Especial

por Adilson Lorente

Bienestar, felicidad y conciencia

El año comenzó con una frase de aquellas que alguien extrajo del pensamiento de un autor consagrado, exanimar para muchos en la red y ella se multiplica como verdad por todo el mundo. La frase decía: “Las relaciones no están aquí para facernos felices. Estan aquí para hacernos profundamente conscientes.” La frase es atribuida al prestigiado escritor y conferenciante alemán Eckhart Tolle, que hoy reside en Canadá.

Como también quiero ser feliz en el Año Nuevo, de preferencia en conjunto con toda la humanidad, pensé: vamos a reflexionar sobre ese apunte, a partir de dos preguntas: ¿En cómo nuestra conciencia depende de nuestras relaciones? ¿Y en cuánto nuestra felicidad depende de nuestra conciencia?

Buena parte de lo que aprendemos en la vida vino de nuestras relaciones. Pero, ¿podríamos tener las mismas relaciones y aprendido bien menos o bien más, no es verdad? Entonces, la mayor parte de lo que aprendemos depende mucho de nosotros mismos, de nuestra atención, del respeto que tenemos por la forma de ser y pensar del otro, del examen crítico de nuestras acciones y reacciones y así por delante. 

Creo que la relación que más amplia nuestra conciencia es la relación con nosotros mismos. Es la mirada para dentro, examinar pensamientos, sentimientos, cuestionar juicios de valores. Todo sin dejar de oir opiniones diferentes de las nuestras, sin preconceptos, para ampliar nuestro entendimiento.

Vamos a la práctica: siempre encontré que sería bueno y estimulante para mí tener un amigo para acompañar en los caminos que realizo en el Centro Deportivo de la Prefectura, aquí en Lapa.  Como no fue posible a ciertos horarios, comencé a caminar solo. Luego percibí que cuando estoy conmigo mismo – de verdad, sin móvil (celular), sin equipamientos sonoros – la caminata tiene un ritmo propio. El ritmo de mi cuerpo y de mí alma durante el trayecto. Sigo atento a mi respiración, a mis pensamientos y a la belleza del camino. De esa forma, enriquezco mi experiencia y me armonizo conmigo mismo y con la Naturaleza que me rodea. Es una relación que realmente me hace feliz.

Cuando leo, también estoy solo. Y aprendí que, antes de comenzar la lectura, debo vaciar mi cabeza para poder concentrar la atención exclusivamente en la lectura. Puedo leer con deseo de acabar el libro o para deleitarme con sus pasajes, caminando por ellas e imaginándolas como posibilidades. Traigo el mundo del autor para el mío y viajo inspirado en su creación, añadiendole mis vivencias. La lectura gana una proporción que va más allá del texto, penetrando por los enredos de aquello que soy y motivarme a ir más allá, bajo el impulso de la imaginación. En verdad, son elecciones que aprendí a hacer como lector.

Cuando aprecio una música en un show, tengo un tipo de atención, pero al oírla en el sillón de la sala, acompañando la letra de la canción y atento a su ritmo y melodía, enriquezco aun más la experiencia. Las dos formas son muy agradables e intensas. En ambas, con todo, no son los otros que la enriquecen, sino la forma como me entrego a ellas. Cuando voy al shows musicales donde venden el CD con las músicas, al llegar a casa tengo la necesidad de oírlas atentamente, saboreo las letras de las canciones contenidas en el libreto y percibo detalles de los instrumentos y de las voces que no había conseguido captar en el show. Son dos momentos completamente diferentes. Si leo algo sobre cómo las músicas fueron creadas, la experiencia se enriquece y quedo aun más feliz.

En el Espiritismo, vemos la reforma íntima como algo esencial y luego pensamos que tenemos que pulir mucho el diamante de nuestra existencia, de nuestro ser. Pero, ¿cómo hacerlo? No hay receta del pastel. Las posibilidades son infinitas y se combinan. Pero todas dependen de nuestra atención, del interés en nosotros mejorarnos no solo en la convivencia con el prójimo, pero también con nosotros mismos, a cada momento de la vida.

En un mundo donde los seres viven pegados a celulares, computadores y televisiones, atentos  a las redes sociales que bombardean informaciones, imágenes y sonoridades, todas dirigidas por algoritmos sofisticados, especializados en capturar la atención de las criaturas, quedar a solos – yo conmigo mismo y usted con usted mismo – comienza a parecer un gran desafío. Cuando no estamos durmiendo o atendendo necesidades básicas, ¿cuánto tiempo quedamos con los infinitos contenidos ofrecidos por las pantallas pequeñas, abdicando de nosotros mismos, y cuánto quedamos atentos a pensamientos y sentimientos, concentrados en algo que elegimos sin interferencia de algoritmos? Esa relación parece habernos distanciado considerablemente de nosotros mismos, ¿no es verdad?

Alguien podría argumentar: pero solo veo lo que me interesa en las redes. Exactamente, eso ocurre porque nos van enviando informaciones, imáges y sonoridades del tipo que gustamos y así vemos más de lo mismo, juntamente con los contenidos promocionales que patrocinan su vehiculación. Cuántas veces usted ya se preguntó: ¿por qué estoy perdiendo tanto tiempo con eso y dejando de hacer lo que necesitó? Ya percibió cuánto se cansa después de quedar atrapado por cerca de una hora? ¿Ya sintió como su ansiedad aumenta cuando recibe mucho estímulo de las pequeñas pantallas? ¿Ya se notó irritado después de esas constataciones? ¿Ya tuvo dificultad de relajarse y dormir después de atraparse?

En el libro El Arte de la Meditación, escrito en 2005, el autor de Inteligencia Emocional, Daniel Goleman, nos hace recomendación fundamental para los días actuales: ”Aprenda a tranquilizar la mente, relajar el cuerpo y desenvolver el poder de la concentración.” Solo podemos concentrarnos en algo, si nuestra mente estuviera tranquila, permitiendo que nuestro cuerpo esté relajado. ¿Parece fácil? Qué bueno si fuese. ¡Se trata de uno de los mayores desafíos para ser felices en los tiempos actuales! 

Muchos seres humanos precisan quedar enfermos para resolver enfrentar el desafío de reconectar consigo mismo de forma consciente y amorosa. Otros precisan sufrir pérdidas considerables en sus relaciones, como una separación, distanciamiento de hijos. ¿Usted ya vió una familia - padres e hijos – en un restaurante, todos con celulares, raramente conversando? Algunos, incluso sabiendo que por ese camino hay menos oprtunidades de ser feliz, no consiguen cambiar hábitos que los distancian de sí mismos y de aquellos que aman.

¿Usted consigue prestar atención a su respiración por algunos minutos? Digamos 15 minutos, acompañando cada inspiración y expiración, volviendo a respirar un poco más profundo. Comience con cinco minutos y va aumentando hasta 30 minutos. Desliguese del entorno. Sienta el movimiento del pecho y del abdomen y relaje cada parte del cuerpo al respirar.

Comience a andar y sienta cada paso por toda la caminata, como la percepción del cuerpo se va modificando con el movimiento y los cambios en el trayecto, en la subida, en la descendida, en el terreno plano, en los contornos. Cruce con las personas sin perder la atención, sin dejar el pensamiento divagar sobre cómo son, lo que piensan, lo que sienten, ¿cuánto perfume pasaran, cuántas vueltas son capaces de hacer, si están más o menos preparadas que usted para soportar el trayecto. ¿Es difícil? Ciertamente. Por eso, entrenamos cuantas veces fueron necesarias, hasta conseguir estar solos, en nosotros mismos. Plenos de conciencia. Podemos divagar y perder nuestra atención innumerables veces, pero, si insistimos, nos perderemos menos y nos encontraremos más. ¿Sirvió?

Después de mobilizarnos para resolver problemas y enfrentar los desafíos del día a día, precisamos aprender a relajar el cuerpo y la mente para recargar nuestras baterias. La tensión nos permite concentrar energía y atención en la solución del desafío. Pero, enseguida, precisamos volver a relajarnos para recuperar fuerzas físicas y capacidad cognitiva para lo que vendrá. Vemos con frecuencia a personas que enfrentan situaciones normales del día a día como si estuviesen en una batalla de vida o muerte, siempre con mucha ansiedad. Para muchas de ellas, la vida se vuelve una jornada de sufrimiento. Un cuerpo permanentemente movilizado, tenso, se cansa en exceso y, rápidamente, queda sin energía para la solución de nuevos problemas.

Volver para sí, para el cuerpo y la respiración, relajando después los desafíos y manterse tranquilo y confiando al realizar las tareas, exige atención, conciencia. Casi todas las ocurrencias de nuestras vidas pueden ser encaradas como naturales y vividas con tranquilidad. La mente del caminante, no obstante, precisa estar bajo su control, así como la respiración debe dominar la ansiedad, imponiéndole un ritmo suave y cariñoso, para oxigenar su cuerpo dandole más energía.    

Una mente que frecuentemente divaga sin rumbo en la red o fuera de ella, no llega a lugares deseados, se cansa y se desgasta de forma excesiva innecesaría, nos deja ansiosos, angustiados e infelices. Si usted quiere que el Año Nuevo sea diferente y mejor, revise su forma de lidiar con la vida. No se entregue tanto tiempo al exceso de estímulos externos que llegan de todos los lados, coloque  su atención en la solución de los problemas, pero, después de resolverlos, vuelvase para su bienestar, su respiración profunda y gustosa, su cuerpo relajado, su mente tranquila. Recupere así las energías necesarias para seguir al frente con lo mejor de sí mismo.

Respondiendo a las cuestiones formuladas en el inicio de este texto, debemos depender lo mínimo posible de las relaciones con terceros para ser felices o para  volvernos conscientes. Nuestro libre-albedrío debe ser un pasaporte para nuestra mayor libertad – la interior – y para nuestro bienestar. Como seres sociales, nuestras relaciones son parte esencial de nuestras vidas, pero cuanto mejor estuvieramos con nosotros mismos, más oportunidades tendremos de darnos bien con quien nos relacionamos. 

Si usted estuviera atento a sí mismo, entenderá con mayor claridad y profundidad los mensajes de aquellos que están a su alrededor y se relacionará mejor con su prójimo, confirmando las enseñanzas de los sabios antiguos y modernos.

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita