Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Diferencias


Las opiniones del pato


Había un lugar muy bonito, donde vivían varios animales. Ahí había un lago, donde el pato nadaba y pasaba la mayor parte del tiempo.

Mientras nadaba, el pato observaba las cosas y los animales a su alrededor. Con el tiempo pasó a conocer los
hábitos de sus vecinos, y a juzgarlos.

Como era un pato, no sabía nada de cómo era vivir con otras condiciones. Aun así, pensaba que los otros animales tenían ciertas costumbres que podían ser mejoradas.

Un día, el pato vio a la gallina con sus pollitos. Entonces salió del lago, sacudió el agua de sus plumas y fue a hablar con ella:

- ¡Hola, gallina! ¿Cuándo van a comenzar a nadar tus pollitos?

- ¡Buenos días, pato! Gracias por la invitación. Sé que eres un excelente nadador, ¡pero la natación no es para nosotros!

- ¿Por qué no? Nadar solo trae beneficios. Ellos ejercitarían esas patitas delgadas y quedar más fuertes, con más apetito.

A la gallina no le gustó que el pato hablara mal de las patitas de sus pollitos. Ella explicó que ellas eran diferentes de las suyas, porque no tenían membranas entre los dedos, lo que lo ayudaba a nadar. Pero eran perfectos para escarbar y para divertirse corriendo. Ellos tampoco tenían las plumas impermeables como las del pato. Para ellos, el agua fría era incómoda.

Ella terminó la conversación y se fue con sus pollitos. El pato no sabía aquellos detalles. Terminó estando de acuerdo con la gallina y aceptando de que ellos estaban bien viviendo como vivían.

Al día siguiente, el pato decidió conversar con el búho. Fue hasta el árbol donde él estaba posado, tomando una siesta, y gritó su nombre hasta que despertó y fue a hablar con él.

- ¡Buenas tardes, búho! Disculpe que lo despierte. Es que estoy preocupado por su salud. Usted cambia el día por la noche. No aprovecha el sol de la mañana que hace tanto bien. ¿No cree que sea mejor despertar más temprano, conversar con sus vecinos, alimentarse en las horas correctas?

El búho no creyó lo que estaba oyendo. Llegó a pensar que era una broma de mal gusto. Pero percibiendo que el pato, a pesar de inoportuno, tenía buenas intenciones, le explicó que sus ojos eran muy sensibles a la claridad y que no aguantaría estar expuesto a los rayos del sol.

Tranquilizó al pato explicándole que tenía otros amigos búhos con quien conversaba y que lograba encontrar alimento fácilmente, sin tener los ojos oscurecidos. El pato finalmente entendió que él estaba bien, incluso haciendo sus actividades de noche.

Algunos días Después, fue el turno del pavo real. La exuberancia de sus colores y los dibujos de sus largas plumas llamaban mucho la atención. Cuando abría su cola, los niños del lugar venían corriendo para verlo. Hasta los demás animales se detenían para mirar su belleza.

Al pato, entonces, le pareció mejor alertarlo para que se cuidara de la vanidad, pues no servía de nada ser bonito por fuera y orgulloso por dentro, creyéndose mejor que los demás y exhibiéndose a cada rato.

- ¡Hola, pavo real! ¿Podemos conversar un minutito? – dijo el pato.

- ¡Hola, amigo pato! ¡Claro, con mucho gusto! ¡Qué bueno verlo! ¡Antes que nada, quiero decirte que soy un gran fan tuyo! Me quedo aquí mirándote deslizar sobre el agua. Nadas de una manera tan suave, tan natural, que parece que ni te esfuerzas. ¡Qué belleza! ¡Mis felicitaciones!

El pato se sintió tan bien acogido y feliz con el elogio del pavo real que le dio un abrazo, agradeciéndole.

Ellos conversaron un poco, pero al final, en vez de aconsejar al pavo real, el pato acabó elogiándolo también y hasta le pidió para ver su cola abierta de cerca.

- ¡Pues claro! – dijo el pavo real, irguiendo sus plumas y haciendo una bella pose que atrajo también a otros animales para que vieran también.

El pato sonrió satisfecho y reforzó el comentario de todos de cómo el pavo real era increíble. Después de despedirse con otro caluroso abrazo, volvió a su lago.

“Qué simpático es el pavo real,” pensaba. “No tiene nada de orgulloso. Yo estaba equivocado. Así como estaba equivocado sobre el búho y la gallina también.”

Mientras el pato pensaba así, se posó en el borde del lago una garza, un ave de pico alargado, cuerpo encorvado y que gusta de comer peces.

Evaluando la apariencia del visitante, el pato pronto pensó:

- ¡Oh! ¡Qué mala postura tiene! Antes de que comience a sentir dolor, debería enderezar su espalda y mantener la cabeza erguida.

Pero, en seguida, el pato se rio de sí mismo, pues se dio cuenta de que ya estaba queriendo corregir a esa ave, que él ni conocía. Entonces, simplemente se le acercó sonriendo y dijo a la garza:

- ¡Bienvenido, amigo! ¡Soy el pato! Si necesitas algo, mientras estés por aquí, será un placer ayudarte.

 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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