recibidos por los cananeos, principalmente debido a los desentendimientos de su sobrino Lot, que también se desentendió con los pastores del rebaño de Abrahán. Por eso, tío y sobrino se separaron y, a consejo de él, Lot se instaló con su tribu en la planicie del Jordán, al sur del Mar Muerto.

Abrahán tuvo varios hijos. De ellos, los más citados son Ismael, hijo de Agar, esclava de su mujer, e Isaac, hijo de su mujer Sara. Isaac se casó a los 40 años con Rebeca, hermana de Laban, con quien tuvo dos hijos, los hermanos gémelos Esaú y Jacob. Esaú, por haber nacido primero, tenía direcho a la progenitura, pero lo cambió por Jacób por un plato de lentejas.

Por determinación de Isaac, Jacób fue enviado a la casa de Labon, en Haran, donde conoció a su prima Raquel y se apasionó por ella. Labon exigió que, para recibirla en casamiento, Jacób trabajase para él durante siete años. Finalizado el plazo, astutamente, en lugar de Raquel el padre le dio a Lia, su hija más mayor. Después de una semana nupcial, Laban entregó también a Raquel, con la exigencia de que, para desposarla, Jacób habría de trabajar siete años más.

Durante el viaje hasta Haran, Jacób soñó con una escalera que se erguia en la Tierra y los ángeles de Dios subían y descendían por ella. Esa escalera simboliza el proceso de evolución de los Espíritus en la Tierra. De vuelta del viajen para Canaán, Jacób soñó que luchó con un ángel hasta el amanecer. Como no fue vencido, el ángel le dio el nombre de Israel y le dice que ese debería ser su nombre de ahí por delante, pues de sus descendientes, que serían doce, se originarían las doce tribus de Israel. Como sabemos, en la división, cada una de las tierras recibió el nombre de uno de los hijos de Jacób. Este es el origen del pueblo de Israel.

Según San Jerónimo, estudioso y compilador de la primera Biblia en latín, el sueño de Jacób es, en verdad, un mensaje del combate espiritual y perseverante del hombre con su inferioridad – la Reforma Íntima, como nosotros espíritas conocemos. 

La saga de Jacób y su amor por Raquel son descritos en un conocido soneto de autoría del poeta Luís de Camões:
 

Siete años de pastor Jacób servía

Laban, padre de Raquel, serrana bella;

pero no servía al padre, servía a ella,

que a ella solo por premio pretendía.

Los días, en la esperanza de un solo día,

pasaba, contentándose por verla;

sin embargo el padre, usando cautela,

en lugar de Raquel le daba a Lia. 

Viendo al triste pastor que con engaños

así le fue negada su pastora,

como si no la hubiera merecido,

comienza a servir otros siete años,

diciendo: - Pero servirá, si no fuera

para tanto amor tan corta la vida.


Jerusalén
 - Jerusalén, una de las más celebres ciudades del mundo, ocupa lugar de importancia en la historia biblica. Durante la larga historia, la ciudad conoció varios nombres: Urusali, Salén, Jebus, Sion, Jerusalén, cuyo nombre significa “paz sagrada”; Ciudad de David, Ciudad de Judá, Aélia Capitolina, nombre dado por el emperador Adriano. Jerusalén está situada en un altiplano próximo al valle del río Jordán, en las llamadas montañas de Judea, a 21 kilómetros al oeste del Mar Muerto y a 51 kilómetros al este del Mar Mediterráneo.

Por poseer movimiento económico muy grande, Roma tenía allá su sede de gobierno, con sus procuradores. Era entonces dividida en tres barrios: Ciudad Alta – Monte Sion, donde residían los ricos; Ciudad Baja – a lo largo del valle de Cedrón, donde se aglomeraban los pobres; Barrio del Templo – con muchas dependencias.

La ciudad es un centro religioso y lugar de peregrinación para judíos, musulmanes y cristianos. Los lugares considerados santos están bajo la jurisdicción de esas tres religiones.

Herodes, que cuando Jesús nació ya reinaba hacia 29 años, embelleció Jerusalén (destruida 17 veces y reconstruída 18 veces), que se volvió una de las más bellas ciudades del Oriente Medio, dotada de palacios, teatros y, sobre todo, del Gran Templo, idealizado por David y construído por Salomón, destruído por Nabucodonosor en 586 a.C. y reconstruída después de la liberación de los judíos por Ciro, el Gran rey de los persas. Conviene decir que este es el segundo Templo. El primero fue construído por Salomón y contenía varias puertas y patios internos sobrepuestos.

Esta es la cronología de la historia de Jerusalén, a través de los tiempos:

En el año 1.000 a.C., el rey David funda Jerusalén, la capital del Reino Israelita.

En 586 a.C., el ejercito de Babilonia, conducido por el rey Nabucodonosor, conquista la ciudad, exilia a los rebeldes judíos y quema el Templo Sagrado.

539 a.C., Ciro de Persia vence a los babilonios y toma la ciudad, permitiendo que los judíos vuelvan del exilio. Jerusalén es reconstruída. Se yergue el Segundo Templo.

322 a.C., Alejandro, el Grande, incluye a Jerusalén en su ruta de conquistas. Se inicia el proceso de helenización de la ciudad.

164 a.C., Judas Macabeo lidera una rebelión contra el culto a Zeus.

64 a.C., El general Pompeo toma la ciudad, iniciando más de dos siglos de hegemonía romana.

6 d.C., Poncio Pilatos enfrenta y derrota a los judíos rebeldes y la ciudad es nuevamente destruída. La diáspora se inicia con el exilio de los rebeldes.

135 – El emperador Adriano enfrenta nueva revuelta y los judíos son expulsados de Jerusalén.

313 – Constantino adopta y legaliza, por medio del Edicto de Milán, el Cristianismo en el Imperio Romano.

De 476 a 634 – Palestina es una provincia del Imperio Romano Oriental.

De 634 a 750 – Es gobernada por los califas musulmanes.

De 750 a 960 – Se vuelve parte del gobierno sirio, de dominio árabe.

De 960 a 1095 – Palestina es dominada por los egipcios.

De 1095 a 1187 – Ocurren las Cruzadas para liberar la Tierra Santa.

De 1187 a 1250 – Palestina se volvió parte del Imperio Otomano, bajo el liderazgo de Saladino, en 1187.

De 1250 a 1517 – Palestina es gobernada por fuerzas militares egipcias.

De 1517 a 1914 – Los turcos invaden Jerusalén y la dominan por 400 años, periodo en que Palestina forma parte del Imperio Otomano.

De 1914 a 1948 – Despues de la invasión de Palestina por los aliados,  Inglaterra apoya la creación, en Palestina, de un hogar para el pueblo judío, quedando conocido como Declaración de Balfour, en 1917. En 1922 Inglaterra la asume hasta el 15 de mayo de 1948 el Mandato de Palestina, por delegación de la Liga de las Naciones Unidas. El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea de las Naciones Unidas, bajo la presidencia del brasileño Osvaldo Aranha, votó la resolución que recomendaba el establecimiento, en Palestina, de un Estado Judío y un Estado Árabe.

1948 – El 14 de mayo de 1948 fue proclamado el Estado de Israel, el primer gobierno autónomo judaico después de un largo tiempo. Al día siguiente, el Estado de Israel fue invadido por Jordania, Siria, Libano, Iraq, Egipto y Arabia Saudita. La ciudad es dividida: la parte occidental pertenece al Estado de Israel y la oriental, a Jordania.

1967 – El 5 de junio de 1967 Israel fue nuevamente invadida por cuatro países árabes simultaneamente. La Guerra de los Seis Días garantiza la hegemonía total de Jerusalén a Israel. Los muros que dividen la ciudad son derrumbados.

1980 – Proclamada la capital de Israel por la Knesset. Israel considera a la ciudad de Jerusalén como su capital, acogiendo la sede del gobierno. No hay, entre tanto, un consenso internacional en cuanto a esa cuestión. La ciudad de Tel Aviv es también considerada capital y acoge la sede de diversas embajadas internacionales.

Es notable, por fin, reconocer que los habitantes de la región, de las tierras biblicas, siempre tuvieron su manera peculiar de vida, manteniendo sus costumbres y sus particularidades religiosas, a pesar de todas las vicisitudes que enfrentaron.

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita