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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 9 - N° 459 - 3 de Abril de 2016

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

 ¿Sabes qué es la soledad?
 

  

Era uno de esos días difíciles para David. No tenía clases por tres días debido a los feriados. Sentado en el porche de su casa, David se sentía solo. Su madre, con una escoba en la mano, salió muy animada a barrer la acera. Viendo a su hijo triste, dijo:

- Qué lindo día, ¿no crees, hijo mío?

David, con la mirada perdida a lo lejos, se

volteó hacia su madre y reaccionó malhumorado:

- ¿Por qué un lindo día, mamá?

- Bien. ¡El día está azul, sin nubes y el sol brilla en lo alto invitándonos a vivir, a hacer algo bueno y útil para nosotros y para nuestro prójimo! – respondió la mamá, sorprendida por la respuesta de él.

Más enojado al oír las palabras de su mamá, él murmuró:

- Nada de eso me interesa. Me gustaría aprovechar el día jugando con mis amigos, pero los que viven más cerca están de viaje. ¡¿Qué voy a hacer todo el día?!... ¡Me siento solo, sin nadie!...

En sus ojos había lágrimas que no llegaban a caer.

Apenada, la madre dejó la escoba, se sentó al lado de su hijo y murmuró:

- ¡Hijo mío! ¡Eres un muchacho perfectamente sano, tienes una buena casa, una familia amorosa; además, tu padre trabaja mucho para que nada nos falte!... ¿No crees que estás siendo ingrato con todas las bendiciones que Dios te dio?

Pensando mejor, el niño contestó:

- Yo sé que nuestra vida es buena, mamá. ¡Pero hay veces que siento mucha soledad!...

La madre miró al hijo, que tenía todo y creía que no tenía nada, llena de piedad:

- ¡Ah, hijo mío! ¿Sabes lo que es la soledad?

- Sí sé. Es cuando las personas se sienten solas.

- No, hijo mío. ¡La soledad es cuando no tenemos a nadie que se interese por nosotros! ¡Cuando las personas no tienen a alguien para conversar, intercambiar ideas, para reír de nuestras bromas! Tú vives rodeado de familiares, amigos, vecinos, compañeros de colegio… ¡Hay personas que viven realmente solas! – le dijo a la mamá, con ganas de sonreír al escuchar la palabra que era nueva en el vocabulario de su hijo.

David pensó un poco y respondió acordándose de una compañera:

- Mamá, ahora me acuerdo de María Julia, una chica de mi salón que es muy pobre y que hace días que no viene al colegio. ¡Escuché decir que ella está siempre sola, porque sus padres trabajan y no tiene hermanos mayores! Sentí mucha pena de ella…

- ¿Dónde vive esa muchacha, David?

- Vive lejos, en un barrio apartado. Sé dónde es, porque ya pasé por allá – respondió el muchacho, que se quedó pensativo por algunos segundos. – Mamá, voy a visitarla. ¡Sin duda ella debe estás más triste que yo!

A la mamá le gustó la idea de su hijo. Él se despidió y salió corriendo por el portón, haciendo señas a su mamá, que lo seguía desde el porche con una sonrisa de satisfacción.

Al llegar al barrio, David se informó sobre la casa de su compañera y, localizándola, tocó la puerta. Nadie atendió el llamado. Ya se disponía a irse creyendo que no había nadie, cuando una pequeña niña se le acercó y le dijo:

- ¡Puedes entrar! Solo María Julia está en casa. Y ella no se puede levantar.

- ¡María Julia! ¡Soy yo, David! – entró él, llamándola.

- Estoy en mi cuarto, David. ¡Entra! – respondió ella.

Él siguió la dirección de la voz y llegó hasta el cuarto. Ella estaba en cama, echada. Sorprendido, preguntó qué le había sucedido, y ella le explicó:
 

- Estoy enferma, David. Por eso no he ido al colegio. Por ahora no puedo salir.

- ¡¿Y siempre estás sola?!... ¿Cómo haces para comer?

La muchacha sonrió y respondió:

- Mi mamá deja algunas cosas aquí cerca, en mi mesita de noche. ¡Mira! Tengo

comida, algunas frutas, agua y las medicinas que debo tomar. ¡Nada me falta, no te preocupes!

David sintió tanta pena al verla en aquella situación que casi lloró. Después, controlándose, le dijo que ella debía sentirse muy sola...

- ¡No!... ¡No me siento sola! Estoy siempre leyendo algún libro, dibujando, escribiendo o estudiando. Además, recibo muchas visitas de mis amigos del barrio. Pero, de la escuela, ¡tú eres el primero! – respondió ella con una sonrisa triste.

Él entendió que, a pesar de tener muchos compañeros, no tenía verdaderos amigos, y dijo:

- Lo siento, María Julia. ¿Hace cuánto tiempo que estás en cama?

- Hace un mes que estoy en cama. Una amiga del barrio me trae las lecciones con la profesora, y yo estudio sola para no perder el año.

David sintió vergüenza: por sí mismo, por creer que era muy infeliz por no tener amigos para jugar ese día; por él y por los compañeros que nunca habían ido a visitarla. En fin, vergüenza por sus quejas a su mamá, como si fuera un infeliz. Y dijo con los ojos húmedos:

- María Julia, a partir de hoy, vendré a verte todos los días. ¡Me caes muy bien, amiga! – se inclinó y la abrazó, despidiéndose.

Al día siguiente, volvió trayendo las lecciones de la escuela para ayudarla en las tareas y con paquetes de galletas y dulces. Además, trajo también a dos compañeros más que encontró, para visitarla y alegrar su día.

María Julia lo abrazó, llena de gratitud por su buena voluntad y cariño:

- Gracias, David. ¡Eres un chico muy especial!...

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, el 19/10/2015.)


 

                                                                                   



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