Especial

por Juan Carlos Orozco

La prueba de la riqueza

Pobres y ricos son Espíritus en prueba, siendo que la indigencia es una prueba dura y la riqueza es una prueba peligrosa y muy arriesgada, más peligrosa que la miseria, por los deslices a que da causa, por las tentaciones que genera y por la fascinación que ejerce.

La prueba de la riqueza no es fácil de ser vencida, pues ella puede estimular la exacerbación de las malas tendencias y el predominio de las pasiones inferiores.

El hecho de la riqueza volverse difícil la prueba de quien la recibe no quiere decir que será imposible superarla, pues puede servir como medio de salvación a aquel que supo de ella dar utilidad edificante.

Por las consecuencias que ella provoca, la prueba de la riqueza es un medio concedido por Dios para evaluar la sabiduría y la bondad del ser humano: una forma de probarle la capacidad moral mediante el uso correcto de la riqueza en la práctica del bien y de la caridad. En ese sentido, ella sirve de instrumento para impulsar el progreso espiritual, como tantos otros disponibles por Dios.

En El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec, tenemos algunos esclarecimientos al respecto de la prueba de la riqueza en algunas preguntas:

“261. ¿En las pruebas que le cumple pasar para alcanzar la perfección, tiene el Espíritu que sufrir tentaciones de todas las naturalezas? ¿Tiene que encontrarse en todas las circunstancias que puedan ejercitarle el orgullo, la envidia, la avaricia, la sensualidad, etc.?

‘Cierto que no, pues bien sabéis que existen Espíritus que desde el comienzo toman un camino que los exime de muchas pruebas. Aquel, sin embargo, que se deja arrastar para el mal camino, corre todos los peligros que lo desenvuelven. Puede un Espíritu, por ejemplo, pedir la riqueza y serle esta concedida. Entonces, conforme su carácter, podrá volverse avaro o pródigo, egoísta o generoso, o aun lanzarse a todos los goces de la sensualidad. De ahí no se sigue, entre tanto, que haya de forzosamente pasar por todas estas tendencias’.”

“264. ¿Qué es lo que dirige al Espíritu en la escogida de las pruebas que quiera sufrir?

‘El escoge, de acuerdo con la naturaleza de sus faltas, las que lo lleven a la expiación de estas y a progresar más deprisa. Unos, por tanto, imponen a sí mismos una vida de miserias y privaciones, buscando soportarlas con coraje; otros prefieren experimentar las tentaciones de la riqueza y del poder, mucho más peligrosas, por los abusos y mala aplicación a que pueden dar lugar, por las pasiones inferiores que una y otros desenvuelven; muchos, finalmente, se deciden a experimentar sus fuerzas en las luchas que tendrán que sustentar en contacto con el vicio’.”

“814. ¿Por qué Dios a unos concedió las riquezas y el poder, y a otros, la miseria?

‘Para experimentarlos de modos diferentes. Además de eso, como sabéis, esas pruebas fueron escogidas por los propios Espíritus, que en ellas, entre tanto, sucumben con frecuencia’.”

“815. ¿Cuál de las dos pruebas es más terrible para el hombre, la de la desgracia o la de la riqueza?

‘Son no tanto una como otra. La miseria provoca las quejas contra la Providencia, la riqueza incita a todos los excesos’.”

En la pregunta 816, Kardec comenta: “La riqueza y el poder hacen nacer todas las pasiones que nos prenden a la materia y nos apartan de la perfección espiritual. Por eso fue que Jesús dice: ‘En verdad os digo que más fácil es pasar un camello por un agujero de aguja que entrar un rico en el reino de los cielos’.”


El apego a los bienes materiales

Muchos depositan todo en la posesión de bienes materiales, apoderándose de ellos como si fuesen perennes, dejandose llevar por la ambición, por el deseo insaciable de acumular bienes de fortuna, sin edificar la futura morada por los verdaderos valores de la vida eterna. Cuando menos esperar, en medio a los ambiciosos planes, serán arrebatados para prestar cuentas de la utilización de los bienes concedidos por el Padre.

El vínculo que prende al ser humano fuertemente a los bienes terrenos desviándole los pensamientos del cielo. El avariento será esposado a las riquezas que amontonó.

Como depositario de esos bienes, el ser humano no tiene el derecho de los disipadores y ni confiscar en su provecho.

“El amor a los bienes terrenos constituye uno de los más fuertes óbices a vuestro adelantamiento moral y espiritual. Por el apego a la posesión de tales bienes, destruís vuestras facultades de amar, con las que aplicar todas las cosas materiales. (...)

Nada os pertenece en la Tierra, ni siquiera vuestro pobre cuerpo: la muerte os despoja de el, como de todos los bienes materiales. Sois depositarios y no propietarios, no os eludáis. Dios os los prestó, tenéis que restituirlo; y Él presta bajo la condición de que lo superfluo, por lo menos, quepa a los que carecen de lo necesario. (Espíritu Lacordaire. Allan Kardec. El Evangelio Según el Espiritismo. Capítulo XVI. Desprendimiento de los bienes terrenos.)

“Los bienes de la Tierra pertenecen a Dios, que los distribuye a su grado, no siendo el hombre sino el usufructuario, el administrador más o menos íntegro e inteligente de esos bienes.” (M., Espírito protector. Allan Kardec. El Evangelio Según el Espiritismo. Capítulo XVI. La verdadera propiedad.)

“Si Dios le otorgó el poder y la riqueza, considera esas cosas como UN DEPÓSITO, de que le cumple usar para el bien. De ellas no envanecerse, por saber que Dios, que las dio, también las puede retirar.” (Allan Kardec. El Libro de los Espíritus. Comentario a la pregunta 918.)


El desapego a los bienes terrenos

“El desapego a los bienes terrenos consiste en apreciarlos en su justo valor, en saber servirse de ellos en beneficio de los otros y no apenas en beneficio propio, en no sacrificar por ellos los intereses de la vida futura, en pedirlos sin murmurar, caso plazca a Dios retirarlos.” (Espíritu Lacordaire. Allan Kardec. El Evangelio Según el Espiritismo. Capítulo XVI. No se puede servir a Dios y a Mamón: desprendimiento de los bienes terrenos.)

Se debe pensar que hay bienes infinitamente más preciosos que los de la Tierra y esa idea ayudará a desprenderse de ellos.


Los bienes celestiales

Poseer riquezas terrenas no son condiciones esenciales para la búsqueda de la felicidad.

Debemos acumular los tesoros celestiales y aprovechar las oportunidades que Dios nos ofrece para hacer buen uso de los bienes materiales concedidos temporalmente como medios de impulsar nuestra evolución intelectual, moral y espiritual.

Jesús nos advierte de que la verdadera finalidad de la vida terrena es obtener la riqueza espiritual. Tan pronto llegamos a comprender que la real felicidad no consiste en la posesión transitoria de las cosas del mundo, de buen grado pasaremos a trabajar activamente para entrar en la posesión de los bienes espirituales.

Allan Kardec esclarece: “Si la riqueza es causa de muchos males, si exacerba tanto las malas pasiones, si provoca incluso tantos crimenes, no es a ella que debemos inculpar, sino al hombre, que de ella abusa, como de todos los dones de Dios. Por el abuso, él vuelve pernicioso lo que le podría ser de mayor utilidad. Es la consecuencia del estado de inferioridad del mundo terrestre. Si la riqueza solamente males hubiese de producir, Dios no la habría puesto en la Tierra. Compete al hombre hacerla producir el bien. Si no es un elemento directo de progreso moral, es, sin contestación, poderoso elemento de progreso intelectual.” (El Evangelio Según el Espiritismo. Capítulo XVI. Utilidad providencial de la riqueza: pruebas de la riqueza y de la miseria.)


Empleo de la riqueza

“Siendo el hombre el depositario, el administrador de los bienes que Dios le puso en las manos, cuentas severas le serán pedidas del emplego que les haya Él dado, en virtud de su libre-albedrío. El mal uso consiste en aplicarlos exclusivamente en su satisfacción personal; bueno es el uso, al contrario, todas las veces que de ellos resulta un bien cualquiera para otros. El merecimiento de cada uno está en la proporción del sacrificio que se impone a sí mismo. La beneficencia es apenas un modo de emplearse la riqueza; ella da alivio a la miseria presente; aplaca el hambre, preserva del frío y proporciona cobijo al que no lo tiene. Deber, sin embargo, igualmente imperioso es meritorio es el de prevenir la miseria.” (Fenelon. Allan Kardec. El Evangelio Según el Espiritismo. Capítulo XVI. No se puede servir a Dios y a Mamón: empleo de la riqueza.)


Consecuencias del mal uso de la riqueza

“Los sufrimientos debidos a causas anteriores a la existencia presente, como los que se originan de culpas actuales, son muchas veces la consecuencia de la falta cometida, esto es, el hombre, por la acción de una rigurosa justicia distributiva, sufre lo que hizo sufrir a los otros. Si fue duro y deshumano, podrá ser a su vez tratado duramente y con deshumanidad; si fue orgulloso, podrá nacer en humillante condición; si fue avaro, egoísta, o si hizo mal uso de sus riquezas, podrá verse privado de lo necesario; si fue mal hijo, podrá sufrir por el procedimiento de sus hijos etc.” (Allan Kardec. El Evangelio Según el Espiritismo. Capítulo V. Bienaventurados los afligidos: causas anteriores de las afliciones.)


La prueba de la riqueza de Antonio Luiz Sayão, por el discípulo Max

“Antonio Luiz Sayão pidió a nuestro Creador la mayor y la más peligrosa de las pruebas que puede un Espíritu pedir: la riqueza material, comprometiéndose, sin embargo, a adquirila a costa de mucho trabajo y a hacerse espírita, para predicar la Doctrina de Jesús, por los ejemplos de todo orden, notadamente por el desprendimiento de los bienes terrestres, que le fuesen proporcionados por la riqueza adquirida. Y, de hecho, es la riqueza la prueba más peligrosa y el compromiso más serio que puede un Espíritu tomar, por los obstáculos crueles que le oponen los dos grandes enemigos del alma: ¡el orgullo y la vanidad, además de las exigencias en que todo instante nos obliga una sociedad, como la nuestra, sin creencias y sin moral!” (Antônio Luiz Sayão. Elucidaciones evangélicas. El autor de la obra. Discípulo de Max.)


Mensaje final

El Espíritu Joanna de Ângelis, en Vida feliz, psicografia de Divaldo Pereira Franco, en el capítulo LXI, enseña:

“Tú posesión en relación a los bienes terrestres es relativa.

En un mundo transitorio, en el cual todo pasa, lo que ahora te pertenece mañana hadrá cambiado de manos.

Usa, pero no abuses de los recursos de que dispongas.

No te esclavices a lo que detentas por momentos, evitándote sufrimientos cuando se transfieran para otros.

Los únicos bienes de duración permanente son los tesoros de los sentimientos, de la cultura y de las virtudes.

Acumula tesoros en el cielo, enseña el Evangelio."


Bibliografia:

ÂNGELIS, Joanna de (Espírito); na psicografia de Divaldo Pereira Franco. Vida feliz. 18ª Edição. Salvador/BA: LEAL, 2020.

KARDEC, Allan; tradução de Guillon Ribeiro. O Evangelho Segundo o Espiritismo. 1ª Edição. Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira, 2019.

KARDEC, Allan; tradução de Guillon Ribeiro. O Livro dos Espíritos. 1ª Edição. Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira, 2019.

SAYÃO, Antônio Luiz. Elucidações evangélicas à luz da Doutrina Espírita. 16ª Edição. Brasília/DF: Federação Espírita Brasileira, 2019.
 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita