Especial

por Andres Gustavo Arruba

La reencarnación y el funcionamiento de la ley de causa y efecto Parte 1

CONSIDERACIONES INTRODUCTORIAS

En el medio espírita, es común la difusión de la idea de que la reencarnación busca el pago de deudas contraídas en vidas pasadas. Tal idea, con todo, suscita engaños en lo que atañe a la comprensión del funcionamiento de la Ley de Causa y Efecto y de la propia Justicia Divina, así como del entendimiento sobre la finalidad de la reencarnación.

Según la Doctrina Espírita, el Espíritu que comete infracciones a la Ley de Dios es castigado por los sufrimientos físicos, en el mundo corporal, y por los sufrimentos morales, en el mundo espiritual, de suerte que sus aflicciones constituyen, al mismo tiempo, una expiación de faltas cometidas en el presente o en el pasado y una prueba para el futuro.1Así, el sufrimiento deriva de nuestras propias acciones, actuales o pasadas, desordenadas con la Ley Divina; somos, por tanto, herederos de nuestras propias obras. Por consiguiente, no es el Creador que nos castiga. Nosotros mismos nos castigamos.

En ese contexto, el Instructor Druso (Espíritu), en confabulación con André Luiz e Hilario, que se encuentra en el capítulo XIX de la obra Acción y Reacción, al disertar sobre la influencia decisiva de los estados mentales sobre el equilibrio/desequilibrio orgánico, refiere que:

“[...] la justicia, siendo instituto fundamental de orden, en la Creación, comienza invariablemente en nosotros mismos, en toda y cualquier ocasión que le defraudemos los principios. La evolución para Dios puede ser comparada a un viaje divino. El bien constituye señal de pasaje libre para las cimas de la Vida Superior, en cuanto [...] el mal significa sentencia de prohibición, forzándonos la paradas más o menos difíciles de reajuste.”2

Ahora, siendo el bien todo lo que está acorde con la Ley de Dios y el mal todo lo que de ella se aparta (pregunta 630 de El Libro de los Espíritus), basta la trasgresión a la referida Ley, de forma consciente, para que nuestra conciencia, de algún modo, quede lesionada, “y toda lesión de esa especie determina disturbio o mutilación en el organismo que nos exterioriza el modo de ser”.3


LA FINALIDAD DE LA REENCARNACIÓN

Acerca de la finalidad de la reencarnación, el escritor y conferenciante espírita Orson Peter Carrara esclarece que:

“Solamente el desconocimiento de los principios espíritas puede generar la idea de que tenemos que pagar con sufrimientos, y para alguien, deudas de existencias pasadas. He ahí el equívoco.

Lo que ocurre es que la existencia del espíritu es única; las existencias corpóreas es que son múltiples, pero el ser integral es siempre el mismo. Las múltiples existencias corpóreas cumplen la finalidad de estados de aprendizaje, en la verdad grados de perfeccionamiento.

Como estamos todos en aprendizajes, cometemos equívocos. Tales equívocos generan consecuencias. Tales consecuencias pueden redundar en perjuicios para nosotros mismos o para terceros. Y tales perjuicios deben ser reparados. Esto es de las Leyes Divinas.

Tales reparaciones nosotros las debemos a nuestra propia conciencia, a la vida. Y, en este proceso, podemos encontrarnos en situaciones aflictivas, derivadas todas de los equívocos en que nos envolvemos (sic).”4

Al respecto del asunto en estudio, citamos la pregunta 167 de El Libro de los Espíritus, según la cual:

“167. ¿Cuál es la finalidad de la reencarnación?

- Expiación, mejoramiento progresivo de la Humanidad. Sin eso, ¿dónde estaría la justicia?”5

Atendamos para el hecho de que los Espíritus Superiores estaban respondiendo a la pregunta formulada por un habitante de un mundo de expiaciones y pruebas, o sea, Allan Kardec, de ahí que, en la respuesta en estudio, aparece de inicio la palabra “expiación” y, en secuencia, “mejoramiento progresivo de la Humanidad”. De este modo, es evidente que, siendo la Tierra habitada por Espíritus aun desajustados delante de la Ley de Causa y Efecto, haya la Espiritualidad Mayor iniciado la respuesta utilizando la palabra “expiación”, a fin de acentuar que, para merecer “ascender a un planeta más dichoso”, es necesario al Espíritu rebelde a la Ley de Dios reencarnar en un mundo expiatorio, de manera a reajustarse delante de la Ley, lo que se da por medio de las expiaciones.6

Eso, sin embargo, no significa que la reencarnación tenga por finalidad el “pago de deudas de vidas pasadas”. El reajuste delante de la Ley de Causa y Efecto – repetimos – es una necesidad para el Espíritu y, como tal, es inherente a la encarnación en mundos expiatorios, como la Tierra. Tales mundos ofrecen los medios adecuados para que las reparaciones ocurran.7

De ese modo, no es posible, al Ser Integral, ascender espiritualmente teniendo la conciencia intranquila. Por tal motivo, nosotros mismos, los Espíritus aun vinculados a la Tierra, solicitamos no raras veces, antes de renacer, ciertos desafíos, limitaciones y dificultades a ser enfrentadas durante la próxima existencia corporal, para efectuar el reajuste y, consecuentemente, obtener la paz con la propia conciencia, donde se encuentra escrita la Ley de Dios (pregunta 621 de El Libro de los Espíritus).

En la misma línea de entendimiento, Carrara prosigue afirmando que:

“[...] la visión distorcionada sobre los principios espíritas genera la errónea idea de que estamos en el mundo para pagar... Renacemos simplemente para dar continuidad al proceso evolutivo. Pero, como ayer (aquí significando existencias corpóreas) nos alimentamos en exceso, hoy (actualidad que estamos viviendo de la presente encarnación) podremos estar enfrentando un fuerte dolor de estomago o hasta una incómoda diarrea, simplemente como consecuencia inmediata de la gula. Ahora pido al lector sustituir la exageración de la alimentación por las diversas situaciones que pueden ser imaginadas, en otros ejemplos. El ejemplo de la alimentación es apenas comparativo” (sic).8

Para el Espiritismo, el progreso de la Humanidad ocurre por medio de los individuos que se mejoran poco a poco y se esclarecen. Mediante el esfuerzo de los hombres de bien, las naciones avanzan moral e intelectualmente.9

El progreso de los pueblos hace resaltar la justicia de la reencarnación, que no priva a los Espíritus de los beneficios del avance de la civilización. De hecho, por la pluralidad de las existencias, el derecho a la felicidad es siempre el mismo para todos, pues que nadie es desheredado por el progreso.10 Por consecuencia, en razón del principio de la solidaridad que mira en la obra divina, los trabajos realizados por las generaciones anteriores son aprovechados por las generaciones posteriores.

En ese sentido, comentando la “parábola de los trabajadores de la última hora” (Mateo, 20: 1 al 16), el Espíritu Henri Heine asevera que:

“El bello dogma de la reencarnación eterniza y precisa la filiación espiritual. Llamado a prestar cuentas de su mandato terreno, el Espíritu se percibe de la continuidad de la tarea interrumpida, pero siempre retomada. Él ve, siente que recogió, de pasada, el pensamiento de los que lo precedieron. Entra de nuevo en la plaza, madurado por la experiencia, para avanzar más. Y todos, trabajadores de la primera y de la última hora, con los ojos bien abiertos sobre la profunda justicia de Dios, no más murmuran: adoran.

Tal uno de los verdaderos sentidos de esta parábola, que encierra, como todas las que Jesús utilizó hablando al pueblo, el gérmen del futuro y también, bajo todas las formas, bajo todas las imágenes, la revelación de la magnífica unidad que armoniza todas las cosas en el Universo, de la solidaridad que une todos los seres presentes al pasado y al futuro.”11 

O sea, la evolución ocurre gradualmente mediante un proceso acumulativo de perfeccionamiento intelecto-moral de los Espíritus, los cuales, por medio de su acción durante la existencia corporal, concurren igualmente para el perfeccionamiento y expansión de la obra de Dios.

De ese modo, la encarnación es necesaria, a fin de colocarnos en condiciones de soportar la parte que nos toca en la obra de la Creación. Es de esta forma que, concurriendo para la obra general, progresamos espiritualmente (pregunta 132 de El Libro de los Espíritus).

En ese contexto, cada existencia corporal representa, por tanto, una inversión realizada por la Conciencia Cósmica en nosotros, cuya meta es nuestro propio mejoramiento y, por cuadro, el mejoramiento del mundo que habitamos y la expansión de Su propia obra.

Así, recordando la “parábola de los talentos”, narrada por Jesús, tendremos que prestar cuentas de la aplicación por nosotros dada de los recursos – tanto los materiales como los espirituales – que com nosotros trajimos para el estado terreno.  

Por otro lado, discurriendo sobre la negligencia en el cumplimiento de la tarea, Carrara amplia la reflexión, afirmando que de la negligencia naturalmente resultan consecuencias:

“Negligencia en el pasado o incluso en el presente. Tareas aplazadas, despreciadas, abandonadas... Todo trae reflejos. Al final cogemos hoy las acciones de ayer y estamos continuamente sembrando para el mañana.”12

En efecto, tareas interrumpidas, no cumplidas, cumplidas parcialmente, etc., constituyen dependecias que adquirimos, dependencias esas que cargaremos para la próxima existencia.

A semejanza de los alumnos, no podemos obrar con mala voluntad, pero sí con disciplina, a fin de no precisar repetir la lección. En este sentido, al respecto de la reparación, enseña el Codificador que ella:

“[...] consiste en hacer el bien a aquellos a quien se había hecho el mal. Quien no repara sus errores en una existencia, por flaqueza o mala voluntad, se encontrará en una existencia ulterior en contacto con las mismas personas que de sí tuvieron quejas, y en condiciones voluntariamente escogidas, de modo a demostrarles reconocimiento y hacerles tanto bien como mal les haya hecho. No todas las faltas acarrean perjuicio directo y efectivo; en tales casos la reparación se opera, haciendose lo que se debería hacer y fue descuidado; cumpliendo los deberes despreciados, las misiones no completadas; practicando el bien en compensación al mal practicado, esto es, volviéndose humilde si fue orgulloso, amable si fue austero, caritativo si fue egoísta, benigno si fue perverso, laborioso si fue ocioso, útil si fue inútil, frugal si fue disoluto, cambiando en suma por buenos los malos ejemplos perpetrados. Y de ese modo progresa el Espíritu, aprovechándose del propio pasado.”13

(Continúa em la próxima edición de esta revista.)


 

[1] KARDEC, Allan. El Espiritismo en su expresión más simple y otros opúsculos de Kardec. Traducción de Evandro Noleto Bezerra. 2. Ed. 1.ª reimp. Rio de Janeiro: FEB, 2010. P. 43.

[2] XAVIER, Francisco Cândido. Ação e Reação [ditado pelo Espírito André Luiz] 2. ed. especial. Rio de Janeiro: FEB, 2007.p. 275, suprimi e destaquei.

[3] XAVIER, Francisco Cândido. Ação e Reação [ditado pelo Espírito André Luiz] 2. ed. especial. Rio de Janeiro: FEB, 2007.p. 274.

[4] CARRARA, Orson Peter. Pagar o quê? Para quem? Disponível em: LINK-1 Acesso em: 3 mar. 2023.

[5] KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos: filosofia espiritualista. Tradução de J. Herculano Pires, revista e anotada pelo tradutor para esclarecimento e atualização dos problemas do texto. 67. ed. São Paulo: LAKE, 2010. p. 105.

[6] KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. Tradução de Guillon Ribeiro. 129. ed. 1.ª reimp. Rio de Janeiro: FEB, 2010. p. 83.

[7] Cumple decir que no todos los Espíritus encarnados en la Tierra están aquí en expiación. Sobre el asunto, el Espíritu de San Agustín, en el capítulo III, ítem XIV de El Evangelio según el Espiritismo (129. ed., FEB, 2010, p. 83), afirma que: “Las razas que llamáis salvajes están formadas de Espíritus que apenas salieron de la infancia y que en la Tierra se encuentran, por así decir, en curso de educación, para desenvolverse por el contacto con Espíritus más adelantados. Vienen después las razas semicivilizadas, constituídas de esos mismos Espíritus en vía de progreso. Son ellas, de cierto modo, razas indígenas de la Tierra, que ahí se elevaran poco a poco en largos periodos seculares, algunas de las cuales han podido llegar al perfeccionamiento intelectual de los pueblos más esclarecidos”. 

[8] CARRARA, Orson Peter. Pagar o quê? Para quem? Disponível em: LINK-2 Acesso em: 3 mar. 2023, destaquei.

[9] KARDEC, Allan. El libro de los Espíritus: filosofía espiritualista. Traducción de J. Herculano Pires, revista y anotada por el traductor para esclarecimiento y actualización de los problemas del texto. 67. Ed. São Paulo: LAKE, 2010, pregunta 789, p. 267.

[10] KARDEC, Allan. El Libro de los Espíritus: filosofía espiritualista. Traducción deJ. Herculano Pires, revista y anotada por el traductor para esclarecimiento y actualización de los problemas del texto. 67. Ed. São Paulo: LAKE, 2010, pregunta 789, p. 267. 

[11] KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. Tradução de Guillon Ribeiro. 129. ed. 1.ª reimp. Rio de Janeiro: FEB, 2010, cap. XX, item II – Instruções dos Espíritos, pp. 352-353, destaquei.

[12] CARRARA, Orson Peter. Pagar o quê? Para quem? Disponível em: LINK-3 Acesso em: 3 mar. 2023.

[13] KARDEC, Allan. O Céu e o Inferno, ou, a Justiça Divina segundo o Espiritismo. Tradução de Manuel Justiniano Quintão. 61. ed. 1. imp. (Edição Histórica). Brasília: FEB, 2013. pp. 85-86, suprimi e destaquei.


 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita