Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada
 

 

Tema: Respeto, trabajo


La hormiga y la cigarra


Érase una vez una hormiga muy trabajadora. Por la mañana salía de casa, caminaba mucho en búsqueda de alimento y cargaba hojas y granos pesados, a veces más grandes que ella. Todos los días hacía eso y todo iba bien así.

En un árbol, cerca de la casa de la hormiga, vivía una cigarra. Su modo de vida era totalmente diferente al de su vecina. Ella buscaba comida solo cuando tenía hambre. No se quedaba buscando y almacenando comida a toda hora. Lo más importante para ella era cantar.

La cigarra pasaba el día con sus canciones. Tenía una voz potente y afinada que podían escuchar todos los animales de los alrededores.

Desde pequeña la familia de la cigarra le había enseñado a cantar. Era una buena cantante y sentía que esto era a lo que la vida la había encaminado y lo que debía hacer. Pero a la hormiga le parecía extraña la manera de ser de la cigarra. La veía desprevenida e incluso perezosa.

Ellas se encontraban con frecuencia y cada vez que conversaban, la cigarra se sentía menospreciada, se daba cuenta de que la hormiga pensaba que era mejor que ella y se quedaba muy molesta. Hasta que un día la hormiga dijo:

- ¡Buenos días, cigarra! ¿Y entonces? ¿Vas a cantar de nuevo? Qué vida tan tranquila, ¿no? ¡Cómo me gustaría tenerla!

Fue la gota de agua que colmó el vaso para la cigarra. Nerviosa, ella respondió:

– ¡Mira hormiga! Sé que piensas que es fácil ser cantante. Entonces, ¿qué tal si cambiamos? Yo voy a buscar comida todo el día para nosotras y tú tendrás que cantar por todo el vecindario. ¿Qué te parece? Es tu oportunidad de tener la vida fácil que crees que tengo.

Sintiéndose provocada, la hormiga respondió sin pensar:

- Vaya, por supuesto que lo haré. Me voy a tomar unas merecidas vacaciones.

Entonces una le explicó rápidamente a la otra lo que debía hacer.

Las tareas no parecían difíciles de realizar y las dos acordaron comenzar ese mismo día.

La cigarra solo necesitaba caminar, caminar mucho. Y cargar peso, mucho peso. Pero, como quería demostrar que era trabajadora, empezó con toda la energía.

Para la hormiga, empezar fue más difícil. No podía tocar ningún instrumento, ni leer partituras. Solo podía recordar los coros de las canciones.

Pero ella quería demostrar que el canto de la cigarra no era para tanto. Entonces, hizo un esfuerzo y logró, leyendo las letras, cantar, incluso con voz aguda, dos canciones enteras que estuvo repitiendo todo el día.

Al final de la tarde, la cigarra regresó a casa y encontró allí a la hormiga. Ninguna de las dos quería hablar de las dificultades que tuvieron, al contrario.

– Hoy encontré algo de comida, pero este fue mi primer día. Estoy segura de que cada día ganaré más experiencia y mi rendimiento va a mejorar – dijo la cigarra.

– Todo salió bien para mí también, y ciertamente voy a cantar cada vez mejor. ¡Buenas noches! ¡Hasta mañana! - dijo la hormiga.

Al llegar a sus casas, los dos se fueron corriendo a descansar. La cigarra, exhausta, con todo el cuerpo adolorido. La hormiga ronca, casi sin voz, molesta por saber que nada le había ido bien y sin el menor deseo de estudiar nuevas canciones.

Ya el primer día vieron que ese intercambio, realizado en un momento de irritación, no había sido una buena idea.

Al día siguiente, el desempeño de las dos fue aún peor.

Cada día estaban más arrepentidas. Trabajaban un poco, como podían, pero con la convicción de que eso no era para ellas. A la cigarra no le parecía tan importante vivir solo para almacenar comida. La hormiga no hallaba motivación para dedicarse tanto, con ensayos y más ensayos, aprendiendo notas y acordes, tocando instrumentos, solo para presentarse por el vecindario.

Pero no sabían qué hacer. ¿Cómo podrían darse por vencidos? Sería una humillación asumir que no podían hacer el trabajo de la otra.

Así, pasaron unos días hasta que los habitantes del vecindario comenzaron a comentar que extrañaban la voz de la cigarra. Querían que volviera. Un día, fueron a hablar con ellas.

– Amigas, ¿qué les parece volver a hacer lo que hacían antes tan bien? ¡La cigarra animaba a todos con su alegría, con la emoción con que cantaba! Incluso desde lejos podíamos oírla. ¡Era tan bonito! Y tú, hormiga, eras un ejemplo de fuerza de trabajo. ¡Una inspiración para que todos nosotros también hagamos nuestras tareas con empeño!

Ah... fue un alivio para las dos escuchar eso. Fue una gran razón para que deshicieran inmediatamente el intercambio. Y quedaron tan aliviadas que incluso se abrazaron como amigas.

Al día siguiente todo volvió a la normalidad. Pero volvió aún mejor porque la hormiga había comprendido que la tarea de la cigarra era un servicio especializado e importante. Incluso terminó admitiendo que también le gustaba trabajar escuchando el canto de la cigarra. Y la cigarra también llegó a respetar el trabajo duro de su vecina, que exigía, además de mucha fuerza física, mucha determinación y carácter.

Las dos entendieron que cada uno tiene su papel que cumplir y debe aprovechar la oportunidad que Dios le ha dado, respetando su propio trabajo, pero también el de los demás.


Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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