Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada
 

 

Tema: Orgullo y humildad


El árbol de mango orgulloso

 

Había un gran y orgulloso árbol de mango, que acostumbraba a menospreciar a los demás árboles pequeños y
burlarse de las plantas a su alrededor.

Cerca de él había nacido un crisantemo, delicado y de flores bonitas, que sin grandes pretensiones vivía alegremente su vida.

Un día, el árbol de mango orgulloso le dijo al gentil crisantemo:

- ¡Qué triste tu vida, pequeña flor! Eres tan bajita, vives tan cerca del suelo que sólo puedes ver insectos y gusanos. Desde aquí arriba yo puedo ver el cielo azul, sentir el viento, recibir la luz del sol. Además, en mis fuertes ramas se refugian los animales. Con mi tamaño y fuerza, me enfrento a la furia de los vientos. Siento mucha pena por ti, que eres tan frágil.

El delicado crisantemo no respondió nada. Simplemente miró hacia arriba y consideró que el árbol de mango era realmente majestuoso. Pero no sintió envidia de ese árbol, ni se avergonzaba de ser como era. El crisantemo se sentía bien, hacía lo mejor que podía con las condiciones que tenía y eso para él era suficiente.

Llegó la noche y con ella empezó a soplar un fuerte viento que trajo mucha lluvia. Rápidamente se formó una violenta tormenta, con truenos aterradores y rayos que cortaban el cielo.

El humilde crisantemo se inclinaba hacia un lado y luego hacia el otro, esquivando el fuerte viento que lo atravesaba.

Sin embargo, no ocurrió lo mismo con el árbol de mango.

Orgulloso como era, no admitía tener que inclinarse. Luego, sintiendo la fuerza del viento, se enderezó y levantó sus ramas en alto, como si quisiera mostrar su poder y aceptar la lucha. Pero aquella tormenta era realmente fuerte y un golpe de viento más intenso, sobre la rigidez del árbol de mango, hizo que éste cayera y fuera arrancado del suelo, dejando al descubierto sus enormes raíces.

Al día siguiente, cuando los primeros rayos de sol iluminaron las plantas, se pudo ver al árbol de mango en esa triste situación, derribado y vencido. 

El crisantemo lamentó el triste final del árbol de mango. Aunque estaba cansado, levantó sus tallos y, con la misma serenidad de siempre, estaba listo para un nuevo día.

Pero esta historia no termina con un final triste. Dios siempre da nuevas oportunidades a quienes cometen errores. Y lo mismo ocurrió con el árbol de mango.

Con el tiempo, las ramas del árbol de mango que yacían en el suelo se pudrieron y se deshicieron. Pero algunos nuevos brotes aparecieron finamente. El árbol de mango volvió a brotar gracias a unas cuantas raíces que quedaron enterradas.

Las demás plantas, al darse cuenta de que el árbol de mango estaba renaciendo, se alegraron y le dijeron palabras de ánimo para que luche por su vida.

El árbol de mango sintió el apoyo de sus compañeros y esto le ayudó mucho a volver a ponerse de pie.

No creció tanto como antes, pero mejoró mucho. Se volvió más humilde y amable. Nunca más volvió a decir cosas desagradables al crisantemo ni a nadie más. Volvió a convertirse en un gran árbol de mango. No por su tamaño esta vez sino por ser un gran amigo para todos.


(Adaptación del texto del libro Cuenta Más, vol. 4.)


Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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