Especial

por Jorge Hessen

“Culpa” de la culpa (teológica), ponderando la inutilidad de la culpa

La culpa es la alerta de la conciencia son temas que merecen profundas reflexiones. Es importante decir que la “alerta o conflicto de la conciencia” aun no es la instalación de la culpa, sin embargo es una invitación a la  contricción delante de los errores. Tal comprensión conciencial es indispensable para la armonización del desajuste psicológico, consecuente de la culpa.

La conciencia es lo divino en nuestra realidad existencial; en ella están escritas las Leyes del Creador. La culpa resulta de la no auscultación de la “alerta de la conciencia”, por tanto es patológica y genera profunda conmoción psicológica autopunitiva. Detalle: es imposible que noexista la alerta conciencial en el psiquismo humano. Podemos fingir no oír la “voz de la conciencia”, y, a pesar de eso, ella siempre nos alertará, excepto en los casos extremos de psicopatologías en que el enfermo mental no siente un mínimo de arrepentimiento o sentimiento de culpa.

La alerta conciencial señaliza las transgresiones al código moral de ley de la conciencia. A la vista de eso, tomamos ciencia y nos arrepentimos del error, buscando repararlo. Por otro lado, la culpa es un proceso patológico en que quedamos venerando el error bajo el movimiento psicológico de autojuzgamiento, autocondenación y autopunición.

Impulso autopunitivo

El comportamiento autopunitivo causa gravísimas dolencias emocionales, principalmente la depresión. Actualmente la depresión es un colosal drama humano. “Yo no merezco ser feliz”, “yo no nací para ser amado”, “a nadie le gusto” etc. Aquí se manifiesta un comportamiento autopunitivo de complicado tratamiento psicológico y espiritual. En este caso la “culpa” está castigando y aprisionando. El culpable está acomodado en la queja y en la lamentación (por la “culpa”). Más maduro psicologicamente podría avanzar por el camino del autoperdón y capacitaría abrir más el corazón para la vida.

En las patologías depresivas, muchas veces hay mucho odio guardado en el corazón. Muchas veces oscilamos entre actos que generan la artimaña de la “disculpa” y acciones que determinan la “culpa”. Dependiendo de como lidiemos con tales desafíos, la “culpa” permanece más fuerte, produciendo situaciones que obstaculizan el estado psíquico y emocional, razón por la cual no nos podemos exigir perfección, no obstante, debemos hacer esfuerzos continuos de autoperfeccionamiento, apartándonos de la “disculpa”, que nada más es que una puerta de escape para la fuga de las propias obligaciones.

La percepción de la “culpa” ha sido objeto de investigaciones e influencias en el amplio debate temático de la Doctrina de los Espíritus y de las ciencias psíquicas. Se sabe que son interminables y graves las consecuencias de la conservación de la “culpa” en nuestra vida, pudiendo alcanzar indescriptibles destrozos emocionales, psicológicos, comportamentales y morales.

La famosa “culpa” se consubstancia en una sensación de angustia adquirida después de una revaluación de un acto tenido como reprobable por nosotros mismos, o sea, cuando transgredimos las normas de nuestra conciencia moral.

Distintivos de la culpa

De las diversas características de la culpa hay aquella derivada de la voluptuisidad de “placer” cuando alguien no se divirtió como gustaría (de haberse atrevido en una “juerga”, por ejemplo). Después de la “juerga” ese alguien se siente culpable y se cobra por no haber permanecido más tiempo en la fiesta; por no haber realizado eso y o aquello etc. Bajo ese estado psicologicamente perturbador surge la culpa como reflejo de aquello que no se hizo y deseaba haber hecho, resultando el movimiento de autopunición.

Bajo el punto de vista religioso, la “culpa” deriva de la transgresión de algo “prohibido” o de una norma de fe. La sanción religiosa toca para la reprimenda y condenaciones punitivas. La siniestra “culpa” religiosa significa un estado psicológico, existencial y subjetivo, que indica la búsqueda de expiación de faltas ante lo “sagrado”, como parte de la propia autoiluminación como experiencia sectaria. Frecuentemente la religión trata la “culpa” como un sentimiento imprescindible a la contricción y a la mejoría personal del infractor, pues este alcanza el cambio apenas se reconoce como “pecaminoso” el acto cometido.

Esa interpretación religiosa no se compatibiliza con las propuestas espíritas, hasta porque la “culpa” es una de las percepciones psíquicas que no se debe nutrir, por ser una especie de malestar estéril, una inútil insatisfacción íntima. En verdad, cuando nos culpamos trabamos todo el potencial de manifestarnos con seguridad delante de la vida.

Todos los recuerdos negativos paralizan el entusiasmo para las acciones en el bien, únicas portadoras de esperanza para la liberación de la culpa. Cuando entramos en el proceso autopunitivo generamos un impulso de distanciamiento de la realidad de la vida y del propio vivir. Es un gran desafío transformándonos la experiencia desafiadora (dolor/“sufrimiento”) en experiencia de aprendizaje. Para eso, importa hacer el BIEN (con mayúsculas) en el límite de nuestras fuerzas, comenzando en nosotros mismos, permitiéndonos experimentar ese BIEN en el corazón y al mismo tiempo realizamos el BIEN al prójimo, y así nos liberaremos totalmente del nódulo culpable.

El disculpismo ante la alerta consciencial

La Ley de Causa y Efecto es uno de los principios fundamentales preconizados por la Doctrina Espírita para explicar las vicisitudes ligadas a la vida humana. Ante la Ley de causalidad la cosecha deriva de la siembra, sin cualquier expresión castradora o fatalista para la reparación. La “alerta de conciencia”, por ejemplo, bien absorvida, se transforma en componente responsable. Pero si lo ignoramos caemos en el disculpismo y rechazamos la responsabilización del error. En base de eso, el disculpismo es una postura profundamente irresponsable delante de nosotros mismos.

El negligente (disculpista) pronuncia que “errar es humano”, sin embargo es contraproducente razonar así. Es un proceso equivocado que ultraja la Ley de Dios. En verdad, no precisamos culparnos (exigencia) cuando erramos, y mucho menos disculparnos (negligencia), sin embargo, importa oígamos la voz de la conciencia  y aprender con los errores a fin de repararlos.

Asistencialismo como cataplasma de la culpa

Sobre las diferentes peculiaridades de la culpa aun hay aquella sucedida en aquellos trabajadores que ávidamente se sumergen en los asistencialismos.  Son compañeros de conciencia “pesada” que ambicionan consolidar la beneficencia, buscando, antes, anestesiar la propia culpa. En realidad, están intentando negociar con Dios, a fin de librarse de la ansiedad mental. De cierto eso es una práctica espontánea no obstante  contraproducente.

No obstante, en el M.E.B. - Movimento Espírita Brasileño haya bastante frente de servicios asistenciales. El psiquiatra Alírio Cerqueira, coordinador del Proyeto Espiritizar de la Federación Espírita de Mato Grosso, discute que muchos hacen asistencialismos sin real conciencia  de la necesidad social de los desprovenidos. En verdad, trabajan “caritativamente” bajo las esposas de la conciencia culpable y arriesgan disfrazar para sí mismos el automático exercicio de “altruismo”. Obran subconscientemente como portadores de una herida muy dolorosa, y en vez de tratarla para cicatrizar, quedan pasando pomada anestésica en la herida (culpa) para ablandar el dolor.

Obrando así (en el asistencialismo) la culpa normalmente es “escondida”, pero no desaparece, pues, pasando el efecto del anestésico la culpa vuelve y la persona mantiene el conflicto de conciencia . De ese modo, va ampliando cada vez más los compromisos “filantrópicos”; se va sobrecargando en los pactos “caritativos”; sin embargo, la culpa es conservada. Muchos pasan la vida entera en esa actitud de “HACEDOR DE COSAS” sin cualquier objetivo consciencial. Tales “caritativos” con certeza socorren TEMPORALMENTE a los necesitados, todavía, provocan para sí mismos , en alto grado,  el cansancio mental, el estrés y la saturación psicológica y no consiguen ARMONIZARSE CONSIGO MISMOS.

Ante la culpa, no son los sanos que necesitan de médicos

En verdad, el objetivo de las leyes divinas (establecidas en la conciencia) es proporcionarnos la pura y eterna felicidad. En base a eso, cuando las transgredimos quedamos ansiosos, porque nos apartamos de la felicidad, luego, sentimos extrema ansiedad. En base a eso, es importante el ejercicio del auto perdón que obviamente no extinguirá la responsabilidad de los errores practicados, hasta porque el auto perdonarse no es simplemente pasar una goma de borrar encima del error, sino hacer una evaluación equilibrada del desacierto para repararlo.

En el extremo, hay personas que alimentan tanta culpa, que se sienten indignas de hacer una oración y o de hacer el bien. Sin embargo, juzguemos lo siguiente: la oración no es para espíritos puros. Jesús orientó que no son los sanos que necesitan de médicos, sino los enfermos. Ahora, esperar nuestra purificación para orar y hacer el bien no tiene ningun sentido, hasta porque nos perfeccionamos gradualmente, orando inicialmente y de manera especial haciendo bien en el límite de nuestras fuerzas.

 

Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita