Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Amistad


El ciempiés y la mariposa


Vivían en el bosque, al pie de un gran árbol, una oruga y un ciempiés muy amigos. Ellos habían crecido juntas y les gustaba pasear al sol, comer hojas verdes y jugar juntas.

El tempo pasó y llegó el momento de la oruga de hacer un capullo. 

El ciempiés extrañaba pasear con su amiga, pero sabía que pronto ella saldría de ahí y ellas podrían

jugar juntas de nuevo.

El ciempiés estaba pensando en eso cuando la mariquita se le acercó al pasar.

- ¡Buenos días, ciempiés! ¿A la oruga y a ti les gustaría ver conmigo las flores que han nacido? – dijo la mariquita.

- ¡Buenos días! Creo que la oruga todavía va a quedarse unos días más en su capullo, ¡pero me gustaría ir contigo!

- Pobrecita... Debe estar muy apretada ahí adentro. Espero que esté bien – dijo la mariquita pensativa.

Pasaron unos días, y todos los animalitos del bosque estaban esperando a la oruga salir de su capullo. Todos se reunieron alrededor del capullo para recibir a la oruga apenas saliera.

- Ella debe tener hambre después de quedarse en su capullo tanto tiempo – dijo el caracol. – Traje algunas hojas para ella, por si quisiera tomar una merienda.

- ¡Vean esto, el capullo se está abriendo! – dijo el ciempiés animado. - ¡Vamos a darle la bienvenida a la oruga!

Pero todos se llevaron una gran sorpresa cuando vieron dos lindas alas azules saliendo del capullo. ¡La oruga se había transformado en una mariposa!

- Qué maravilla... ¡Quiero decir, mariposa! – se rio el ciempiés. – Ahora que ya puedes pasear de nuevo, ¿quieres jugar con nosotros en las raíces del mango?

- Estoy muy cansada de tanto hacer esfuerzo para salir del capullo – dijo la mariposa. ¿Por qué no te adelantas? Voy a estirar mis alas y, cuando esté mejor, los encuentro.

El ciempiés estuvo de acuerdo, pensando que al día siguiente podría pasear con su amiga, como lo hacían antes. Pero, a la mañana siguiente, la mariposa también rechazó la invitación.

- Ahora que tengo alas, no sé si es una buena idea pasear juntas.

- Qué tontería – dijo el ciempiés. – La abeja también tiene alas, y acostumbrábamos a ir juntas a la ribera del río a ver las flores que nacían ahí. No hay problema con ser diferentes.

Incluso así, la mariposa rechazó la invitación. El ciempiés salió a buscar hojas para comer y mientras tanto la mariposa voló hasta el río.

- ¡Qué rápido puedo volar! ¡Mis alas son en verdad maravillosas! – se jactaba ella.

La mariposa voló hasta la ribera del río y se posó en una flor que caía sobre el agua, y se quedó admirando el reflejo de sus alas.

De repente, un fuerte viento balanceó la flor en la que estaba la mariposa y ella cayó al río. Por suerte, la mariposa logró agarrarse de una rama que flotaba. Con sus alas mojadas, ya no podía volver a la orilla.

- ¡Socorro! ¡Por favor, que alguien me ayude! – gritaba la mariposa.

La mariposa quedó muy sorprendida cuando vio al ciempiés llamando a sus amigos para ayudar. La hormiga, que era la más fuerte, pudo sujetar un palo para que la mariposa se apoyara. Con la ayuda de todos, logró salir del río a salvo.

- ¡Me salvaron! Ciempiés, por favor perdóname. Siempre fuiste mi amigo y, solo por mis alas, me creí más importante. Pero cuando más te necesité estuviste a mi lado. ¡Muchas gracias a todos! Ustedes son muy importantes para mí. Son mis amigos y no quiero alejarme nunca de ustedes.

Ese día, la mariposa aprendió que la amistad verdadera es preciosa, y las apariencias no deben ser más importantes que el afecto.


(Texto de Lívia Seneda.)



 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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