Especial

por Andres Gustavo Arruda

Identificación con
el mundo espiritual

"Lanzad para adelante la vista; cuanto más os elevarais por el pensamiento, por encima de la vida material, tanto menos os amargarán las cosas de la Tierra.’’  (Allan Kardec, El Evangelio Según el Espiritismo, cap. XII).


Con el advenimiento de la Doctrina Espírita nos fue revelada, de forma indudable, la existencia del mundo espiritual.  Así, la visión estrecha que antes teníamos acerca de la vida y del objetivo de nuestra estancia en la Tierra dio lugar al horizonte ilimitado e infinito de la dimensión extrafísica, y, de este modo, comprendemos que nuestra existencia en el plano físico consiste en estado, en el cual debemos emprender el mayor esfuerzo posible para perfeccionarnos intelecto-moralmente y avanzar algunos pasos en la senda de la evolución.

Sobre las consecuencias derivadas de esa visión espiritualista de la vida y de la creencia en la existencia del mundo espiritual, así se expresó Kardec:1

Revelandonos la existencia del mundo invisible que nos cerca y en medio del cual vivimos sin sospecharlo, el nos da a conocer, por el ejemplo de los que vivieron, las condiciones de nuestra felicidad o de nuestra desgracia futura; explica la causa de nuestros sufrimientos en la Tierra y la manera de suavizarlos.[...] El hombre, convencido de la grandeza y de la importancia de su existencia futura, que es eterna, la compara con la incertidumbre de la vida terrena, que es tan corta,  y se eleva por el pensamiento por encima de las mezquinas consideraciones humanas. Conociendo la causa y el objetivo de sus miserias, las soporta con paciencia y resignación, porque sabe que son el medio de llegar a un estado mejor. (grifamos) (resaltamos en negrita).

En base de lo que arriba destacamos, se deduce que nunca estamos fuera del mundo espiritual, puesto que estamos encarnados. Los Espíritus desencarnados, estos sí, se encuentran fuera del mundo físico, aunque se relacionen mentalmente con nosotros de forma incesante. Además, debemos recordar que la dimensión extrafísica es la de las causas, donde todo se origina, y la dimensión material o física es la de los efectos. De esta forma, procuremos identificarnos, desde ya, con nuestro mundo de origen, a fin de no pasarnos, en el Más Allá, por un proceso de reeducación espiritual, en base de nuestros conceptos equivocados acerca del mundo de los Espíritus. Para tal, no se hace menester que seamos dotados de la facultad de videncia o de vista doble. No es de eso que estamos hablando. Consiste esa identificación con el mundo espiritual la convicción firme e inexorable de nuestra condición de seres espirituales y de pautar nuestra vivencia diaria de acuerdo con ese entendimiento, pues la creencia en esa realidad no puede y no debe ser un simple hecho; es preciso que nuestro corazón sea tocado y que ese conocimiento cambie nuestra forma de pensar, obrar y sentir. De eso resulta el impositivo de la práctica de las enseñanzas de Jesús, una vez que el Evangelio es el camino que nos llevará a la felicidad futura.

Resaltemos que es natural la dificultad de identificación con el mundo espiritual por parte de nosotros, Espíritus encarnados, así como la adaptación de los recién-liberados del cuerpo físico a la nueva realidad, conforme se concluye de lo que acentua el Espíritu Cairbar Schutel, en la obra Volví, del Hermano Jacob:2

Comentó Schutel las sorpresas de los primeros días del hombre desencarnado, en la vida extracorpórea, alegando que los decenios transcurridos en el cuerpo carnal imprimen hábitos que, efectivamente, pasan a constituir una “segunda naturaleza’’ para la individualidad.

Importante recordemos que el hecho de ser – los espíritas – dotados de conocimientos espirituales no nos vuelve indemnes a las dificultades arriba mencionadas, tenga en cuenta que, para la superación de las mismas es imprescindible la transformación moral para mejor, pues, de lo contrario, aunque  estemos en el Espiritismo, el Espiritismo no estará en nosotros. Veamos, ahora, algunos caracteres que constituyen el Espíritu elevado – aquel que se identifica, ya en la vida corpórea, con el mundo espiritual:3

918. ¿Por qué señales se puede reconocer en el hombre el progreso real que debe elevar su Espíritu en la jerarquía espírita?

El Espíritu prueba su elevación cuando todos los actos de su vida corpórea constituyen la practica de la ley de Dios y cuando comprende por anticipación la vida espiritual. (grifamos). (resaltamos en negrita).

Comprender por anticipado la vida espiritual es identificarse plenamente con ella. Es vivir teniendo conciencia de que, en cualquier momento, podremos volver para nuestro mundo de origen, donde nos depararemos con nuestras propias creaciones.


El testimonio de Kardec

Conforme es aseverado en otras partes, la identificación con el mundo espiritual constituye atributo de los hombres de bien. Y es exactamente esa identificación que auxilia a los grandes misioneros en el cumplimiento de sus tareas, propiciandoles la fe para enfrentar con estoicismo todas las intemperies y vicisitudes inherentes al estado en el cuerpo de carne. Sobre su experiencia personal – un tanto amarga – menciona el Codificador:4

Fui blaco del odio de enemigos intransigentes, de la calumnia, de la envidia y de los celos; infames libelos fueron publicados contra mí; mis mejores instrucciones fueron adulteradas; fui traicionado por aquellos en quien más confiaba y pagado con ingratitud por aquellos a quien serví.

La Sociedad de París fue un foco constante de intrigas urdidas por aquellos mismos que se decían estar a mi lado y que, abrazándome por delante, me apuñalaban por la espalda. Dijeron que mis sectarios eran pagados con el dinero que yo ganaba con el Espiritismo. No tuve más reposo y muchas veces me doble al peso del trabajo; comprometí la salud y arriesgue la vida.

[...] Si yo dijese que el bien compensa al mal, no diría la verdad; porque el bien – hablo de las satisfacciones morales – sobrepujó al mal, sin comparación posible. Cuando me venía una decepción, una contrariedad, yo me elevaba, en pensamientos, por encima de la humanidad, me colocaba, por antecipación, en la región de los Espíritus, y de ese punto culminante, donde descubría muchas razones, las miserias de la vida pasaban por mí sin alcanzarme. Me habitué tanto a eso, que los malos nunca me perturbaron. (grifamos). (resalto en negrita).

¡En efecto, los Espíritus Superiores que encarnan en la Tierra para impulsar el progreso no deben esperar la comprensión humana! Si esta última proviene, es siempre de parte de algunos pocos más lúcidos y moralizados. Como bien se observó arriba, Kardec no huyó a la regla; fue calumniado, incomprendido, traicionado por sus contemporáneos, pues, como Espíritu de élite, era avanzado para la época en que vivía. Entre tanto, por el hecho de estar plenamente identificado con la Vida Real, enfrentó valiente y resignadamente todos los sinsabores y decepciones que le sobrevinieron.


Ambiguedad de conducta

De acuerdo con lo que dijimos en otra parte, el mundo espiritual es el mundo de las causas. Dentro de esa perspectiva, necesario se hace que la personalidad (Espíritu encarnado) conozca profundamente su individualidad (Espíritu), a fin de que no suceda la llamada ambiguidad de conducta, que consiste en que el individuo aparente una conducta saludable ante la sociedad terrena y, al revés, en demostrar desequilibrios varios en el plano espiritual. Ocurre que la vida en la Tierra impone ciertos límites al Espíritu reencarnado, como, por ejemplo, la necesidad de trabajar y cumplir deberes, lo que impide, de cierto modo, la manifestación completa do su querer.5 De eso resulta el impositivo del análisis personal del comportamiento, a fin de elucubrar sus reales deseos, por cuanto no siempre lo que constituye interés para la personalidad es relevante para la individualidad – que en la vida espiritual, donde las cosas son definidas, se muestra tal cual es, sin mimetizar absolutamente nada.

En esa línea, transcribimos las sabias informaciones del Benefactor Emmanuel:2 “Si deseas saber quién eres, observa lo que piensas, cuándo estás sin nadie; y si quieres conocer el lugar que te espera, después de la muerte, examina lo que haces contigo mismo en las horas libres”. (grifamos). (resaltamos en negrita). Entrando en contacto con nuestra realidad interior, a través de la meditación y de la oración, aprenderemos a oir la voz de la propia conciencia, donde se encuentra grabada la ley de Dios; igualmente, recibiremos orientaciones seguras de los Amigos Espirituales, fortaleciendonos en la lucha sin igual contra nosotros mismos.


Preocupación con la muerte

Para revestirse a las preocupaciones con la muerte es imprescindible encararla en su verdadero sentido, o sea, hacer de ella una idea la más exacta posible para que la vida espiritual se sobreponga a la vida material. Puesto así, destacamos las palabras de Allan Kardec acerca del asunto en tela:7

Apegandose al exterior, el hombre solo ve la vida del cuerpo, cuando la vida real es la del alma. El cuerpo estando privado de vida, todo le parece perdido y él se desespera. Si, en lugar de concentrar su pensamiento en las vestiduras exteriores, él lo dirigiese para la verdadera fuente de la vida, para el alma, ser real que sobrevive a todo, lamentaría menos el cuerpo, fuente de tantas miserias y dolores. Pero para eso necesita de una fuerza que el Espíritu solo adquiere madurez.

La preocupación con la muerte está ligada a la insuficiencia de nociones sobre la vida futura. Por eso, cuanto más ella se une a la necesidad de vivir, más aumenta el temor de la destrucción del cuerpo con el fin de todo. Ella es así provocada por el secreto deseo de sobrevivencia del alma, aun velada por la inseguridad.

La preocupación se debilita a medida (sic) que se desenvuelve la certeza y desaparece por completo cuando esta se afirma.

Por tanto, cuanto más identificados con el mundo espiritual, tanto más fácil nos será la comprensión de la muerte en su real acepción y carácter liberador, facultándonos la resignación – que consiste en el consentimiento del corazón – en base a los desafios y pruebas de la experiencia humana, sacando provecho del sufrimiento como proceso de reequilibrio con la ley de la causalidad espiritual, amando, perdonando y sirviendo a la luz meridiana del Evangelio de Jesús y de la Codificación Kardecista.

Profundicemos, pues, en el conocimiento de nosotros mismos, de manera que, como espíritus encarnados, podamos tener ciencia de lo que nuestra individualidad realmente es, identificándonos desde ahora con la vida espiritual, la vida normal de todos nosotros.

 

Referências:

KARDEC, Allan. Obras póstumas; revisão, introdução e notas de J. Herculano Pires; tradução de João Teixeira de Paula. 14. ed. São Paulo: LAKE, 2007.         

KARDEC, Allan. El cielo y el infierno, o, La justicia divina según el espiritismo; edición enteramente revista según el original francés por João Teixeira de Paula y J. Herculano Pires, introducción de J. Herculano Pires. 13. ed. São Paulo: LAKE, 2011.

KARDEC, Allan. El libro de los espíritus: filosofía espiritualista; traducción de J. Herculano Pires, revista y anotada por el traductor para esclarecimiento y actualización de los problemas del texto. 67. ed. São Paulo: LAKE, 2010.

KARDEC, Allan. El espiritismo en su expresión más simple y otros opúsculos de Kardec; traducción de Evandro Noleto Bezerra. 2. ed. 1.ª reimp. Rio de Janeiro: FEB, 2010.

XAVIER, Francisco Cândido. Justicia divina: estudios y disertaciones en torno a la sustancia religiosa de El cielo y el infierno, de Allan Kardec; [dictado por el Espíritu Emmanuel]. 13. ed. 2.ª reimp. Rio de Janeiro:  FEB, 2010.

XAVIER, Francisco Cândido. Voltei; [ditado pelo Espírito Irmão Jacob]. 28. ed. 4.ª reimp. Rio de Janeiro: FEB, 2010.


 

[1] El espiritismo en su expresión más simple y otros opúsculos de Kardec, cap. Histórico del Espiritismo, p. 34.

2 Volví, cap. 13, p. 111.

Pregunta 918 de El Libro de los Espíritus.

4 Obras póstumas. Mi iniciación en el Espiritismo, p. 231.

La referida conclusión surgió a partir de un análisis de la Pregunta 965 de El Libro de los Espíritus. He ahí la aludida pregunta de la obra susodicha: “965. ¿Tiene alguna cosa de material las penas y gozos del alma desps de la muerte? “No pueden ser materiales, lo dice el buen sentido, pues que el alma no es materia. Nada tiene de carnal esas penas y esos gozos; entre tanto, son mil veces más vivos de lo que los que experimentais en la Tierra, porque el Espíritu, una vez liberado, es más impresionable. Entoncesya la materia no le embota las sensaciones.” (237 a 257). KARDEC. Allan. El libro de los espíritus: filosofía espiritualista. Trad. Guillon Ribeiro. 93. ed. 1. imp. (Edición Histórica). Brasilia: FEB, 2013.

6Justicia divina. Lugar después de la muerte, p. 117

7 El cielo y el infierno. La preocupación con la muerte, p. 26.

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

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 Revista Semanal de Divulgação Espírita