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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 6 302 – 10 de Marzo de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec 

 (Parte 8)
 

Continuamos el estudio metódico de “El Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, la tercera de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en abril de 1864. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Cuáles son los límites y la función de la encarnación de los Espíritus?

B. Quien trabaja activamente en su progreso moral, ¿abrevia la necesidad de la encarnación?

C. ¿Cuáles son las causas de las vicisitudes de la vida?

D. Las tribulaciones de la vida ¿son impuestas o escogidas por el proprio Espíritu?

Texto para la lectura

82. Las vicisitudes de la vida provienen de dos fuentes muy diferentes: unas tienen su origen en la vida presente; otras, fuera de esta vida. (Cap. V, ítem 4)

83. Remontándose al origen de los males terrestres, veremos que muchos son consecuencia natural del carácter y de la conducta de los que los padecen. (Cap. V, ítem 4)

84. El hombre es, en un gran número de casos, el causante de sus propios infortunios; pero en vez de reconocerlo, encuentra más sencillo, menos humillante para su vanidad, acusar a la suerte, a la Providencia, a su mala estrella, cuando la mala estrella es sólo su incuria. (Cap. V, ítem 4)

85. Dios quiere que todas sus criaturas progresen y, por lo tanto, no deja impune ningún desvío del camino recto. No hay ninguna falta, por más leve que sea, ninguna infracción a su ley que no acarree forzosas e inevitables consecuencias, más o menos lamentables. De donde resulta que, tanto en las pequeñas cosas como en las grandes, el hombre siempre es castigado por aquello en que pecó. (Cap. V, ítem 5)

86. Pero, si bien hay males en esta vida cuya causa primera es el hombre, hay otros a los que, por lo menos aparentemente, le son completamente extraños y que parecen alcanzarlo como por una fatalidad. Tales son, por ejemplo, la pérdida de seres queridos y de los que son el sostén de la familia, los accidentes inevitables, los reveses de la fortuna, los desastres naturales, las enfermedades de nacimiento. (Cap. V, ítem 6)

87. Sin embargo, en virtud del axioma según el cual todo efecto tiene una causa, tales males son efectos que deben tener una causa y, desde que se admite un Dios justo, esa causa debe ser también justa. Como la causa precede al efecto, si ella no se encuentra en la vida actual, tiene que ser anterior a esta vida, es decir, debe estar en una existencia precedente. (Cap. V, ítem 6)

88. Los sufrimientos debidos a causas anteriores a la presente existencia, como los que se originan en las culpas actuales, son muchas veces la consecuencia de la falta cometida, es decir, el hombre por la acción de una rigurosa justicia distributiva sufre lo que hizo sufrir a los otros. Si fue duro e inhumano, podrá a su vez ser tratado con dureza y con inhumanidad; si fue orgulloso podrá nacer en una condición humillante; si fue avaro, egoísta o si hizo mal uso de su riqueza, podrá verse privado de lo necesario, y así en adelante. (Cap. V, ítem 7)

89. Las tribulaciones son, al mismo tiempo, expiaciones del pasado, y recibe de ellas el merecido castigo, y pruebas en relación al futuro. (Cap. V, ítem 8)

90. Se puede considerar como expiaciones las aflicciones que provocan quejas y llevan al hombre a rebelarse contra Dios. El sufrimiento que no provoca lamentos puede ser una expiación, pero es el indicio de que fue escogido voluntariamente. (Cap. V, ítem 9)

91. Los Espíritus no pueden aspirar a la completa felicidad, hasta que no sean puros: cualquier mancha les prohíbe el ingreso a los mundos dichosos. (Cap. V, ítem 10)

92. A través de las diversas existencias corporales los Espíritus se despojan poco a poco de sus imperfecciones. Las pruebas de la vida los hacen adelantar cuando las soportan bien. (Cap. V, ítem 10)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cuáles son los límites y la función de la encarnación de los Espíritus?

Hablando con propiedad, la encarnación carece de límites trazados con precisión. Es indiscutible, sin embargo, que el paso de los Espíritus por la vida corporal es necesario para que ellos puedan cumplir, por medio de una acción material, los designios cuya ejecución Dios les confía, con lo que desarrollan inteligencia y avanzan en el rumbo de la perfección. Los que desempeñan con celo esa tarea superan con rapidez y menos penosamente los primeros grados de la iniciación y más pronto gozan del fruto de sus labores. Los que por el contrario hacen mal uso de la libertad que Dios les concede, retrasan su marcha y, por la obstinación que demuestren, pueden prolongar de manera indefinida la necesidad de pasar por el proceso de reencarnación. (El Evangelio según el Espiritismo, capítulo IV, ítems 24 y 25.)

B. Quien trabaja activamente en su progreso moral, ¿abrevia la necesidad de la encarnación?

Sí. Aquél que trabaja activamente en su progreso moral, además de abreviar la necesidad de la encarnación material, puede también trasponer de una sola vez, los grados intermedios que le separan de los mundos superiores. (Obra citada, capítulo IV, ítem 26.)

C. ¿Cuáles son las causas de las vicisitudes de la vida?

Las vicisitudes de la vida son de dos tipos: Unas tienen su causa en la actual existencia; otras, fuera de ella. Remontándose al origen de los males terrestres, se reconocerá que muchos son una consecuencia natural del carácter y de la conducta de los que los padecen. Pero hay males a los cuales, por lo menos en apariencia, el individuo es completamente extraño y que parecen alcanzarlo como por fatalidad, tales son por ejemplo la pérdida de seres queridos o de los que son el sostén de la familia, los accidentes que ninguna previsión podría evitar, los reveses de la fortuna, los desastres naturales, las enfermedades de nacimiento. Sin embargo, en virtud del axioma según el cual todo efecto tiene una causa, tales males son efectos que deben tener una causa y desde que se admite que existe un Dios justo, esa causa también debe ser justa. Como la causa precede al efecto, si ella no se encuentra en la actual existencia, debe ser anterior a ella, es decir, debe estar en una existencia precedente. (Obra citada, capítulo V, ítems 4 y 6; ver también el ítem 21 del cap. VIII.)

D. Las tribulaciones de la vida ¿son impuestas o escogidas por el proprio Espíritu?

Las tribulaciones pueden ser impuestas a Espíritus endurecidos o demasiado ignorantes para hacer una elección con conocimiento de causa. Los Espíritus arrepentidos, sin embargo, deseosos de reparar el mal que hayan hecho y de proceder mejor, las escogen libremente. Tal es el caso de alguien que, habiendo desempeñado mal su tarea, pide que le dejen comenzarla de nuevo para no perder el fruto de su trabajo. (Obra citada, capítulo V, ítem 8.)

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita