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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 6 298 – 10 de Febrero de 2013

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

El Armadillo descontento

 

Andando por el bosque, un pequeño Armadillo protestaba de la vida, considerándose un ser muy infeliz.

Mientras los pájaros volaban por los aires, viajando largas distancias y conociendo tierras diferentes, él era obligado a no alejarse nunca del suelo.

Al ver a los animales ágiles que corrían por el bosque, como los venados, por ejemplo, él suspiraba desalentado. ¡Sus piernas eran pequeñas y apenas podía caminar algunos metros!
 

Él replicaba así, cuando oyó una voz conocida que decía:

— ¡Hola, amigo Armadillo! ¿Qué ocurrió para estar tan triste?

Era un pequeño Lagarto, su amigo, que vivía en un lago próximo. Delante de la pregunta, el Armadillo se desahogó:
 

— ¡Soy muy infeliz!... Mientras otros animales corren y juegan por el bosque, yo vivo confinado en mi agujero. ¡¿Eso es vida?!... Me gustaría poder correr como el Conejo o el Venado, pero no puedo. O volar como los pájaros... o vivir en aquel lindo lago, como tú, Lagarto. Pero estoy obligado a vivir dentro de la tierra. ¡Ay! ¡Ay! ¡Cómo soy infeliz!...

   

El Lagarto abrió mucho los ojos, dio un giro con la cola, y abrió la gran boca para responder:

— Amigo Tatu, cada uno nace conforme el Padre nos hizo. Él sabe lo que sus hijos necesitan. Yo vivo dentro del agua y, cuando me canso, me arrastro por el suelo. Es la vida que recibí de Dios y estoy feliz con ella.

— ¡Eso! Pero yo tengo este caparazón pesado que me incomoda. ¡Me gustaría librarme de el, intercambiándola por un bello pelaje coloreado, como el de el leopardo, o por lindas plumas como los pájaros!

Un ave que oía la conversación, posada en una

rama próxima, interrumpió la conversación, dando también su opinión:

— ¡Señor Armadillo, no sabes lo que estás diciendo! Prefería estar en tu situación. Nosotros, los pájaros, somos muy frágiles y cualquier ave mayor, como el águila o Halcón, fácilmente nos caza. En tu caso, tú te escondes en tu agujero y ellos no pueden alcanzarte. ¡Además de eso, tienes el caparazón que te protege!

Sin embargo el Armadillo, inconformado con su situación, no aceptaba una opinión diferente y se alejó desilusionado, murmurando:

— Tú dices eso porque no sabe como me siento.

Algún tiempo después, el cielo se cubrió de oscuras y pesadas nubes. Una gran tempestad se avecinaba. Cada ser vivo del bosque corrió para su casa, asustado, permaneciendo escondido, aguardando.

Las nubes, arrastradas por rachas de viento fuerte, llegaron rápidas y la tempestad cayó con violencia sobre la región. En sus refugios, los animales temblaban de miedo.

Cuando todo pasó y el Sol volvió a brillar en el cielo, quitando el hocico del agujero, el Armadillo salió curioso para ver lo que había ocurrido. Se asustó al ver los estragos que la tempestad había hecho. Muchos árboles habían sido derrumbados, piedras y suciedades se esparcían por todos los lugares.

Aliviado por haber escapado con vida, el Armadillo buscó a sus amigos y no los encontró. Quedó sabiendo que el lago se había desbordado y el Lagarto fue arrastrado por las aguas; las aves vieron sus nidos arrancados y muchas murieron.

Delante de todo eso, el Armadillo agradeció a Dios por el agujero que le había dado. Como se había quedado dentro de la tierra escondido y tenía reservas de comida, no había pasado necesidad y continuaba vivo, así como su familia.

Luego los pájaros fueron llegando, volvieron a hacer sus nidos, a cantar y a volar por el espacio; el Lagarto retornó para su lago y el Armadillo nunca más protestó de las condiciones de vida que Dios le había dado, cierto de que Él sabía lo que era mejor para cada hijo suyo.


                                                       
MEIMEI


(Recebida por Célia Xavier de Camargo em Rolândia-PR, em 21/01/2013.)  
 


               
 
                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita