Especial

por Paulo Hayashi Jr.

La apatía y el entusiasmo en nosotros

La apatía representa el estado de sopor o de angustia que probablemente estaba presente desde los tiempos primordiales en el ser humano, pero que tuvo especial destaque en la Edad Media. Ella tiene especial conexión con los monjes cristianos de la época medieval. La palabra viene del griego akedía, negligencia1, y denota un estado depresivo, melancólico, de tristeza o falta de fuerza que tiende para abajo, tal como modo de rebajar al individuo, tal vez hasta por él mismo. A pesar de parecer inicialmente malo, la cuestión no es exclusiva del ser humano. En el mundo animal, la angustia se relaciona con la hibernación que algunos animales hacen para ahorrar energía hasta la llegada de otros tiempos y ambientes. Si para los animales hibernar puede ser fundamental para la manutención de la vida futura, en el caso del ser humano, eso parece ser peligroso, dependiendo del abordaje de enfrentamiento hecho por el individuo. O sea, si ahorra en la existencia puede significar su desperdicio, una vez que “ayúdate a ti mesmo, que el cielo te ayudará”2.

La apatía, así como el entorpecimiento de la voluntad, de la energía y de la alegría de vivir, puede presentar riesgos tanto para el momento presente como para el futuro. Y esta falta de voluntad puede venir tanto de una idea errónea de mundo y de felicidad, como por el uso (exhaustación o estacionamiento) de nuestra energía personal, sea por estar demasiado de prisa, o entonces, paralizados hace mucho tiempo.

De acuerdo con James Hollis3, el mundo moderno posee diferentes peligros, llamados por él como cuervos, que aguardan algún momento de aproximarse cuando estamos con la guardia baja. Uno de esos cuervos es la falta de costumbre y la angustia. Bajar la vibración y la energía personal puede significar peligro que los monjes cristianos conocían bien. A tal “dolencia de los monjes” representaba esta falta de energía, de propósito, la tristeza prolongada que puede llevar a situaciones aun más problemáticas.

Las personas que acostumbran a entrar en el ritmo frenético del trabajo y de sus obligaciones personales pueden sentirse agotadas y desgastadas de tiempo en tiempo, así como también aquellos que están con problemas personales y profesionales y que no se sienten productivos durante el periodo. Estar en “baja productividad” durante algún tiempo debido a problemas de contexto es normal y precisa ser lidiado de modo a superar ese terreno árido. Todavía, hay aquellos que se acomodan y creen que no tienen fuerzas para superar el problema, o, entonces, no quieren enfrentar el desafío debido a formas erróneas de patrones de pensamiento formado y arraigado, experiencias pasadas y creencias limitadoras. Asumir el desafío de la responsabilidad por la propia vida y destino es fundamental para la superación y victoria sobre esa tristeza. “Todo hombre, pudiendo deshacerse de las imperfecciones por el efecto de su voluntad, puede ahorrarse a sí mismo los males que de ellas derivan, y asegurar su felicidad futura”4.

La apatía representa entonces esta señalización, este llamado de que precisamos estar conectados (¡lo que no siempre estamos!) con la responsabilidad por nuestra propia vida, tal como legítimos constructores de nuestro destino. Negar las señales es empeorar aun más el problema.

La existencia cobra responsabilidad, pero apenas aquellos que tienen condiciones de enfrentar sus malas inclinaciones y de descartar las falsas promesas de una vida infantilizada consiguen hacer este pasaje. La apatía puede representar esta duda existencial o hasta incluso una desconexión entre el individuo consciente y los propósitos del inconsciente y de la necesidad de alineamiento con su partícula divina y con Dios.

Cuando hay este encuentro real entre el yo consciente y el reino interior, cuando hay la comunión verdadera entre el propósito del individuo con el progreso del universo, hay el rescate del sentido, de la energía, del entusiasmo5. Además, la palabra entusiasmo viene del griego enthousiasmos y significa tener un Dios dentro de Sí. Lo que permite poner en práctica aquello que Nietzsche y Viktor Frankl expresan como: “quien tiene un porqué en la vida, enfrenta casi todo como”. Es salir fortalecido y de haber desafiado a su enemigo interior y vencido. La superación de la apatía hace que la persona salga fortalecida y preparada para nuevos desafíos y fortalecidas. Se sabe que a los discípulos avanzados caben también las pruebas más complejas.

En fin, vencer la apatía, encontrar su entusiasmo interior, configura parte de esta jornada magnífica del ser humano rumbo a las estrellas.

A pesar del trabajo hercúleo, la tarea no es imposible. Conocimiento, estrategia personal es disciplina son fundamentales para que la victoria venga de modo seguro. Hay diferentes modos por los cuales un individuo puede combatir la apatía. Uno de ellos es la concienciación de sus propósitos de vida, así como el mejor ajuste o reintegración con Dios. Nada mejor que los ejercicios de autoconocimiento para tal fin. Estar alineado con los propósitos superiores, los espíritus de élite, pueden ayudar en asumir una postura proactiva. Todavía, se sabe que cuanto más afinado la persona está con Dios, como buen trabajador y combatiente6, hay siempre enemigos queriendo lo contrario. Así, la buena compañía auxilia en el avance a pesar de los problemas, contratiempos y pruebas.

En la sapiencia de los antiguos, se puede decir que el dicho popular “Quien anda con puercos fazofía come” simboliza esa cuestión. Tener personas que nos ayuden, sea con una palabra amiga cuando se reconoce que estamos cabizbajos más allá de lo normal, sea con un gesto simple que nos llena de alegría. Pases terapéuticos, agua fluidificada también representan esta donación de un ser humano para con el otro. Es la superación por medio de la ayuda de terceros que vuelve al trabajo “sólido” debido a la "solidaridad" existente.

Otro punto que puede auxiliarnos en el combate de la apatía es mantener el humor siempre presente. El humor es una manera del cerebro de desgarrarse de ideas desagradables, evitando que siemientes ruines broten y crezcan en la flora mental. Es esencial para que el trabajador diligente tenga la precaución de no cultivar ideas nocivas, para que no venga a tener cosechas amargas más tarde. En algún momento de la vida, la obsesión podía ser una elección. El humor saludable, sea por medio de palabras, historias, imágenes o vídeos, permite el rehacimiento de las energías y de las estaciones mentales. Todo buen trabajador de la espiritualidad precisa manejar con satisfacción el humor para que sea no apenas portador de la Buena Nueva para los demás colaboradores, sino también el puerto seguro del ánimo, del entusiasmo y de la esperanza.

Más allá del humor, toda vez que surge una idea nefasta es esencial que la persona sepa cambiar de “estación mental”, para que el sopor no venga a ser buen compañero. Cambiar de idea, dominar la mente representa aspecto fundamental para que el desánimo no “toque a la puerta”. Autocontrol de la mente y de las emociones es fundamental para que el individuo sepa no sólo enfrentar los problemas “allá fuera”, sino también los del reino interior.  

En fin, a pesar de parecer un problema, la apatía puede significar legítimo punto de verificación del avance del ser sobre sus propias maldades.

Autoconocimiento, autodescubrimiento, autocontrol son etapas sine qua non para el avance sobre la apatía y el encendido de la luz interna del conocimiento y del amor que auxiliarán en el desenvolvimiento y progreso de la humanidad. Progreso ese que debe tener la base interna, del individuo fuerte y consciente, para que consiga enfrentar de modo justo y adecuado a la expresión “Yo no soy lo que me ocurrió; yo soy lo que escogí ser”7.8 

 

[2] Allan Kardec, O Evangelho segundo o Espiritismo, cap. 25.

[3] James Hollis. Os pantanais da alma. São Paulo: Paulus, 1998.

[4] Allan Kardec, O céu e o inferno ou a justiça divina segundo o Espiritismo. Código penal da vida futura.

[5] La palabra entusiasmo viene del griego enthousiasmo (en theos), y significa tener un dios dentro de sí.

[6] 2 Timóteo 4:7,8

[7] James Hollis. Os pantanais da alma. São Paulo: Paulus, p. 175, 1998.

[8] Em homenagem aos meus queridos genitores, Paulo Hayashi e Ioko Ikefuti Hayashi, que já se encontram na Pátria Espiritual.


 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

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 Revista Semanal de Divulgação Espírita