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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 6 305 – 31 de Marzo de 2013

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

La herencia

 

Un viejo tío, por ocasión de su muerte, dio por herencia a su sobrino Francisco una pequeña casa de campo, sabiendo que el muchacho no le gustaba mucho trabajar. Francisco, que amaba a ese tío Onofre, quedó muy contento y agradecido.

Comenzó a hacer planes. Ciertamente, la casa de campo tendría por lo menos una huerta y árboles fructíferos; la producción serviría para su consumo y el excedente lo vendería en la ciudad.

Todo animado, Francisco oró a Jesús agradeciendo la dádiva recibida del tío Onofre. Después, abrió al acaso el Nuevo Testamento y leyó la parábola del Sembrador, juzgando que era un aviso de lo Alto en virtud de las nuevas actividades que él iría a realizar en la casa de campo.

Con cuidado, Francisco leyó la parábola intentando entender su verdadero significado, pues Jesús se refería a las semillas caídas en suelos diversos, haciendo un paralelo con los diversos tipos de personas. Así, una parte de las semillas cayó al borde del camino y las aves las comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso donde no había mucha tierra, e inmediatamente nació, pero el Sol las quemó. Otra parte cayó entre los espinos, que creciendo la sofocaron, no dando fruto alguno. Otra parte cayó en tierra buena, dando muchos frutos, habiendo granos que rendían cien, otros sesenta, otros treinta por uno.

Francisco quedó meditando sobre las palabras de Jesús imaginando que tipo de terreno le estaría reservado, pues, como los discípulos no hubieron entendido, el Maestro había esclarecido: La semilla es la palabra de Dios. Quién escucha la palabra del reino y no le da atención, viene el espíritu del mal y quita lo que fue sembrado en el corazón; este es el que recibió la semilla a lo largo del camino. Aquel que recibe la semilla en medio de las piedras es el que escucha la palabra con alegría, pero no teniendo raíces, dura poco tiempo. Aquel que recibe la semilla entre espinos es el que oye la palabra, pero en quien los cuidados de la vida y la ilusión de las riquezas la ahogan, haciéndola infructífera. Y finalmente, aquel que recibe la semilla en tierra buena es el que escucha la palabra, presta atención, haciendo que produzca frutos, dando cien, sesenta o treinta por uno.

Después de la lectura, Francisco agradeció a Jesús por la lectura tan esclarecedora, y fue a dormir. Quería salir bien tempranito para conocer lo “suyo” Casa de campo Esperanza.

Viajó por algunas horas en autobuses hasta llegar al Villarejo. Descendió del autobús y buscó informaciones a un hombre de cómo llegar a la Casa de campo Esperanza, que no supo explicar.

Un señor que estaba allí cerca y que había escuchado la conversación, dijo:

— Discúlpeme, pero sin querer oí su pregunta. Vivo en aquel lugar y, si acepta, yo lo llevo hasta la casa de campo, que queda antes del mío. Un empleado vendrá a buscarme. Francisco aceptó con placer, agradeciendo al buen hombre. Luego el nuevo amigo vio su empleado que aguardaba, y en media hora el coche lo dejó en la entrada de la casa de campo.

— Muchas gracias, Tomé.

— Puede contar conmigo para lo que necesite, Francisco. ¡Hasta pronto!
 

Cuando el coche se puso en movimiento, Francisco abrió la puerta y entró. A lo lejos, vio una casa y caminó hasta ella. Él se extrañó. Parecía todo abandonado. Abrió la puerta, que se abrió con un sonoro rugido. Miró a su alrededor: todo empolvado como si hiciera mucho que nadie viviera allí.
 

No importa. El sitio es mío y eso es lo que interesa. Tengo un terreno y sabré lo que hacer con el. Mañana será otro día.

Pensando así, hizo una limpieza ligera en la casa, quitó agua del pozo, pasó un paño en los móviles. En poco tiempo, la apariencia de la habitación estaba bien mejor. Él hube traído un paquete de galletas, que fue su comida aquel día. Descubrió algunos libros en la estante y se puso a leer, pero, como estaba muy cansado, acabó por caer en sueño.
 

En la mañana siguiente, salió para ver la casa de campo. ¡Anduvo un poco y descubrió que el terreno estaba constituido en gran medida por un pantano! ¡¿Qué hacer?!... ¡Jesús habla de algunos tipos de suelo, pero no habla sobre este! — pensó, acordándose de la parábola.

Volvió para la casa, desanimado. Sabría luchar con un terreno normal, ¿pero un

pantano? Miró a su alrededor, se acordó del estante de libros y pensó:

Si mi tío me dio esta casa de campo es porque confió en mis posibilidades para hacerlo progresar. ¡Entonces, manos a la obra!

Escogió algunos libros y se sentó para leer. En uno de ellos, halló lo que buscaba. Allí decía que determinada especie de eucalipto drena el suelo, posibilitando después el cultivo de otras semillas. Sin embargo, en otro, leyó que actuar de esa forma afecta el ecosistema del pantano, donde viven muchas especies de plantas y de animales.

En duda, Francisco resolvió buscar a Tomé, su vecino, para conversar. Allá, supo que podría hacer muy productivo su terreno, cultivando ranas, peces, entre otras cosas. Y Tomé le explicó cómo conseguir mayores informaciones en la ciudad, poniendo a su disposición uno de sus caballos para que pudiese ir al Villarejo.
 

Algunos años después, Francisco había conseguido hacer productiva su casa de campo vendiendo ranas y peces; en otra parte del terreno, había plantado semillas de árboles fructíferos y semillas de hortalizas, que vendía en la pequeña ciudad. Había comprado dos caballos, algunas vacas y hasta había reformado la vieja casa. Hubo hecho un jardín y plantó flores, que alegraban el ambiente. En fin,

restauró el lugar, que ahora era bonito y agradable.

Cuando las personas preguntaban como él había conseguido tanto en tan poco tiempo, él respondía:

— Me acordaba de Jesús y de la parábola del sembrador. El Maestro me dio otro suelo para cultivar, pero los cambios tendrían que ser míos para trabajar el suelo que recibí. Él hubo confiado en mí y yo no podía decepcionarlo, porque descubrí que el pantano representa las personas que no quieren hacer nada, deseando encontrar todo listo. Pues era así que yo me sentía. Así, me puse a trabajar, cierto de que la respuesta estaba en mí mismo.

Francisco paró de hablar por algunos instantes, pensativo, después prosiguió:

— Mi suelo interior sólo necesitaba de algunos cuidados para comenzar a producir. Así, el mensaje divino encontró lugar en mi corazón, que ahora sólo desea servir por donde pasa, ayudando a todos los que necesitan.

Allí cerca, del Mundo Espiritual, el tío Onofre sonreía satisfecho al ver que el sobrino preferido había entendido la lección y ahora tenía una vida productiva.
                                                       

MEIMEI 


(Recebida por Célia X. de Camargo em Rolândia-PR, aos 11/03/2013.)     


               
 
                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita