Especial

por Marcus De Mario

Demencia infantil
y palingenesia

Leemos en la BBC News, a través de internet, un reportaje sobre la Dolencia de Niemann-Pick tipo C (NPC), clasificada por la ciencia como una dolencia rara, de origen hereditario, neurologicamente progresiva y terminal, llevando a su portador, normalmente niño en la pre-infancia, a tener la expectativa media de vida de nueve años. La NPC, según investigaciones, es resultado de la transmisión de dos copias de un gen defectuoso de ambos padres para el niño, que tiene una oportunidad en cuatro de desenvolver la dolencia, siendo que una de cada ciento cincuenta mil niños tienen la dolencia, pero esos datos aun son preliminares, pues carecen de mayor amplitud en el universo investigado. La NPC afecta el cerebro y el sistema nervioso del niño con la deterioración progresiva de la memoria, pérdida de equilibrio, insuficiencia pulmonar y hepática, retraso en el desenvolvimiento motor, pérdida del habla y convulsiones. No existe medicación o tratamiento, siendo que los científicos están estudiando la posibilidad de una terapia genética, pero los test aun no son conclusivos sobre su eficacia. La NPC, junto con otras dolencias semejantes, es clasificada como demencia infantil.

Ilustrando el reportaje, tenemos el caso de Renee Staska, australiana y madre de tres niños, Hudson (4 años), Holly (2 años) y Austin (9 meses), todos ya diagnosticados con la dolencia y presentando, dentro de sus respectivas edades, los síntomas que acabamos de describir, en un cuadro familiar doloroso y que nos inspira compasión, pues los médicos ya informaron a la madre que sus tres hijos van a morir, uno detrás de otro, y nada existe en la medicina, y en la ciencia en general, que pueda evitar ese pronóstico. Pues bien, delante de esa fatalidad, y teniendo en cuenta nuestra realidad como almas creadas por Dios, como nosotros es presentado por la Doctrina Espírita, preguntamos: ¿qué hicieron esos padres para merecer tan profunda prueba? ¿qué hicieron esos niños para recibir ese terrible destino? Y aun más: ¿la ciencia puede alterar el destino de esas almas? Y si puede, ¿cómo quedan los designios divinos?

Colocamos la existencia del alma como punto de partida, pues sin ella, del punto de vista materialistas del nacer, vivir y morir, simplemente no tendríamos respuestas a las indagaciones lanzadas en el párrafo anterior, tanto que los científicos están atónitos con el caso presentado por los hijos de Renee Staska, pues contrarian las leyes de la genética y las probabilidades de transmisión hereditaria de los genes por parte de los padres. Solamente la inmortalidad del alma, siendo esta preexistente al nacimiento del niño, conjugada con la palingenesia (reencarnación), puede dar respuesta adecuada, lógica y racional, a la existencia de la demencia infantil, por ahora dolencia irreversible y terminal.

Entre tanto, no basta creer en la existencia del alma. Es preciso tener un perfecto entendimiento sobre ella, que es el ser individual creado por Dios y destinado a la perfección, preexistente y también sobreviviente, pues el cuerpo orgánico es apenas vestimenta temporal del alma en el mundo material, es su instrumento de manifestación en la dimensión física de la vida. El cuerpo nace, crece y muere, no el alma, que desenvuelve su potencial divino siempre, de encarnación en encarnación, siendo inmortal, o, diciendo de otro modo, de existencia material en existencia material, en nuevos cuerpos, nuevas épocas y nuevas situaciones sociales y culturales. El alma nunca pierde su individualidad, ni pierde sus experiencias y aprendizajes. Cuando viviendo en el mundo o dimensión espiritual, el alma es conocida como Espíritu; cuando viviendo en el mundo o dimensión material, es el alma propiamente. El conjunto Espíritus (que son las Almas desencarnadas) pero Almas (que son los Espíritus encarnados), forman la humanidad, pues todos somos seres humanos, como aprendemos en el estudio espírita, siendo la única diferencia entre los desencarnados y los encarnados, tener o no cuerpo orgánico, por tanto, somos Almas o Espíritus, aquí entendidas como sinónimos.

¿Pero cómo podemos vivir en el mundo espiritual sin tener un cuerpo? He aquí el equívoco que muchos cometen, pues no tenemos apenas el cuerpo orgánico, somos también dotados de un cuerpo espiritual, que la Doctrina Espírita llama  periespíritu. Ese cuerpo es semimaterial, bien más flexible, molécula a molécula ligado al cuerpo orgánico, desprendiéndose de este en el fenómeno llamado muerte, y, de encarnación en encarnación, es el periespíritu responsable por modelar el nuevo cuerpo orgánico que el Espíritu tomará para sí en la nueva existencia. Tenemos en la literatura no espírita, de cuño academico, con la utilización de metodología científica y experimentación controlada, decenas de trabajos publicados comprobando la inmortalidad del alma, la intervención de los Espíritus en el mundo físico y la reencarnación, por tanto, no es apenas el Espiritismo que proclama esa verdad.

Esto puesto, y considerando que las encarnaciones son solidarias entre sí, que lo que se hace en una existencia acarrea consecuencias para otra encarnación, tanto en el bien como en el mal, conforme lo que dispone la perfecta justicia divina (recomendamos la lectura del Código Penal de la Vida Futura, constante del capítulo 7 de El Cielo y el Infierno, de Allan Kardec), podemos ahora establecer la mejor comprensión sobre las dolencias clasificadas como demencia infantil, como es el caso de la NPC.


Palingenesia o ley de la reencarnación

Los antiguos griegos, en la sabiduría de muchos de sus filósofos, ya creían en la palingenesia, o sea, en el retorno del Espíritu (o Alma) a través de un nuevo cuerpo orgánico, creecia también compartida por el antiguo pueblo judío, como se puede ver en varias descripciones de la Torá, el libro religioso sagrado que los cristianos conocen como Viejo Testamento, así como también encontramos esa creencia entre los antiguos egipcios. El propio Jesús, base del Cristianismo, enseñaba que era necesario nacer de nuevo, afirmando que el predicador Juan Bautista era la reencarnación del profeta Elías. El Espiritismo no inventó la reencarnación, ni hizo de ella principio exclusivo de su doctrina, y sí la estudió a través del concepto filosófico lógica y racional, así como la observó a través de los hechos debidamente registrados y catalogados, como también lo hizo el Dr. Ian Stevenson, de la Universidad de Virginia, en los Estados Unidos, no espírita y autor de varios estudios, entre ellos el libro Veinte Casos Sugestivos de Reencarnación, que todo científico debía conocer.

Con la inmortalidad del alma y la reencarnación tenemos explicación para la demencia infantil, así como para otras dolencias clasificadas como hereditarias o genéticas, que eclosionan durante el periodo infantil, o incluso detectadas en el útero de la madre, en el feto en desenvolvimiento, y que ya comporta la existencia del Espíritu, que está en el comando de la formación del nuevo cuerpo a través de su periespíritu, recordando que el cuerpo espiritual es el modelo organizador biológico, comandando todo el proceso. Es en el periespíritu que se concentran las energías mentales del Espíritu reencarnante, así, aquel que cometió el mal en anteriores existencias y tiene la conciencia culpable, automáticamente impregna el periespíritu con esas energías, que eclosionaron en el nuevo cuerpo en formación, lo mismo ocurriendo en cuanto el Espíritu solicita una prueba específica, que puede ser una grave lesión o un defecto genético.

La teoría espírita de la reencarnación no invalida las leyes de la hereditariedad, que funcionan por encima de todo bajo determinismo divino, que la ciencia humana aun no fue capaz de comprender. El caso de los hijos de Renee Staska es una prueba de lo que estamos hablando. Para la ciencia la probabilidad de todos los hijos tener la misma dolencia, que es rara, es mínima, pero ocurre, y los científicos no saben explicar como eso fue posible. Sin la inmortalidad del alma, la reencarnación y los mecanismos de funcionamiento de la justicia divina, tan bién estudiados por el Espiritismo, realmente no hay explicación.

En el caso en rigor, entendemos que los tres Espíritus portadores de la dolencia, sea por expiación (consecuencia de acciones que infringieron la ley divina en existencias pasadas), sea por prueba solicitada, no están en ese proceso por acaso, incluso porque el acaso no existe, o sea, existen causas preponderantes que están más allá de los meros factores biológicos. Para la madre (el reportaje nada informa sobre el padre) es una prueba que, además, parece estar llevando con buen término, pues el reportaje informa que está cuidando de los hijos con mucho amor, todo haciendo por ellos. Y aquí también entra la reencarnación, pues los vínculos afectivos entre padres e hijos no son gratuitos, normalmente remontan de uniones que vienen siendo construídas a lo largo de múltiples existencias.


La ciencia y la justicia divina

Tenemos aun bajo análisis la cuestión del progreso de la ciencia en la investigación y tratamiento de las dolencias hoy consideradas incurables, muchas de ellas llevando a la muerte precoz, como es el caso de la NPC. ¿Hasta qué punto la ciencia puede intervir cuando se sabe que es una expiación reencarnatoria por la cual el Espíritu tiene necesidad de pasar? Tal es la duda que atormenta a muchos estudiosos, pero perfectamente esclarecida por el Espiritismo, al esclarecer que la ciencia es dada al hombre para que este pueda contribuir con los designios divinos en el mundo, mejorando la calidad de vida del ser humano y su interacción con los recursos naturales del planeta. Veamos, a ese propósito, la respuesta de los Espíritus Superiores en la pregunta 692 de El Libro de los Espíritus:

Todo se debe hacer para llegar a la perfección. El propio hombre es un instrumento de que Dios se sirve para alcanzar sus fines. Siendo la perfección el blanco para que tiende la Naturaleza, favorecer a su conquista es corresponder a aquellos fines.

Debe, pues, el ser humano, a través de la ciencia, hacer todos los esfuerzos para el progreso de la vida, para el perfeccionamiento de los conocimientos, como la propia ley divina, que es ley de evolución, solicita. Sabemos que ese progreso es paulatino, motivo por el cual la ciencia aun se debate con fenómenos y dolencias que no consigue explicar a colmar, cuyas raíces están en el Espíritu. La aproximación de la ciencia con la realidad espiritual de la vida esclarecerá muchas dolencias, que entonces alcanzarán la debida solución, siempre de acuerdo con lo que cada uno debe enfrentar aquí en la Tierra, pues los desígnios divinos serán siempre soberanos, por ser perfectamente justos.

¡En cuanto a la demencia infantil no tuviera tratamiento, a no ser terapia fisioterapéutica para amenización de sus consecuencias, donemos amor a los padres y sus hijos, en la forma de oraciones y apoyo fraterno, sabedores que el acaso no existe, y que la misericordia divina advierte para días más felices, más venturosos en el porvenir, para todos aquellos que se someten con resignación y fe a esa prueba, pues la vida futura nos advierte, promete, radiante, a decirnos que aquí en la Tierra todo pasa, pero en la eternidad vive siempre la luz eterna del amor!


Marcus De Mario es escritor, educador, conferenciante; coordina el Seara de Luz,(Siembra de Luz) grupo on-line de estudio espírita; edita el canal Orientación Espírita en YouTube; posee más de 35 libros publicados.


 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita