Especial

por Maria de Lurdes Duarte

¿Qué niños son estos? Nuevas inteligencias y nuevos valores

¿Qué niños son estos que nos llegan todos los días a nuestras escuelas?

En mi ya lejana experiencia de trabajo educacional con niños, durante 38 años de actividad profesional, no puedo dejar de notar y admitir que los niños de hoy no son nada como los niños del inicio de mi carrera. Esta mi observación es común y constantemente repetida por mis compañeros de profesión y, ciertamente también común a otros educadores de otras áreas geográficas y hasta diferentes países.

Innegablemente, el tiempo no para y no podríamos estar a la espera de que los avances no se hiciesen y no alcanzaran a nuestros niños, diferenciándolos de las generaciones que los antecedieron. No obstante, es con alguna sorpresa que aun vemos cuan rápidamente la evolución se viene haciendo, en los últimos tiempos, pareciendo no darnos tiempo de adaptación a los constantes cambios que desfilan delante de nuestra mirada perpleja. Todo pasa en modo de aceleración y, en lo que alcanza a la inteligencia humana, a las costumbres, a las ideas y alteración de valores, no es menos verdad de lo que en el campo de las tecnologías, de la ciencia y del saber intelectual.

Todo eso es fácilmente constatable y exige de nosotros, generación más mayor, un enorme esfuerzo y capacidad de adaptación y de actualización, que, es bien de ver, no era necesario en el tiempo de nuestros abuelos, ni siquiera de nuestros padres. Esto bajo pena de ser vistos y hasta incluso sentirnos desencuadrados de los objetivos de nuestros jóvenes y niños y, con eso, dejar de ser capaces de cumplir nuestro papel de padres, profesores, educadores, orientadores en la caminata de la vida, y de bien cumplirnos el gran deber de conducir la actual generación de espíritus reencarnados en la Tierra para Dios. Espíritus esos que nos fueron confiados y de los cuales habremos de dar cuentas a las Potencias Superiores.

Pero, ¿qué espíritus serán estos, al final? ¿Habrá así tantas diferencias entre ellos y nosotros, que aquí llegámos hace algunos años? ¿Serían sus objetivos y los nuestros, cuando decidimos, o fuimos aconsejados, a reencarnar, así tan diferentes? Si los consideramos bajo un punto de vista más general, o sea, del porqué de la reencarnación, con seguridad que no. Todos reencarnamos por los mismos motivos. Queremos evolucionar, aprender en contacto con la materia, renovar sentimientos, adquirir valores, redimir errores, compensar injusticias, limar defectos y adquirir nuevas virtudes. Tenemos caminos de expiación y pruebas a recorrer, progreso a adquirir, del punto de vista moral, espiritual, intelectual. Son objetivos comunes, aunque diferenciados, que tienen que ver con las opciones y necesidades de cada uno de nosotros. 

Pero, si miramos estas diferencias entre los niños de hoy y los de ayer de un punto de vista más específico, que envuelve las capacidades y objetivos evolutivos individuales, somos llevados a admitir que esas diferencias son más significativas. Se hace evidente que los niños que hoy nos llegan a las escuelas, y que son los mismos que nos llegan al ambiente familiar por la vía de las reencarnaciones, se presentan con dotes de inteligencia más elevados. A eso juntamos un poder de observación y discernimiento más apurado, mayor capacidad de argumentación, como si supiesen, desde más pronto lo que quieren y para dónde deben conducir la voluntad y el pensamiento, convicciones fuertes, personalidad fuerte y más dirigidas, una mayor a la voluntad delante de los adultos, y tantos otros aspectos que los diferencian de los niños que fuimos. También los valores que evidencian nos parecen algo diferentes de los que estábamos habituados a encontrar en niños de la misma edad. Se nota cada vez una mayor sensibilidad delante de cuestiones humanitarias y ambientales, mostrando intereses y preocupaciones que estaban muy lejos de las nuestras, en el tiempo en que teníamos la misma edad. Es cierto que, en nuestras escuelas, han habido cada vez una mayor preocupación en insuflar en los alumnos valores de ciudadanía y corresponsabilización en relación a los destinos de nuestro planeta y de sus habitantes. Pero, ¿será la sensibilidad de que nuestros niños dan muestras apenas una consecuencia positiva de nuestros esfuerzos educativos? ¿No habríamos usado ya esas mismas estrategias, sin resultados tan evidentes? Estoy en creer que sí.

¿Por qué ahora? ¿Por qué estos niños? El mundo comenta y busca explicaciones. Oímos hablar de “niños índigo”, “niños cristal”, y otras más, cada grupo con sus características y especifidades. No vamos a entrar por las definiciones de cada una de esas categorías, que tal análisis no cabe en este trabajo. Pero vamos a procurar reflexionar un poco, a partir de los conocimientos que la Doctrina Espírita nos proporciona. Dicen los Espíritus que este nuestro mundo está ya pasando por una fase de transición y que se va aproximando cada vez mais el tiempo de ascender a la categoría que sigue a la de Expiación y Pruebas, y que nos permitirá vivir la posibilidad de ser un mundo de Regeneración. Esta es una fase de transición difícil, demorada, porque exige una gran preparación y cambio de actitudes y valores. Exige también una gradual alteración del clima espiritual en el planeta, incluyendo las fajas menos materiales, habitadas por los seres desencarnados, pero aun ligados a la Tierra. Es fácil de percibir que no es trabajo a ser hecho de una hora para otra. No estamos solos, en este propósito de ascensión. Tenemos el concurso fraterno de muchos amigos de los Planos más elevados, que miran por nosotros y cumplen amorosamente la tarea de aconsejarnos, intuir en el bien, ayudándonos a, de escalón en escalón, a subir en la escala evolutiva, de modo a volvernos merecedores de vivir tiempos mejores y más felices. Inclusive, nos dicen los amigos espirituales, entidades de todo orden están para reencarnar en la Tierra, con el objetivo de hacernos progresar. Cada uno trae su tarea específica. Si unos se dedican a la ciencia, a la tecnología, al progreso material, al saber e inteligencia, otros nos ayudarán en el progreso moral, a adquirir nuevos valores, a cambiar de actitudes, a soltar tradiciones y costumbres perniciosas, otros trabajan en el campo de las artes, de las religiones, de los derechos cívicos, de las leyes y de la justicia. Mucho más aquí podríamos apuntar porque de todo un poco se hace el progreso espiritual y es muy vasto el campo de trabajo a realizar.

Serán muchos los Espíritus que estarán para reencarnar actualmente, con las más variadas tareas, en esa inmensa siembra de Jesús, que es nuestro mundo terrestre. Si pensamos en eso, no será así tanto de admirar que diferentes niños, con capacidades e inteligencias diversas se presenten delante de nosotros, en estos tiempos actuales.

¿Se deduce, de toda esta constatación, que apenas Seres Superiores estarán reencarnado actualmente? ¿Serán Espíritus de Élite, aquellos que bajo la forma de niños, están entrando en nuestro seno familiar, en nuestras escuelas y sociedad? Sobre esta cuestión, iremos a continuar a reflexionar en próximos artículos, que darán continuidad a este, porque, siempre fundamentados en el estudio del Espiritismo, son diversas las cuestiones que nos deben preocupar al abordar un tema que nos parece de gran importancia en la comprensión de la actualidad. Iremos también a intentar abordar, de maneira más profunda, la importancia de la educación espírita en la conduccion de estos niños.  


María de Lurdes Duarte es profesora en la ciudad de Arouca, Portugal


 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita