Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Felicidad


El mono Simón y la felicidad


Érase una vez un monito llamado Simón, que vivía en una casa de madera, construida en la copa de un gran árbol.

Un día, escuchó a alguien hablar sobre la felicidad. Decía que la felicidad era un sentimiento maravilloso, pero que era muy muy difícil de encontrar.

Simón, que era curioso, decidió que también quería encontrar y sentir esa tal felicidad. Así, lleno de disposición, decidió salir en su búsqueda.

Aunque se demorara, valdría la pena encontrarla.

Una bella mañana, el monito colocó unas frutas en un saco, cerró su casa y salió por el mundo para encontrar la felicidad.

Pasó por un lago y vio a una pata, con seis patitos. Ellos nadaban detrás de ella, daban pequeñas zambullidas, se refrescaban… Simón se acercó y preguntó a la pata.

- ¿Tú encontraste la felicidad?

- ¡Sin duda! – respondió ella – enseñar a mis patitos a nadar y verlos crecer es una gran felicidad para mí.

Simón se quedó viendo a esa familia por unos minutos más, pero se dio cuenta de que la felicidad de la pata y los patitos no sería para él. Entonces continuó caminando.

En un claro, el monito se detuvo para descansar un poco. Se echó en el pasto y en el cielo vio a una bandada de golondrinas volando velozmente. Hacían acrobacias, volaban hacia arriba, después más abajo… Parecían animadas y felices.

Cuando se posaron para descansar en un árbol, Simón subió por las ramas y les preguntó:

- Golondrinas, ¿ustedes encuentran la felicidad cuando vuelan en bandada, así como las vi haciendo hasta hace poco?

- ¡Sí! ¡Mucha felicidad! – respondieron ellas – ¡volar en bandada es la cosa más maravillosa del mundo!

Pronto levantaron vuelo nuevamente y volvieron a comenzar con la diversión. El monito se quedó admirando por algún tiempo más a las pequeñas aves, pero después se fue, acordándose de que la felicidad que las golondrinas experimentaban no era la misma que él podría encontrar.

Simón caminó durante todo el día.

Prestando atención a las situaciones, percibió que muchos animales eran felices, pero cada uno a su manera.

El caimán estaba muy satisfecho echado al sol.

La paloma estaba realizada, empollando sus huevos, en el nido que ella misma había construido.

Las abejas eran felices viviendo en la colmena y haciendo miel.

El armadillo prefería vivir solo en su guarida.

Al final del día Simón estaba cansado de tanto caminar. También tenía hambre. Decidió volver a casa.

Cuando llegó, abrió la puerta, vio sus cosas, comió sus frutas favoritas, se echó en su cama confortable y pensó.

“Voy a llamar a mis amigos mañana para que vengan aquí a casa.”

Simón sintió una sensación deliciosa y fue entonces que se dio cuenta de que él también era feliz. Lo que él había estado buscando el día entero estaba muy cerca de él, en su forma de vivir, con las condiciones que Dios había planeado para él.

Al día siguiente Simón despertó, abrió la ventana, vio las hojas bonitas del árbol, estiró el brazo, comió unas frutitas maduras, dijo buenos días, muy alto, para que escucharan todos los pajaritos y los demás animalitos que eran sus vecinos.

El monito antes no lo sabía. Pero ahora él ya tenía conciencia de que él también era muy feliz.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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