Especial

por Ricardo Baesso de Oliveira

¿Debemos revisar los conceptos sobre impulso sexual?

La obra mediúmnica de Chico Xavier, notadamente los textos de André Luiz y Emmanuel, fue fuertemente influenciada por el pensamiento psicoanalítico, hegemónico en gran parte del siglo XX.

Cuando el DSM - Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, en su tercera edición (1980), no validó los conceptos freudianos sobre neurosis, por falta de base científica, la obra de André Luiz y Emmanuel se encontraba practicamente concluída.

Uno de los conceptos examinados por André Luiz es el del impulso sexual, o impulso creador. Según el autor, la individualidad espiritual posee en su estructura íntima una fuerza especial, revestida de potentes facultades creadoras – el impulso creador. Movida por esa fuerza, la colectividad humana avanza, despacio, para el supremo blanco del divino amor. Deseo, posesión, simpatía, cariño, creatividad, dedicación, renuncia y sacrificio constituyen aspectos de esa jornada sublimadora, en que el alma va aprendiendo, paulatinamente, a valerse del impulso creador para conquistas más nobles. 1

Escribió:

[...] La energía natural del sexo, inherente a la propia vida en sí, genera cargas magnéticas en todos los seres, por la función creadora de que se reviste, cargas que se caracterizan con potenciales nítidos de atracción en el sistema psíquico de cada uno y que, acumulándose, invaden todos los campos sensibles del alma, como que le oblitera los mecanismos otros de acción, cual si estuviesemos delante de un motor reclamando control adecuado. 2

Y también, en la misma obra:

[...] el instinto sexual no es apenas agente de reproducción entre las formas superiores, pero, por encima de todo, es el reconstituyente de las fuerzas espirituales, por el cual las criaturas encarnadas o desencarnadas se alimentan mutuamente, en el intercambio de rayos psíquico-magnéticos que les son necesarios al progreso.

En una única vez, André se vale de la expresión energía sexual. Examinando los casamientos sacrificados, él dice que eso puede darse porque, comunmente, es preciso rescatar esa o aquella deuda que contraemos con la energía sexual, aplicada de manera infeliz ante los principios de causa y efecto. 3

Emmanuel se valió frecuentemente de la expresión energía sexual, dandole el mismo significado de impulso creador o impulso sexual. En la obra Vida y sexo, Emmanuel expresa lo que piensa al respecto:

La energía sexual, como recurso de la ley de atracción, en la perpetuidad del Universo, es inherente a la propia vida, generando cargas magnéticas en todos los seres, a la cara de las potencialidades creativas de que se reviste [...]

A medida que la individualidad evoluciona, no obstante, pasa a comprender que la energía sexual envuelve el impositivo de discernimiento y responsabilidad en su aplicación, y que, por eso mismo, debe estar controlada por valores morales que le garantizán el empleo digno [...]

[...] en ningún caso, nos será lícito subestimar la importancia de la energía sexual que, en la esencia, manada de la Creación Divina para la constitución y sustentación de todas las criaturas.

Obrando así, por amor, donando el cuerpo a servicio de los semejantes, y, por ese modo, amparando a los hermanos de la Humanidad, a través de variadas maneras, convierten la existencia, sin uniones sexuales, en camino de acceso a la sublimación, ambientandose en climas diferentes de creatividad, por cuanto la energía sexual en ellos no estacionó el propio flujo; esa energía simplemente se canaliza para otros objetivos – los de naturaleza espiritual.4

Según André Luiz, Froid identificó ese impulso en la libido – la energía erótica. 5

Según Freud, las personas son motivadas, primariamente, por impulsos de los cuales tienen poca o ninguna conciencia. Freud usó la palabra alemán Trieb para  referirse a ese impulso o estímulo dentro de la persona. Ese término fue traducido como instinto, impulso o estímulo. Los impulsos operan como una fuerza motivacional constante. Los varios impulsos pueden ser agrupados bajo dos títulos: sexo, o Eros, y agresividad, destrucción o Tanatos. Freud usó la palabra libido para el impulso sexual.

El objetivo final del impulso sexual (reducción de la tensión sexual) no puede ser cambiado, pero el camino por el cual la finalidad es alcanzada puede variar. Como ese camino es flexible y como el placer sexual proviene de otros órganos más allá de los genitales, muchos comportamientos originalmente motivados por Eros son difíciles de reconocer como comportamiento sexual.

Para Freud toda actividad placentera es rastreable hasta el impulso sexual. La mayoría de las personas es capaz de sublimar una parte de la libido, a servicio de valores culturales más elevados, en cuanto, al mismo tiempo, retiene cantidad suficiente de impulso sexual para perseguir el placer erótico individual.6

Las neurociencias han entendido la sexualidad humana de forma bien diferente, pues no conseguirán identificar ese impulso sexual como algo que existe y fluye naturalmente en la intimidad humana. Consideran que la respuesta sexual humana constituye un conjunto de modificaciones fisiológicas que ocurren después un estímulo sexual positivo.  O sea, el impulso sexual es generado apenas como consecuencia de activaciones específicas, y no como algo que existe naturalmente. Esos estímulos pueden derivar de señalizaciones químicas (particularmente en los animales), sensoriales (visuales, auditivas, tactiles, olfativas), o derivadas de construcciones mentales, fantasías, o recuerdos de vivencias previas, obrando, primordialmente, sobre el hipotálamo.

Las bases neurofisiológicas del deseo sexual no fueron completamente delineadas, pero se sabe que: 1) depende de la actividad de una estructura anatómica específica del cerebro; 2) contiene centros que incrementan el impulso en equilibrio con centros que lo inhiben; 3) es servido por dos neurotransmisores específicos – un inhibidor y un excitador; 4) presenta extensas conexiones con las otras partes del cerebro, lo que permite que el impulso sexual sufra influencia y sea integrado en la experiencia de vida total del individuo.7

Relevante comentar que en Kardec nada que se aproxime al concepto de impulso sexual propuesto por Freud y reproducido por André Luiz puede ser encontrado. Por el contrario, Kardec estableció que la comunión sexual depende de la organización física y, bajo este aspecto, la sexualidad es una expresión de la corporeidad, en la medida en que los Espíritus no tienen sexo, pues que los sexos dependen de la organización.8

Kardec bien definió que los Espíritus no tienen sexo, pues los sexos solo existen en el organismo; los Espíritus, no reproduciendose unos por los otros, los sexos serían inútiles en el mundo espiritual. 9

Cuando se deparaba con relatos de Espíritus desencarnados fijados en los placeres hedonistas, Kardec los relacionaba a aquellos que sienten hambre, sed, sueño y fatiga. Escribió: En los Espíritus inferiores (su periespíritu) se aproxima a la materia y es eso que determina la persistencia de las ilusiones de la vida terrena en las entidades de baja categoría, que piensan y obran como si aun estuviesen en la vida física, teniendo los mismos deseos y casi podríamos decir la misma sensualidad. 10

Examinando el sufrimiento proveniendo de las pasiones inferiores, Kardec va a decir que aunque las pasiones no existan materialmente aun persisten en el pensamiento de los Espíritus atrasados.11

Refiriendose a la imposibilidad de la interocurrencia sexual entre ellos, comenta que ese tipo de pasión causa suplicio en el Espíritu disoluto que ve las orgias de que no puede participar. 12

Curioso también observar que Joanna de Ângelis, en una obra de 2007, asume las ideas de las neurociencias, al comentar que el fenómeno sexual tiene lugar en el diencéfalo (sede del hipotálamo), donde se expresan los variados estados de excitación. En esa región, los neurotransmisores específicos de la función sexual producen las ansias del deseo y favorecen con las reacciones orgánicas indispensables a la comunión fisiológica anhelada. La autora añade que la Divinidad estableción una área específica en el cerebro, para que la reproducción pudiese ocurrir a través de automatismos, que la evolución cualificó para mejor con la cooperación consciente del sentimiento de afectividad.13

Concluyendo, nos parece que el concepto de impulso sexual, como hemos tradicionalmente admitido, debe ser revisado, por no encontrar apoyo en la Psicología científica, y tampoco, en los textos de Kardec. En vez de una energía que nace de la intimidad del Espíritu, necesitando ser “drenado”, el impulso sexual debe ser entendido como una tensión sexual, generada en grupos de neuronas, como consecuencia de estímulos sexuales positivos. Esa tensión motiva al individuo en la búsqueda de una pareja para concretización de la comunión sexual. Aliviada la tensión, por la consumación del acto sexual, o por el cambio del foco de interés, el impulso se desvanecer.


 


[1] No mundo maior, cap. 11

[2] Evolução em dois mundos, parte I, cap. 18

[3] Idem, parte II, cap. 8

[4] Vida e sexo, cap. 5

[5] No mundo maior, cap. 11

[6] Teorias da personalidade, Feist e Roberts

[7] Roberto Lent, Cem bilhões de neurônios?

[8] O Livro dos Espíritos, item 200

[9] Revista Espírita de janeiro de 1866

[10] Livro dos Médiuns, item 74

[11] O Livro dos Espíritos, item 972

[12] O Livro dos Espíritos, item 972-a

[13]  Encuentro con la paz y la salud


 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

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 Revista Semanal de Divulgação Espírita