Especial

por Cláudio Bueno da Silva

Centros de cultura espiritual

Considerandose los nuevos tiempos y los cambios que el progreso trae a la sociedad, se puede preguntar si el modelo de centro espírita que se conoce hoy está apto para responder satisfactoriamente a las muchas preguntas que se presentan en la vida moderna.

Se sabe que el periodo que atravesamos exige actitudes efectivas de cambio mental y comportamental y que eso solo es posible en la medida en que se comprendan la causa y las consecuencias de los problemas que nos acfetan. El centro espírita, como diseminador de los principios del Espiritismo, es llamado a contribuir con sus esclarecimentos.

La Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, considerada como el primer centro espírita instituido, fundada por Allan Kardec a primero de abril de 1858, surgió como “centro regular de observaciones”, y tuvo el propósito de investigar sobre los asuntos pertinentes a la nueva Doctrina y evaluar los resultados de esa investigación, proponiendose aun a prestar informaciones a los interesados, que podrían también comunicar sus propias observaciones.

Buena parte de la teoría doctrinaria del Espiritismo nació en aquel c­entro de estudios trascendentales en que el material de trabajo eran los diálogos con los espíritus, cuidadosamente conducidos por Allan Kardec, con el concurso de buenos médiuns.


Los agrupamientos espíritas y las influencias

Desde entonces, millares de centros espíritas fueron creados en el mundo, y es natural pensar que sus características deban haber sufrido la influencia de los valores, de la cultura, de las costumbres y tradiciones del medio donde surgieron, y bien probablemente la ingerencia particular de personas y grupos creando normas y procedimientos a su criterio.

Como consecuencia, es también natural pensar que, en la gran mayoría, no hayan conseguido llevar adelanten en el interés científico, espiritual y cultural.

En Brasil, esa “adaptación” metodológica y funcional del centro espírita a lo largo de las décadas fue significativa y los núcleos espíritas se especializaron básicamente en el atendimiento de los dolores físico-emocionales de sus frecuentadores, aunque desempeñando otras tareas de relevancia.

En ese sentido hay una incisiva y audaz afirmación de Herculano Pires en la obra Agonía de las religiones (cap. XI, “La cura divina”, Paidéia, 2000), en que él afirma que “La finalidad del Espiritismo no es terapéutica, si no cultural”.


La bandera de la caridad

En Brasil, el centro espírita abrazó vigorosamente la caridad asistencial, se volvió una referencia en ese tipo de trabajo. Esa actividad, sin duda loable, hizo desenvolver en el medio espírita un concepto de caridad amoldado a lo que se convino en llamar de “asistencialismo”, en que, según especialistas, no hay interés en estudiar las causas de las necesidades, apenas evaluar sus efectos inmediatos.

El concepto espírita de caridad tiene “aceptación muy extensa”, dice Allan Kardec, y “se aplica a todas las relaciones personales” (...) más allá de las relaciones de individuo a individuo, las relaciones de ciudades para con ciudades, de Estados para con Estados, de países para con países” (1). El sentido de la caridad espírita va más allá de la relación donador/necesitado, y abarca el universo de las relaciones entre bien y mal, cierto y errado, verdad y mentira, virtud y vicio.

Allan Kardec siempre se preocupó con el destino humano. Con sus reflexiones y escritos superiores de cuño moral/social, influenció a muchos a pensar en la caridad como forma de erguir a las personas, de hacerlas andar por sí mismas, de estimularlas en la búsqueda de la autonomía, al encuentro del conocimiento que las vuelve agentes promotoras de la libertad, de la solidaridad y de la fraternidad.


Compromiso con el conocimiento espírita

Para muchos adeptos, no basta solo la lectura de las obras de Allan Kardec. Es necesario el debate, la conversación, el esclarecimiento de las cuestiones fundamentales de la existencia y de la vida de relación entre los hombres para que, más allá del conocimiento de la transcendencia, del despertar de la conciencia, se adquiera la formación de la ciudadanía moral, el desenvolvimiento del espíritu crítico y racional, la asimilación de las razones que nos hacen comprender y amar, más allá de otros saberes que, asimilados por la razón, enriquecerá a las personas y las harán participar activamente de la construcción de la sociedad mejorada y más justa. El centro espírita puede y debe contribuir para la madurez del pensamiento social/espiritual de los espíritas.

El centro espírita no puede abandonar jamás los recursos del consuelo y esclarecimiento moral. No debe tampoco descuidar la demanda por asistencia material, pero hay que tener mayor compromiso con lo que propone el Espiritismo originalmente, antes de todo, la concienciación del ser a través del conocimiento espírita encajado con otras formas de conocimiento, y la aplicación de ese saber en todos los níveles y relaciones sociales. Sin esa perspectiva no habrá cambio o ella tardará mucho más allá de lo razonable.

Creo que los centros espíritas brasileños siempre tuvieron el propósito de orientar a los hombres en las cuestiones espirituales y de aliviar sus dolores. No obstante, es innegable que se acomodaron a los moldes de la tradición religiosa histórica, distanciandose de la propuesta universal de transformación concebida en los textos originales de Allan Kardec y de los Espíritus.

Si ese fenómeno fue inevitable a lo largo de las décadas de práctica de los centros espíritas por aquí, se hace necesario a partir de ahora, con más amplitud de vistas, reestructurarlos, considerando los avances sociales, culturales y científicos de los nuevos tiempos. Incluso porque, todos saben del carácter progresivo del Espiritismo.


Centros de cultura espiritual

No se puede desconsiderar lo mucho que los espíritas de varias generaciones hicieron con los recursos intelectuales y materiales que detengan, con la convicción de que harían lo mejor. Sin embargo, hoy más que nunca, es preciso que los espíritas actualicen su lenguaje y comunicación y usen el instrumental revolucionario que la filosofía espírita propone al mundo. Hay que intentar mejorar el entendimiento de lo que Kardec y los Espíritus pensaron y llamaron Espiritismo.

A mediados del siglo XIX las pautas de discusión social no tenían la exposición global y amplitud temática que tiene hoy. Incluso así, Allan Kardec no quedó ajeno a la realidad de su tiempo y debatió en la Revista Espírita asuntos de real interés para la humanidad, siempre extrayendo de esos estudios las debidas conclusiones de fondo moral y espiritual.

En El Libro de los Médiuns (2), refiriendose a la eventual falta de médiuns en grupos recién-formados y que por eso tendrían la tarea perjudicada, Allan Kardec sugiere que los participantes se ocupen en estudiar. Dice: “Que sea leído y comentado todo lo que pueda tener relación con el Espiritismo, a favor o contra. De esa discusión, a que cada uno de la contribución de sus propias reflexiones, salen los esclarecimientos que pasan desapercibidos en una lectura individual. Al lado de las obras especiales, los periódicos también contribuyen con hechos, noticias, reportajes, relatos de virtudes o de vicios que levantan graves problemas morales susceptibles de ser resueltos por el Espiritismo. Ese es también un medio de probarse que el (el Espiritismo) se une a todos los aspectos de la vida social”.

Por tanto, el centro espírita contemporáneo, más allá de los estudios propios de su filosofía, precisa incorporar el concepto ético-moral y la visión espiritual de la Doctrina sobre todas las cuestiones que afecten el desenvolvimiento humano. Eso forma parte de la educación del ser, de su madurez conciencial. El espírita precisa formar opinión sobre muchas cuestiones, aunque medianamente, para que pueda obrar y actuar en conformidad a ellas.

Es preciso también releer y reestudiar sobre la mediumnidad y la reencarnación, que tantas divergencias de conceptuación y aplicabilidad provocan en el medio espírita.

Yo, particularmente, veo ahora el centro espírita como núcleo de desenvolvimiento de cultura espiritual, donde se deba dar total énfasis a la educación de los encarnados, sin prejuicio de la atención volcada a los Espíritus. Es bueno que se diga, aquí, que los Espíritus participan de las actividades de los hombres, y todo avance de estos será fatalmente acompañado por aquellos. Más de lo que, es bueno fijar, el campo de pruebas del Espíritu es aquí, en el mundo encarnado.

Centros de cultura espiritual aplicados a la educación de los espíritus encarnados, al perfeccionamiento espiritual y comportamental humanos. Todo eso sincronizado con las experiencias mediúmnicas que ciertamente continuarán trayendo contribuciones de los Espíritus para la evolución de la humanidad de la cual ellos también forman parte.

“No hay clima para el desenvolvimiento de la Cultura Espírita”, decía J. Herculano Pires en El Centro Espírita (1ª edición, Paidéia, 1980). Pasados casi 50 años, creo que ya haya oportunidad para pensar seriamente en eso. 

Herculano Pires dice más en El Centro Espírita: “Para restablecer la verdad espírita entre nosotros y reconducir nuestro movimiento a una posición doctrinaria digna y coherente, es preciso comprender que la Doctrina Espírita es un llamado viril a la dignidad humana, a la conciencia del hombre para deberes y compromisos en el plano social y en el plano espiritual, ambos conjugados en base de las exigencias de la ley superior de la Evolución Humana.”


(1) Viaje espírita en 1862, Allan Kardec, “Discurso III”, O Clarim Editora.

(2) El Libro de los Médiuns, A.K., “Asuntos de estudio”, ítem 347. 

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita