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Año 6 304 – 24 de Marzo de 2013
ANDRÉ LUIZ ALVES JR.    
locutorandreluiz@hotmail.com    

São José dos Pinhais, PR (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

André Luiz Alves Jr.

El drama del suicidio
 


Según la Organización Mundial de Salud (OMS), cerca de 1 millón de personas se matan por año en todo el mundo, cada 40 segundos una persona comete suicidio. Solamente en Brasil, 24 personas se suicidan por día e infelizmente los números son crecientes. La estimación de la OMS es que, en el transcurrir de los
próximos 20 años, los datos deban saltar para 1,5 millón. Hoy el suicidio ocupa el segundo lugar de causa de muerte en el mundo entre adolescentes de 15 a 24 años, quedando atrás sólo de los accidentes de tráfico.

Por increíble que parezca, las mayores incidencias son en los países ricos. El este europeo registra uno de los más altos índices de suicidio proporcionalmente. Países de Asia, como China y Japón, son los record mundiales.

¿Por qué ocurre el suicidio?

Para la ciencia, las causas del suicidio pueden estar relacionadas a disturbios psicosociales, como exclusión social, dependencia química, desesperanza y traumas emocionales. No es raro, el suicidio es tenido como consecuencia, en individuos que presentan trastornos mentales como depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia, anorexia y desvíos de personalidad.

Aún con el avance significativo de la ciencia médica, algunas manifestaciones permanecen obscuras en el campo de la psicología, la mente humana guarda misterios aún no desvelados. Los investigadores buscan responder lo que lleva al ser humano a no respetar su instinto de autopreservación. Tampoco no es posible explicar, por ejemplo, porqué algunas personas que enfrentan las mismas situaciones no cometen suicidio como hacen otras. A los ojos de la ciencia, las causas del suicidio no están totalmente esclarecidas.

El suicidio para la doctrina espírita

Para explicar el suicidio en la visión espírita, usaremos las consideraciones contenidas en El Libro de los Espíritus, destacando las preguntas 943 a 946:

943. ¿Dónde nace el disgusto de la vida, que, sin motivos posibles, se apodera de ciertos individuos?

 “Efecto de la ociosidad, de la falta de fe y, también, de la saciedad.”

944. ¿Tiene el hombre el derecho de disponer de su vida?

“No; sólo a Dios asiste ese derecho. El suicidio voluntario comete una trasgresión de esta ley.”

945. ¿Que se debe pensar del suicidio que tiene como causa el disgusto de la vida?

946. ¿Y del suicidio cuyo fin es huir, aquel que lo comete, de las miserias y a las decepciones de este mundo?

“¡Pobres Espíritus, que no tienen el coraje de soportar las miserias de la existencia! Dios ayuda a los que sufren y no a los que carecen de energía y de coraje. Las tribulaciones de la vida son pruebas o expiaciones. ¡Felices los que las soportan sin quejarse, porque serán recompensados! ¡Ay, sin embargo, de aquellos que esperan la salvación del que, en su impiedad, llaman acaso, o fortuna! El acaso, o la fortuna, para servirme del lenguaje de ellos, pueden, con efecto, favorecerlos por un momento, pero para hacerles sentir más tarde, cruelmente, el vacío de esas palabras.”

Analizando las respuestas dadas por los Espíritus que condujeron la codificación, queda clara la posición del Espiritismo con relación al suicidio. Toda forma de agresión contra la vida es una violación de las Leyes Divinas, luego, el suicidio es considerado una infracción gravísima, pues el Espíritu pone fin a la oportunidad valiosa que le fue concedida para el progreso moral e intelectual.

Lo que ocurre con el suicida después de la desencarnación

Tomaremos aquí como fuente de investigaciones el libro “Memorias de un Suicida”, de la psicografia de la médium brasileña Yvonne de Amaral Pereira, por el autor espiritual Camilo Cândido Botelho, que narra su propia historia como suicida en el plano espiritual. La obra fue publicada por la Federación Espírita Brasileña (FEB) en 1954 y se volvió una de las principales referencias sobre el asunto a la luz de la doctrina espírita.

Camilo Cândido Botelho fue un pseudónimo adoptado por el famoso escritor portugués Camilo Castelo Branco, que utilizó otro nombre para evitar conflictos, una vez que era una personalidad conocida tanto en Portugal como en Brasil.

En la obra, el autor narra su propia trayectoria en el plano espiritual después de cometer suicidio con un tiro disparado contra el oído derecho el año de 1890 después de recibir la noticia de que la ceguera que lo acometía sería irreversible.

El escritor cuenta que los primeros meses de su sufrimiento, quedó vagando entre el cementerio (donde encontraban sus despojos carnales y que por muchas veces, a pesar de permanecer invidente en la espiritualidad, se deparó con la imagen de su cuerpo físico en estado de descomposición) y las calles de la región donde vivía, sintiendo fuertes dolores en la región alcanzada por el proyectil y experimentando una grave perturbación mental infringida por las sensaciones físicas impresas en su periespíritu:

“Olores fétidos y nauseabundos, sin embargo, me revolvían brutalmente el olfato. Un dolor agudo, violento, enloquecedor, se arremetió instantáneamente sobre mi cuerpo por entero, localizándose particularmente en el cerebro e iniciándose en el aparato auditivo. Presa de convulsiones indescriptibles dolor físico, me llevé la derecha al oído derecho: - la sangre corría del orificio causado por el proyectil del arma de fuego de que me serví para el suicidio y me manchó las manos, la ropa, el cuerpo... Yo nada veía, sin embargo. Conviene recordar que mi suicidio se derivó de la rebeldía por encontrarme invidente, expiación que consideré superior a mis fuerzas. Injusto castigo de la naturaleza a mis ojos necesitados de ver, para que me fuera dado obtener, por el trabajo, la subsistencia honrada y activa. Me sentía, pues, aún ciego; y, para colmo de mi estado de desorientación, me encontraba herido. ¡Tan solamente herido y no muerto! ¡Porque la vida continuaba en mí como antes del suicidio!”

Al año siguiente de su desencarnación, Camilo había sido recogido en una región espiritual, denominada por él “El Valle de los Suicidas”, una región densa, que había abrigado Espíritus suicidas, oriundos de las regiones de Portugal y sus colonias africanas, además de Brasil y España. El reconocido escritor portugués define el Valle como una manifestación evidente del sufrimiento, una especie de infierno creado por el pensamiento enfermo de los propios Espíritus que allí se encontraban:

“No había entonces allí, como no habrá jamás, ni paz, ni consuelo, ni esperanza: todo en su ámbito marcado por la desgracia era miseria, asombro, desesperación y horror. Se diría la caverna tétrica de lo incomprensible, indescriptible a rigor incluso por un Espíritu que sufriera la penalidad de habitarla”.

Seres sufridores se alternaban entre gritos y llantos, dolor y tristeza, culpa y arrepentimiento, en un lugar oscuro, frío, cortado por zonas abismales y cavernas tenebrosas de difícil descripción y reproducción para la mente humana:

“El lenguaje humano aún no necesitó inventar vocablos bastante justos y comprensibles para definir las impresiones absolutamente inconcebibles, que pasan a contaminar el "yo" de un suicida inmediatamente a las primeras horas que siguen al desastre, las cuales suben y se abultan, se envuelven en complejos y se radican y cristalizan en un aumento que traduce el estado vibratorio y mental que el hombre no puede comprender, porque está fuera de su posibilidad de criatura que, merced de Dios, se conservó de este lado de esa anormalidad. ¡Para entenderla y medir con precisión la intensidad de esa dramática sorpresa, sólo otro Espíritu cuyas facultades se hubieran quemado en las efervescencias del mismo dolor!”

Camilo permanece en el valle por largos trece años y entonces, después de juzgarse abandonado e incapaz de reaccionar por tener todas sus energías agotadas y arrepentirse sinceramente del crimen que había cometido contra la propia vida; es rescatado por un equipo de socorristas y conducido al “Hospital Maria de Nazaret”, a fin de restablecer su organización espiritual para una incursión en una nueva existencia carnal. Durante todo el tiempo el autor espiritual deja claro el sufrimiento vivido por él:

“En general aquellos que se arrojan al suicidio, para siempre esperan librarse de sinsabores juzgados insoportables, de sufrimientos y problemas considerados insolubles por la tibieza de la voluntad sin educar, que se acobarda en presencia, muchas veces, de la vergüenza del descrédito o de la deshonra, de los remordimientos deprimentes puestos a deslustrar la conciencia, consecuencias de acciones practicadas por la rebeldía de las leyes del Bien y de la Justicia. También yo pensé así, muy a pesar de la aureola de idealista que mi vanidad creía glorificándome la frente. Me engañé, sin embargo; y luchas infinitamente más vivas y más ásperas me esperaban dentro de la tumba a fin de flagelarme el alma de no creyente y rebelde, con merecida justicia”.

En el Hospital, Camilo estaciona por más de diez años, experimentando gran angustia. En la medida en que el Espíritu tomaba conocimiento de las Leyes Divinas en el plano espiritual, el sentimiento de arrepentimiento y culpa aumentaba. Después de recibir alta de esta institución, ganó el derecho de reencontrarse con los padres y posteriormente ingresó en la Universidad conectada al Hospital, a fin de recibir una preparación para la nueva reencarnación.

Durante la narración, el autor relata los hechos ocurridos también con otros Espíritus que integraban su grupo y cuenta que no todos tuvieron la felicidad de recuperarse mínimamente y acabaron experimentando un doloroso desajuste psíquico, necesitando recibir tratamiento en aislamientos en manicomios especializados, para ser conducidos posteriormente a la reencarnación compulsiva:

"¡Oh! ¡dramático futuro los aguarda, en la confusión expiatoria de la reencarnación próxima e inevitable!”

El sufrimiento del suicida sólo termina cuando el Espíritu consigue pasar con éxito por todas las pruebas que lo llevaron a cometer el suicidio y aún rescatar los perjuicios acumulados con el hecho del acto criminal. Eso puede llevar siglos, extendiéndose por dos, tres, o más existencias subsecuentes. Para el Espíritu gozando de plena conciencia de la ley del progreso, se caracteriza como una pérdida de tiempo incalculable.

Consecuencias de los suicidios para el Espíritu

Muchas son las consecuencias para los que atentan contra la propia vida, sin embargo las mismas son variables para cada Espíritu, pues hay de tenerse en cuenta los motivos del crimen y las condiciones utilizadas para practicarlo. En común, las consecuencias para los suicidas son los sufrimientos provocados por él mismo.

Un suicida en el plano espiritual se hace esclavo de la propia conciencia y es acometido por un gran sentimiento de culpa, lo que le causa dolor, por lo tanto, aquellos que se suicidan pensando en poner fin en el propio sufrimiento se engañan, pues, después de la desencarnación, pasan por grandes dificultades causadas por su acto criminal y posteriormente tienen que volver a la vida terrena para pasar por las mismas pruebas que los hicieron sucumbir.

Como la desencarnación de un suicida ocurre de forma violenta, el periespíritu permanece lesionado, causando un gran desajuste en el Espíritu. En la mayoría de los casos es necesario someterlo a una reencarnación compulsiva para reajustar su organización espiritual, teniendo que estacionar en cuerpos físicos atrofiados, lo que puede explicar algunos casos de niños que nacen en estado de completa idiotez o deficiencia física.

Todo depende de donde está la lesión en el periespíritu. Por ejemplo, un suicida que desencarnó disparando un arma de fuego contra el cráneo puede volver a la materia portando una deficiencia mental, correspondiente a la región comprometida por el proyectil. Si la lesión acometió una parte del cerebro responsable por el habla, el niño nace mudo, se lesionó el nervio óptico, puede nacer invidente y así por delante.

Si el suicida desencarnó ahorcándose, es natural que renazca con la vértebra fracturada, si ingirió substancias químicas, tendrá su aparato digestivo comprometido. Todas esas pruebas causan al suicida mucho sufrimiento.

Cuando el suicidio es acompañado de un homicidio, las consecuencias son aún mayores. Tampoco es raro que el suicidio comprometa la reencarnación de otros Espíritus, como, por ejemplo, los familiares que quedan en dificultad. Todo eso son agravantes al Espíritu imprudente.

Pero como dijimos anteriormente, las consecuencias dependen de los factores determinantes, pues no hay efecto sin causa.

Conclusión

Al idear este artículo, tuvimos la intención de llamar la atención de aquellos que pasan por difíciles pruebas en el plano físico y que posiblemente piensan o pensaron en algún momento atentar contra la propia vida.

La vida terrena debe ser comprendida como el bien más valioso conquistado por el Espíritu errante, pues es a través de ella que tenemos la oportunidad de adelantamiento moral e intelectual. Pensar que acabaremos con nuestros problemas, los cuales nos parecen sin solución, constituye pura ingenuidad de nuestra parte, más allá de demostrar falta de fe y confianza en el Creador que siempre está junto a nosotros.

Por peores que sean nuestros problemas, debemos siempre agradecer a Dios la oportunidad que nos es concedida de rescatar los débitos del pasado. Una oración sincera realizada en el momento de desesperación puede parecer sin efecto y muchas veces no resolverá nuestros problemas, pero nos traerá sabiduría y paciencia para buscar las soluciones que necesitamos. Ningún sufrimiento es eterno y todo esfuerzo será recompensado, por lo tanto, meditemos en esas reflexiones.

 

Referências

O Livro dos Espíritos – Allan Kardec

Memórias de um Suicida – Yvonne do Amaral Pereira, pelo Espírito Camilo Cândido Botelho



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita