Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada
 

 

Tema: Reforma íntima


La mariquita y la mariposa


Érase una vez una mariquita y una mariposa que vivían en un gran jardín.

Ellas eran vecinas y tenían costumbres muy parecidas, pero eran muy diferentes en su forma de ser.

La mariquita era feliz. Siempre estaba con una sonrisa en el rostro. Era gentil con los demás. ¡La mariposa no! Era hosca, le parecía todo mal y discutía por cualquier motivo.

A los otros animalitos del jardín les gustaba encontrarse con la mariquita y conversar con ella. Con la mariposa era lo contrario. Ellos incluso la evitaban. A veces fingían que no la habían visto pasar, para no tener que lidiar con su mal humor o escucharla quejarse de algo.

La mariposa se daba cuenta de la situación y eso también era motivo para enojarse y pensar que todo el mundo era horrible. Por eso, un día, cuando encontró a la mariquita, le habló en tono serio:

- Mariquita, te quería encontrar para preguntarte una cosa. Siempre estás ahí con esa sonrisita. ¿No te pasa nada malo? ¿Solo a mí? ¿Acaso no te sientes cansada? ¿No te molestas con unos y otros que solo hacen tonterías? Tu vida debe ser mucho más tranquila que la mía, pues prácticamente todos los días suceden cosas que me enojan.

La mariquita, aun conociendo la forma de ser de la mariposa, no se esperaba esas preguntas, entonces pensó un poco y después respondió:

- Buenos días, mariposa. Claro que yo también tengo problemas, como todo el mundo. Hoy mismo me golpeé mi alita con un palo y me está doliendo mucho. Por no poder volar mucho, todavía no he comido y tengo hambre. Pedí ayuda a la hormiga, pero ella no puede detener su trabajo para ayudarme. Pero… a pesar de eso – continuó ella – sé que todo eso pasará. Y que, si suceden cosas desagradables, también suceden cosas buenas. Tengo confianza en Dios, que sabe todo sobre mí y me cuida de cerca. Pronto las cosas van a mejorar. Entonces, no pierdo el tiempo derrumbándome. ¡Todo está bien!

- Pero, mientras las cosas no mejoran, ¿no tienes ganas de protestar? – preguntó la mariposa.

- A veces sí tengo – respondió la mariquita. – Pero la mayoría de las veces logro controlarme y no me quejo, pues ya aprendí que eso no me ayuda en nada, por el contrario, solo empeora las cosas.

- Entonces, creo que necesito aprender a controlarme más, también. Porque cualquier cosa que me incomoda la boto afuera, protesto, me pongo nerviosa, acabo molesta o hasta ofendiendo a los demás.

La mariquita, que tenía mucho conocimiento sobre las cosas de la vida, también le explicó a la mariposa que los únicos problemas verdaderos que nosotros tenemos no son las cosas que nos pasan, sino nuestras actitudes.

- Cuando la gente perjudica a alguien – dijo ella – agrede, ofende, no es honesta. Ahí sí, tenemos un problema. Pero si no hacemos nada mal, nuestra conciencia tranquila ya es un buen motivo para estar en paz, para sentirnos bien, ¿no crees?

La mariposa pensó un poco y acabó estando de acuerdo. Después de la conversación, ayudó a la mariquita, trayéndole agua y comida. Al final, la mariquita le había enseñado cosas muy importantes.

Desde ese día, la mariposa se esforzó y consiguió mejorar bastante. Pasó a convivir bien con los demás y con las cositas que le pasaban en el día a día. Con el tiempo, ella se fue sintiendo mucho más feliz y se volvió, además de una linda vecina, una amiga sonriente y servicial con todos los animalitos del jardín.


Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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