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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 6 300 – 24 de Febrero de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec 

 (Parte 6)
 

Continuamos el estudio metódico de “El Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, la tercera de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en abril de 1864. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Cómo ve el hombre las cosas de este mundo, teniendo en cuenta el punto de vista espírita?

B. Según el Espiritismo, ¿en qué consiste la vida presente?

C. ¿Cómo entender la frase de Jesús: “Hay muchas moradas en la casa de mi Padre”?

D. ¿En cuántas categorías pueden ser divididos los mundos materiales? Mencione sus características principales.

Texto para la lectura

61. Los Espíritus que encarnan en un mundo no se encuentran presos a él indefinidamente, ni cumplen en él todas las etapas del progreso que deben atravesar para llegar a  la perfección. Cuando alcanzan en un mundo el grado de progreso que ese mundo comprende, pasan a otro más adelantado, y así sucesivamente, hasta llegar al estado de Espíritus puros. (Cap. III, ítem 5)

62. En los mundos que llegaron a un grado superior, las condiciones de vida moral y material son muy diferentes a las de la vida en la Tierra. Como en todas partes, la forma corpórea es siempre la forma humana, pero perfeccionada, embellecida y, sobre todo, purificada. El cuerpo no tiene nada de materialidad terrestre y, por eso, no está sujeto a las necesidades ni a las dolencias o deterioros que el predominio de la materia provoca. (Cap. III, ítem 9)

63. Más perfeccionados, los sentidos son capaces de percepciones que en este mundo lo grosero de la materia impide. La levedad específica del cuerpo permite la locomoción rápida y fácil: en vez de arrastrarse por el suelo, se desliza por la superficie o planea en la atmósfera, sin otro esfuerzo que el de su propia voluntad. (Cap. III, ítem 9)

64. La poca resistencia que la materia ofrece a los Espíritus ya muy evolucionados hace que el desarrollo de los cuerpos sea rápido, y la infancia corta o casi nula. Exenta de cuidados y de angustias, la vida es proporcionalmente mucho más larga que en la Tierra. La muerte no conlleva los horrores de la descomposición, y lejos de causar terror, es considerada una transformación feliz, porque en esos mundos no existe la duda sobre el porvenir. (Cap. III, ítem 9)

65. En los mundos dichosos, las relaciones entre los pueblos son siempre amistosas. No existen las guerras; no hay amos, ni esclavos, ni privilegiados por el nacimiento. Sólo la superioridad moral e intelectual establece la diferencia entre las condiciones y da la supremacía. Nadie sufre por falta de lo necesario, puesto que nadie se encuentra en expiación y el mal, en esos mundos, no existe. El hombre no busca elevarse por encima del hombre, sino por encima de sí mismo, perfeccionándose, pues su objetivo es alcanzar la categoría de Espíritu puro, y ese deseo no constituye un tormento para él. (Cap. III, ítem 10)

66. Sin embargo, los mundos felices no son orbes privilegiados, puesto que Dios no es parcial con ninguno de sus hijos y a todos da los mismos derechos y las mismas facilidades para llegar allí, pero los hace partir del mismo punto. (Cap. III, ítem 12)

67. No todos los Espíritus que encarnan en la Tierra vienen en expiación. Las razas a las que llamamos salvajes son formadas por Espíritus que apenas han salido de la infancia y que se encuentran en la Tierra, por así decirlo, para su educación, para que se desarrollen por el contacto con seres más adelantados. Luego vienen las razas semicivilizadas, constituidas por esos mismos Espíritus en vías de progreso. Éstas son, en cierto modo, las razas aborígenes de la Tierra, que allí se han elevado poco a poco en largos períodos seculares, algunas de las cuales han conseguido llegar al perfeccionamiento intelectual de los pueblos más esclarecidos. (Cap. III, ítem 14, San Agustín)

68. Los Espíritus en expiación, si podemos expresarlo de esa manera, son exóticos en la Tierra; ya vivieron en otros mundos, de donde fueron excluidos a consecuencia de su obstinación en el mal y por haberse constituido, en tales mundos, en causa de perturbación para los buenos. Por ello, los Espíritus en castigo se encuentran en el seno de las razas más inteligentes. Por eso mismo, es para esas razas que los infortunios de la vida se revisten de más amargura. Es que hay en ellas más sensibilidad, y por ende, son más probadas por las contrariedades y disgustos que las razas primitivas, cuyo sentido moral se encuentra más embotado. (Cap. III, ítem 14, San Agustín)

69. La Tierra ofrece, pues, uno de los tipos de mundos expiatorios, cuya variedad es infinita, pero que revelan todos como característica común, el servir de lugar de exilio para los Espíritus rebeldes a la ley de Dios. Esos Espíritus tienen que luchar allí, al mismo tiempo, contra la perversidad de los hombres y la inclemencia de la Naturaleza, doble y arduo trabajo que desarrolla simultáneamente las cualidades del corazón y las de la inteligencia. (Cap. III, ítem 15, San Agustín)

70. Entre las estrellas que centellean en la bóveda azul hay mundos de transición, llamados regeneradores. Cada torbellino planetario, que se desplaza en el espacio alrededor de un centro común, arrastra consigo a sus mundos primitivos de exilio, de pruebas, de regeneración y de felicidad. Los mundos regeneradores sirven de transición entre los mundos de expiación y los mundos felices. El alma arrepentida encuentra en ellos la calma y el reposo y termina de purificarse. (Cap. III, ítem 16 y 17, San Agustín)

71. El progreso es ley de la Naturaleza y todos los seres de la Creación, animados e inanimados, fueron sometidos a ella por la bondad de Dios, que quiere que todo se engrandezca y prospere. La Tierra, según esta ley, estuvo material y moralmente en un estado inferior al que se encuentra hoy y alcanzará, bajo ese doble aspecto, un grado más elevado. De mundo expiatorio se transformará, entonces, en planeta de regeneración donde los hombres serán dichosos, porque en él reinará la ley de Dios. (Cap. III, ítem 19, San Agustín) 

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cómo ve el hombre las cosas de este mundo, teniendo en cuenta el punto de vista espírita?

La idea clara y precisa que se hace de la vida futura proporciona una inquebrantable fe en el porvenir, fe que conlleva enormes consecuencias sobre la moralización de los hombres, porque cambia completamente el punto de vista bajo el cual encaran la vida terrena. Para quien se coloca con el pensamiento en la vida espiritual, la vida corpórea se convierte en un simple paso, una breve estadía en un país ingrato. Las vicisitudes y tribulaciones de esa vida no pasan de ser incidentes que soporta con paciencia, porque sabe que son de corta duración, y deben seguirles un estado más dichoso. La muerte nada tiene de aterrador y deja de ser la puerta que se abre a la nada y se vuelve la que da la liberación, por la cual entra el exiliado a una morada de felicidad y de paz. Sabiendo que es temporal y no definitiva su estadía en el lugar donde se encuentra, le presta menos atención a las preocupaciones de la vida, y resulta de ello una calma en su espíritu que le quita mucho de su amargura. Es lo que sucede al que encara la vida terrestre desde el punto de vista espírita. La Humanidad, tanto como las estrellas del firmamento, se pierde en la inmensidad. La persona percibe entonces que grandes y pequeños están confundidos, como hormigas sobre un montículo de tierra; que proletarios y potentados tienen la misma estatura, y lamenta que esas criaturas efímeras se tomen tantas molestias para conquistar una posición que tan poco las elevará y que por tan poco tiempo conservarán. (El Evangelio según el Espiritismo, capítulo II, ítem 5.)

B. Según el Espiritismo, ¿en qué consiste la vida presente?

Como ya fue dicho en la pregunta anterior, la vida corpórea es un simple paso, una breve estadía en un país ingrato, y no pasa de ser un eslabón en el conjunto armonioso y magnífico de la obra del Creador. (Obra citada, capítulo II, ítem 7.)

C. ¿Cómo entender la frase de Jesús: “Hay muchas moradas en la casa de mi Padre”?

Con esas palabras Jesús se refiere a la multitud de mundos que circulan en el espacio infinito y ofrecen a los Espíritus que en ellos encarnan, moradas correspondientes a su grado de adelanto. Independientemente de la diversidad de los mundos, esas palabras pueden referirse también al estado dichoso o infeliz del Espíritu en la erraticidad. Según se encuentre más o menos depurado y desprendido de los lazos materiales, variarán hasta el infinito el medio en que él se encuentre, el aspecto de las cosas, las sensaciones que experimente, las percepciones que tenga. (Obra citada, capítulo III, ítems 1 a 3.)

D. ¿En cuántas categorías pueden ser divididos los mundos materiales? Mencione sus características principales.

Si bien no se puede hacer una clasificación absoluta de los diversos mundos, se puede sin embargo, en virtud del estado en que se encuentran y del destino que tienen, dividirlos en cinco categorías principales: mundos primitivos, destinados a las primeras encarnaciones del alma humana; mundos de expiación y pruebas, donde predomina el mal; mundos de regeneración, en los cuales las almas que todavía tienen que expiar adquieren nuevas fuerzas, reposando de las fatigas de la lucha; mundos dichosos donde el bien supera al mal; mundos celestes o divinos, moradas de Espíritus depurados, donde exclusivamente reina el bien. (Obra citada, capítulo III, ítems 3 y 4.) 

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita