Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada
 

 

Tema: Autoestima, comparación


El árbol amigo


En un campo había un árbol grande y bonito. Su copa daba una grandiosa sombra y en sus ramas fuertes muchos pajaritos descansaban de sus vuelos, se abrigaban para pasar la noche y hacían sus nidos.

Él era amigo de los animales, acogía a todos con mucho cariño. Hasta una colmena vivía ahí.

Desde temprano, en la alborada, el árbol daba los “buenos días” a los pajaritos y admiraba sus cantos. Después, saludaba a también a las abejas que poco a poco iban saliendo para un día más de trabajo.

Él vivía feliz, ayudando a sus amiguitos en todo lo que podía.

Pero, un día, escuchó a los pajaritos conversando. Uno de ellos explicaba al otro el camino para llegar a otro árbol que había dado frutos.

- Está cargado de frutas maduras. ¡Son una delicia! Mañana voy a volver allá, puedes volar conmigo si quieres – dijo uno de ellos.

El árbol ya sabía que no daba flores. Las abejas tenían que ir a buscar el néctar en otras flores. Pero ahora se había dado cuenta de que tampoco podía dar frutos y eso lo dejó muy triste.

Si diera frutos, además de que sus amigos pudieran alimentarse ahí mismo, otros pájaros podrían venir también y podría hacer más amistades.

El árbol era fantástico, pero comenzó a cultivar ese pensamiento de que no era tan bueno y que no tenía lo suficiente para ofrecer a sus amigos. Eso, además de dejarlo triste, comenzó a debilitarlo, pues ya no tenía tanto ánimo para crecer, para formar buenas ramas y hojas.

Un día hubo una lluvia fuerte y los nidos y la colmena se balancearon tanto con el viento que casi cayeron. Eso nunca había sucedido antes. Todos quedaron muy asustados. Incluso el árbol.

La lluvia pasó y vino la calma. Y entonces, los pájaros y las abejas escucharon al árbol llorando.

- Creo que es mejor que busquen otro árbol para vivir. No soy suficientemente bueno. Ya no tengo flores ni frutos y hoy no pude protegerlos de la tempestad. No sirvo para nada – dijo el árbol, entre sollozos.

- ¿Qué estás diciendo? – dijo un pajarito. - ¡Nosotros queremos continuar viviendo aquí! ¡Eres fuerte, grande, lindo y eres nuestro amigo!

- ¡Es verdad! – dijo la reina de las abejas – fue aquí donde escogí, entre tus acogedoras ramas, el mejor lugar para instalar mi colmena. Somos felices y estamos agradecidas contigo.

- ¡No te sientas mal porque no tienes flores o frutos! – continuó ella. – Nosotros tenemos alas, necesitamos ejercitarlas, ¿no? Incluso si tú los tuvieras, nosotros iríamos a volar y buscar experimentar otros sabores.

Los animalitos continuaron conversando con el árbol y dando, además de explicaciones, el cariño que necesitaba.

Al final de la conversación él se sintió mucho mejor. Agradeció a sus amigos, que le hicieron darse cuenta de que antes estaba desvalorizándose, pensando solo en lo que no tenía y olvidando todo lo que él era.

Al día siguiente el árbol volvió a dar los “buenos días” con mucha alegría a sus amigos, volvió a tener ánimos para ayudarlos, de la misma forma como él lo hacía, y volvió a ser muy feliz.

 


Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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