Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Disciplina con las palabras


Las palabras tienen poder


 

Desde muy pequeña, a Camila le gustaba hablar mucho y con todo el mundo. Ella era extrovertida y las personas se
divertían con sus divertidas historias.

El problema es que no siempre lo que Camila contaba era algo divertido o apropiado para el momento. A veces, no estaba segura de que fuera verdad, pero estaba tan acostumbrada a ir hablando de todo que, cuando se daba cuenta, ya había hablado.

Muchas veces, eso se volvía un problema. Cuando Camila estaba irritada, hablaba palabras agresivas en voz alta y se quejaba tanto que su hermana también se irritaba y las dos terminaban peleando.

Otras veces, cuando Camila estaba desanimada, se olvidaba de las cosas buenas y solo hablaba de cosas tristes. Eso hacía que ella se quedara cada vez más abatida y demoraba mucho más en reanimarse.

Su mamá siempre conversaba con ella y le decía que tuviera cuidado con sus palabras, pues ellas no transmitían solo información sino también emociones. Por eso, podían hacer bien o mal.

Camila vivía prometiendo a su mamá que tendría más cuidado con lo que hablaba, pero también vivía olvidándose de controlarse.

Un día, Camila volvió de la escuela habladora como siempre, pero muy alterada. Contó que Aline, su mejor amiga, había ido a la escuela con la mano vendada y un cabestrillo alrededor del cuello para descansar el brazo.

Aline también tenía el mismo hábito de hablar mucho y le contó a Camila que se había caído con un vaso en la mano. Narró con todo lujo de detalle sobre sus heridas, los puntos que el médico tuvo que darle y el dolor que ella pasó. Camila se quedó con el dolor de su amiga y también muy impresionada, imaginando la escena.

Ella todavía parecía muy asustada cuando contó el triste acontecimiento a su familia. Después, Camila incluso pasó el resto del día temerosa, con miedo de caerse o lastimarse gravemente algún día.

En medio de la noche, la mamá de Camila escuchó un grito y, cuando llegó corriendo al cuarto de su hija, encontró a la niña llorando.

- Mamá, ¡tuve una pesadilla horrible! Soñé que había sufrido un accidente.

La mamá se quedó con ella hasta que Camila se calmó y volvió a dormir. Y al día siguiente, tuvo una conversación con la niña.

Camila ya había percibido cuán impresionada había quedado con los comentarios del accidente de Aline y finalmente se dio cuenta de cuán influenciables somos por las palabras.

No es de extrañar que las personas acostumbren a decir que las palabras tienen poder.

La pesadilla de Camila fue aterradora, pero con eso se dio cuenta de que su mamá tenía razón y que ella debería prestar más atención a las cosas que decía y cómo las decía.

Con el pasar del tiempo, Camila aprendió a distribuir palabras de alegría, gentileza, optimismo y cariño para sí misma y las personas a su alrededor. También aprendió a hablar solo lo necesario cuando estaba triste, con miedo o enojada, de una manera que no aumentara sus sentimientos ni los transmitiera a los demás.

Camila tardó un poco en lograr escoger mejor sus palabras. ¡Pero dio resultado! ¡Y todo el mundo quedó incluso más feliz!

 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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