Especial

por Rogério Coelho

¿Cuál es la utilidad del aspecto filosófico en el Espiritismo? - Parte 1

La Filosofía permite la revelación de lo que está cubierto por la costumbre


“La Filosofía es la posibilidad de la transcendencia humana”. 
M.L.A. Aranha y M.H.P. Martins1


Para saber la utilidad del aspecto filosófico del Espiritismo, se hace necesario primeramente tener en mente el significado de la palabra “reflexión”, que viene del latín “reflectere”, y etimologicamente significa: “hacer retroceder, volver atrás”. Por tanto, reflexionar es retomar el propio pensamiento, pensar lo ya pensado, volver para sí mismo y colocar en cuestión lo que ya se conoce...

Ya en el siglo XVII presentaba Renato Descartes, el filósofo y matemático francés tal método, hoy conocido por “cartesianismo”, a través del cual él afirmaba: “para alcanzar la verdad es preciso, una vez en la vida, deshacernos de todas las opiniones que recibimos y reconstruir los fundamentos, todos los sistemas de nuestros conocimientos”.

Tal método lo llevó – por intuición y deducción – a descubrir la verdad de la suya y de la existencia de Dios.

Según Gramsci, “no se puede pensar en ningún hombre que no sea también un filósofo, que no piense, precisamente porque pensar es propio del hombre como tal”.

Los Espíritus Amigos2 esclarecen que “en el pensamiento goza el hombre de ilimitada libertad, pues que no hay como colocarle amarras. Se le puede detener el vuelo, sin embargo, no aniquilarlo... Forzar a los hombres a proceder en desacuerdo con su modo de pensar, y hacerlos hipócritas. La libertad en el ámbito de la conciencia es uno de los caracteres de la verdadera civilización y del progreso.”

Por tanto, no hay duda que la libertad de pensamiento es un derecho de todos. Cortarlo sería producir hipócritas, como suele ocurrir con las conversiones forzadas. Podemos, entonces, concluir que la filosofia es hija dilecta del pensamiento y ella nace en el momento en que el pensar es puesto en causa, volviéndolo objeto de reflexión.

El hombre común, en lo cotidiano de la vida, es llevado a “parar” de vez en cuando, en un “staccato” necesario, a fin de retomar el significado de sus actos y pensamientos, y en esa hora es solicitado a reflexionar.  Mientras, la simple reflexión no genera la Filosofía, pero sí la reflexión filosófica. A sua vez, la reflexión filosófica se desdobla en tres níveles: radical, rigurosa y de conjunto.

Interpretemos esos tres ítems con el profesor Dermeval Saviani:

Radical – la palabra latina “radix, radicis” significa “raíz”, y en el sentido figurado, “fundamento, base”. 

Por tanto, la filosofía es radical no en el sentido vulgar de ser inflexible (en ese caso sería la antifilosofía), sino en cuanto busca explicar los conceptos fundamentales usados en todos los campos del pensamiento y del obrar.

Rigurosa – En cuanto a “filosofía de vida” no lleva las conclusiones hasta las últimas consecuencias, y no siempre es capaz de examinar los fundamentos de ellas, el filósofo debe disponer de un método claramente explicito a fin de proceder con rigor, garantizando la coherencia y el ejercicio de la crítica. Incluso porque el filósofo no hace afirmaciones apenas, precisa justificarlas con argumentos. Para tanto usa de lenguaje riguroso, que evita la anfibología, esto es, evita la ambigudad o duplicidad de sentido de las expresiones cotidianas y le permite discutir con otros filósofos a partir de conceptos claramente definidos. Es por eso que el filósofo siempre “inventa conceptos”, o crea expresiones nuevas y neologismos, o altera y especifica el sentido de las palabras usuales.

De conjunto – En cuanto las ciencias son particulares, porque abordan “recorts” de la realidad y se distinguen de otras formas de conocimiento, y la acción humana se expresa en las más variadas formas, la filosofía es globalizante, porque examina los problemas bajo la perspectiva de conjunto, relacionando los diversos aspectos entre sí. En ese sentido, más allá de considerar que el objeto de la filosofía es todo (porque nada escapa a su interés), completamos que la filosofía busca a todo, a la totalidad.  De ahí la función de interdisciplinaridad de la filosofía, estableciendo el hilo de unión entre las diversas formas del saber y del obrar humanos.

La manera por la cual se hace rigurosamente la reflexión filosófica varia conforme la orientación del filósofo y las tendencias históricas derivadas de la situación vivida por los hombres en su acción sobre el mundo.

A esta altura podemos preguntar: “¿dónde está la necesidad de la filosofía?”

Los entendidos en el asunto1 son unánimes en afirmar que la utilidad e incluso la necesidad de la filosofía apoyarse en el hecho de que, por medio de la reflexión, ella permite al hombre tener más de una dimensión, más allá de la que es dada por el obrar inmediatamente, en lo cual el “hombre práctico” se encuentra encarcelado.

Es la filosofía que da el distanciamiento para la evaluación de los fundamentos de los actos humanos y de los fines a que ellos se destinan; reune el pensamiento fragmentado de la ciencia y lo reconstruye en su unidad; vuelve la acción pulverizada en el tiempo y procura comprenderla. Por tanto, la filosofía es la posibilidad de la transcendencia humana, o sea, la capacidad que solo el hombre tiene de superar la situación dada y no-escogida. Por la transcendencia, el hombre surge como ser de proyecto, capaz de libertad y de construir su destino.

Por paradoja que pueda parecer, el distanciamiento es justamente lo que provoca la aproximación mayor del hombre con la vida. Whitehead, lógico y matemático británico contemporáneo, dice que “la función de la razón es promover el arte de la vida”. La filosofía recupera el proceso perdido en el inmobilismo de las cosas hechas (muertas porque ya son desfasadas). La filosofía impide la estancación. Por eso, el filosofar siempre se confronta con el poder, y su investigación no queda ajena a la ética y a la política. Es lo que afirma el historiador de la filosofía François Châtelet, cuando escribe: “desde que hay Estado — de la ciudad griega a las burocracias contemporáneas —, la idea de verdad siempre se volvió, finalmente, para el lado de los poderes (o fue recuperada por ellos, como testimonia,(por ejemplo), la evolución del pensamiento francés del siglo XVIII al siglo XIX). Por consiguiente, la contribución específica de la filosofía que se coloca al servicio de la libertad, de todas las libertades, es la de minar, por ellas análisis que ella opera y por las acciones que desencadena, las instituciones represivas y simplificadoras: se quiera trate de la ciencia, de la enseñanza, de la traducción, de la investigación, de la medicina, de la familia, de la polícia, del hecho carcelario, de los sis­temas burocráticos, lo que importa es hacer aparecer la máscara, dislocarla, arrancarla...”

La filosofía es, por tanto, la crítica de la ideología, en cuanto forma ilusoria de conocimiento que busca la manuntención de privilegios.

Atentando para la etimología del vocablo griego correspondiente a la verdad (a-létheia, aletheúein, “desnudar”), vemos que la verdad es poner al desnudo aquello que es­taba escondido, y ahí reside la vocación del filóso­fo: el desvelamiento de lo que está encubierto por la costumbre, por lo convencional, por el poder...

Finalmente, la filosofía exige coraje.  Filosofar no es un ejercicio puramente intelectual.  Descubrir la verdad es tener el coraje de enfrentar las formas estancadas del poder que intentan mantener el “status quo”, es aceptar el desafío del cambio. (Eso no es fácil, teniendo en cuenta la ancestral acomodación humana).

Sócrates y Jesús enfrentaron, - impertérritos y sin asombro -, el desafío máximo de la muerte en defensa de la verdad que postulaban.

Ya podemos, ahora, entender porqué Allan Kardec eligió la Filosofía para ser uno de los tres vértices principales del Espiritismo. Y comprendemos eso aun más cuando observamos que la Filosofía no corona ni el dogmatismo sofocante y tampoco el escepticismo, siendo este último una posición filosófica que concluye por la imposibilidad del conocimiento, sea en la forma moderada de suspensión provisional del juicio, sea en la radical rechaza en formular cualquier conclusión.  

En el otro extremo de donde se encuentra el escepticismo está el dogmatismo, según el cual el filósofo se considera en posesión de certezas y verdades absolutas e indudables. En cuanto el dogmático se apega a la certeza de una doctrina, el escéptico concluye por la imposibilidad de toda certeza y, en ese sentido, considera inútil la búsqueda que no lleva a lugar ninguno. Comparando las dos posiciones antagónicas, podemos perceber que ellas tienen en común la visión inmobilista del mundo: el dogmático alcanza una certeza y en ella permanece; el escéptico anhela por la certeza y decide que ella es inalcanzable.

Pero la filosofía es movimiento, pues el mundo es movimiento. La certeza y su negación son apenas dos momentos (la tesis y la antítesis) que serán superados por la síntesis, la cual, a sua vez, será nueva tesis y así por delante...   

(Continúa en el próximo número.)

 

[1] - Do livro: Filosofando – Introdução à Filosofia – Ed. Moderna – 2ª edição, revista e atualizada.

[2] - KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos. 88.ed. Rio [de Janeiro]: FEB, 2006, questões 833 e 837.


 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita