Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 

Tema: Envidia


Campeonas en la vida


Desde pequeña, Isabel siempre fue una niña muy activa. Le gustaba hacer volteretas, ser la mejor y hacer ejercicios difíciles que ninguna amiga lograba hacer.

Su madre, viendo que ella tenía talento para el deporte, la inscribió en una escuela de gimnasia. A Isabel le gustaban mucho las clases. Prestaba atención, se esforzaba para poder realizar los movimientos y pronto progresó bastante.

Pero, después de un tiempo, Isabel parecía desanimada con los entrenamientos y llegaba a casa desalentada.

Un día, su madre le preguntó:

- ¿Qué pasó, Isabel? Te gustaba tanto ejercitarte. ¿Ya no te gusta más?

- No es eso, mamá. Todavía me gusta mucho. Pero creo que nunca voy a ser tan buena como algunas de mis compañeras.

- Hija, no pienses así. Ellas deben haber comenzado antes que tú. Si entrenas mucho, también vas a ser buena.

- Pero Tereza comenzó después que yo y ya puede hacer todo lo que yo hago. Ella es súper flexible y súper fuerte. Ella va a lograr superarme pronto, pronto. Yo intento esforzarme al máximo. Pero no sirve, ¡ella siempre es mejor! ¡Creo que no quiero ir más! – dijo Isabel, casi llorando.

- Querida, si Tereza tiene mucho talento, debemos alegrarnos por ella. Cada uno tiene un camino diseñado por Dios. Nosotras no podemos evitar las oportunidades que Él le dio a ella – dijo la madre con cariño. – De la misma forma, lo que Dios ha planeado para ti, ni ella, ni nadie, podrá impedirlo. No tienes que desviar tu atención vigilando el camino de ella, tienes que concentrarte en tu camino y en dar lo mejor de ti.

Para concluir, la mamá además le recomendó:

- Isabel, no dejes que la envidia te ponga contra ella, en vez de eso alienta a tu amiga. Ese sentimiento malo solo les hará mal a las dos. Mira en ella una inspiración para ti. No sirve de nada competir contra Tereza. Intenta competir contigo misma y vencer tus dificultades. Cambia tu pensamiento malo por uno bueno. Por ejemplo, piensa que, entrenando con Tereza, puedes rendir incluso más.

Isabel sabía que su madre tenía razón. Cultivar la envidia de Tereza y pensar en abandonar los entrenamientos la había estado haciendo daño. Por eso, resignada, dijo con una sonrisa:

- Está bien, mamá, voy a intentarlo… También porque no podría dejar de practicar gimnasia que tanto me gusta.

Y así Isabel continuó con su rutina. Los días de las clases de gimnasia, ella se arreglaba, se recogía el cabello, cogía su botellita de agua e iba feliz. Era siempre puntual. Casi nunca faltaba.

Mirando a Tereza con buenos ojos, Isabel logró volverse su amiga. Siempre elogiaba a Tereza y la abrazaba cuando lograba realizar un ejercicio nuevo.

Tereza realmente tenía mucho talento. Cuando las niñas participaron en el campeonato, quedó en primer lugar. Isabel también ganó una medalla, pero quedó en tercero.

Un día, Tereza comenzó a patinar. A la niña le gustó tanto el patinaje que cambió de deporte. Isabel todavía prefería la gimnasia y siguió en ella, siempre entrenando y perfeccionándose. Participó en muchos campeonatos en su vida de atleta y ganó muchas medallas, incluso el primer lugar.

Tereza asistió a muchas competiciones. Animó mucho a Isabel, gritaba entusiasmada y aplaudía a su amiga en el podio.

Algunas veces, Isabel perdía. Y Tereza estaba ahí para abrazarla también.

Isabel y Tereza tuvieron las experiencias que escogieron y que, al mismo tiempo, Dios les permitió.

Las dos amigas fueron campeonas en el deporta, pero lo importante es que también fueron victoriosas en la vida.


 

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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