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Año 6 292 – 23 de Diciembre de 2012
ANSELMO FERREIRA VASCONCELOS       
afv@uol.com.br      
São Paulo, SP (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 


Anselmo Ferreira Vasconcelos

Presentando los males del egoísmo 


El egoísmo solo será superado cuando el individuo busque entender su realidad eminentemente espiritual

 
Transcurridos 155 años de la publicación de la primera edición de El Libro de los Espíritus, marco inicial de la era del Espíritu inmortal o de la inmortalidad del alma, los mentores espirituales de ese mundo han apuntado el egoísmo – asunto que siempre merece cuidadosa reflexión de nuestra parte – como el mayor obstáculo al progreso humano. En ese sentido, en los comentarios referentes a la pregunta nº 917 de la citada obra, Allan Kardec concluyó que “El egoísmo es la fuente de todas las adicciones, como la caridad lo es de todas las virtudes [...]”. El Codificador incluyó también que destruir una y desarrollar la otra debe ser el objetivo de toda la criatura humana que desea la felicidad – tanto como es posible alcanzarla en este planeta – ahora y en el futuro.   

Básicamente, el egoísmo deriva de la fuerte influencia de las cosas de la materia en nuestra personalidad; por eso, es difícil eliminarlo, pero no imposible. Explicando más sus maleficios, Chico Xavier, ya en la condición de Espíritu desencarnado, en la obra que lleva, de hecho, su nombre (psicografia de Carlos A. Bacelli), ponderó que “Todos los males que asolan la humanidad derivan del egoísmo; es él el gran responsable por los perjuicios de toda especie – el orgullo racial, el fanatismo religioso, la ambición del poder: es él que fomenta las guerras de exterminio, la subyugación de un pueblo por otro, el desequilibrio que asola las mentes que articulan los atentados terroristas…”.

Infelizmente, en este inicio de milenio, la civilización humana aún se muestra, de manera inequívoca, por el comportamiento egoísta, considerando que:

  • La pobreza y la desigualdad ocupan el primer lugar en la jerarquía de los principales problemas de la humanidad, según Koffi Annan, ex-Secretario General de las Naciones Unidas;
  • 1,4 billones de personas aún viven con menos de US$ 1,25 por día;

•  925 millones sufren de hambre crónica;

•  2,6 billones de personas no tienen acceso a las condiciones decentes de saneamiento y 884 millones de personas no tienen acceso al agua potable;

•  828 millones de personas en los países en desarrollo viven en casuchas, sin infraestructuras básicas o inadecuadas, tales como carreteras, abastecimiento de agua canalizada y electricidad o agotamiento;

•  796 millones de adultos son analfabetos;

•  8,8 millones de niños con menos de cinco años de edad mueren anualmente debido a problemas de salud evitables;

•  Cerca de 75% de la población no está cubierta por sistemas de seguridad social adecuados;

•  150 millones de personas sufren anualmente catástrofes financieras y 100 millones son empujadas para niveles bajo la línea de pobreza, cuando son obligadas a pagar por los servicios de salud.

Pablo de Tarso no condena ni demoniza el dinero 

Vale añadir aunque, de acuerdo con los datos del Ministerio de Trabajo & Empleo, fueron rescatados 41.451 trabajadores en Brasil entre 1995 y 2011 encontrados en situación análoga a la de esclavo. Peor aún: persisten las señales convincentes de que tal abominación aún esté presente en el territorio nacional. Subyacente la gran parte de los males arriba descritos, está el notorio y excesivo apego al dinero como forma vehemente de manifestación egoísta. Prueba dificilísima para el Espíritu que, si no es bien aprovechada, puede llevarlo al abismo. Por eso, Pablo de Tarso con acierto aseveró: “Porque el amor del dinero es la raíz de toda especie de males; y, en esa codicia, algunos se desviaron de la fe y se atraviesan a sí mismos con muchos dolores” (I Timoteo, 6: 10).

Noten que Pablo no condena, abomina o demoniza el dinero. Como persona inteligente, él ciertamente sabía de la importancia de ese elemento material para el adecuado funcionamiento de las sociedades humanas. Aún hoy necesitamos ardientemente del papel moneda para nuestro sustento, preservación y equilibrio económico mundial. De hecho, estamos aún muy lejos de vivir en una economía basada, por ejemplo, en el bônus-hora. Pero es previsible que a medida que avancemos en las cosas del espíritu, menos relevancia el dinero tendrá en nuestras vidas.

Tejiendo otras relevantes consideraciones, el Espíritu Emmanuel, en la obra Camino, Verdad y Vida (psicografia de Francisco C. Xavier), enfatiza, por su parte, que el dinero que conquistamos por los caminos rectos, bendecido por la claridad divina, es un amigo que nos busca la orientación sana y la utilización humanitaria. Pero el sabio mentor advierte igualmente: “Responderás a Dios por las directrices que le des y ay de ti se materializas esa fuerza benéfica en el sombrío edificio de la iniquidad”.

De ese modo, poseer el dinero, en sí, no es algo negativo; sin embargo, las finalidades para las cuales lo dirigimos impactarán fuertemente nuestro futuro. Por eso, el Espíritu Emmanuel, en El Evangelio según el Espiritismo, observa que: “El egoísmo, llaga de la humanidad, tiene que desaparecer de la Tierra, a cuyo progreso moral obsta. El egoísmo es, pues, el blanco para el cual todos los verdaderos creyentes deben apuntar sus armas, dirigir sus fuerzas, su coraje [...]”. Finalmente, la mayoría de nosotros trae en sí, de manera muy nítida aún, ese vestigio. El propio estilo de vida que adoptamos – consumista y eminentemente volcado para la adquisición  y el cúmulo de bienes materiales en detrimento de los bienes espirituales (virtudes) – favorece, como abordamos antes, el comportamiento egoísta. 

Hay personas incapaces de sacrificarse por el prójimo 

Emmanuel esclarece la necesidad de [...] Que cada uno, por lo tanto, emplee todos los esfuerzos para combatirlo en sí, cierto de que ese monstruo devorador de todas las inteligencias, ese hijo del orgullo es el causante de todas las miserias del mundo terreno. Es la negación de la caridad y, así pues, el mayor obstáculo a la felicidad de los hombres”. Emmanuel concluye su elevado pensamiento exteriorizando lo siguiente: “Es... por esa lepra que se debe atribuir el hecho de no haber aún el cristianismo desempeñado por completo su misión [...]”. Desafortunadamente, continuamos en no entender que debemos empeñarnos para generar bienestar para todos y no sólo para algunos grupos.

Por fin, él nos llama a expulsar el egoísmo de la Tierra para que ella pueda ascender en la jerarquía de los mundos. Pero la condición sine qua non para que tal objetivo sea alcanzado es que expulsemos ese sentimiento pernicioso de nuestros corazones. Desprenderse, así, que este es el único camino para alcanzar la madurez espiritual.

El Espíritu Hermano José, en la obra Vigilad y Orad (psicografia de Carlos A. Bacelli), aborda otros aspectos inherentes al sentimiento de egoísmo que merecen igualmente reflexión de todos nosotros. Según ese sabio mentor, “Existen personas que no son capaces de sacrificarse por nadie”. De hecho, es imperioso reconocer que, a veces, tales personas están bajo nuestro techo en la condición de hijo(a), marido o esposa, o incluso como madre o padre esparciendo energías malsanas. “No son capaces de dejar de ir a una fiesta, para atender un amigo”, pondera el citado mentor. Siguiendo esa línea de razonamiento, diríamos que las personas portadoras de tal perfil raramente salen de su zona de confort y, cuando lo hacen, están claramente imbuidas de mal humor o de interés personal. De hecho, es altamente desagradable constatar que muchos pacientes ingresados en hospitales con enfermedades graves están sin visitas o aguardan hasta un año por el paso de parientes.

El Hermano José observa aún que esas personas son incapaces de renunciar a sus intereses (generalmente mezquinos y egocéntricos), de examinar una posición, de compartir algo e incluso de considerar al otro como extensión de ellas mismas. Por tener la mente obnubilada no consiguen vislumbrar la obligación moral de que debemos hacer a los otros lo que, fundamentalmente, deseamos para nosotros mismos.

De manera general, el egoísmo puede ser considerado como una adicción. Es la adicción de mirar sólo para sí, para los propios intereses personales; esencialmente, es la actitud viciosa de importarle sólo consigo mismo y nadie más. A propósito, vemos en la actualidad jóvenes viciados robando cosas de valor de sus propios hogares – actuando egoístamente a causa de la drogadicción – sin importarle el dolor y decepción que generan y ni con las consecuencias de sus locuras. 

La práctica del bien es esencial a nuestra sanidad mental 

El análisis del egoísmo también comporta una faceta colectiva. Las omnipresentes huelgas de operarios de las compañías de Metro, autobús, trenes, hospitales y seguridad públicas son algunos ejemplos indiscutibles de la indiferencia humana. Explorando un poco más los pensamientos del Hermano José, él afirma que los egoístas son los primeros “en valerse de la generosidad ajena”. Más aún: “Se travisten de humildad, pero se rebelan cuando no son atendidos de inmediato”. Paradójicamente, “Esperan de los otros lo que nunca dieron a nadie”. De ese modo, esclarece con mucha propiedad el Espíritu Chico Xavier que sólo a través de nuestro contacto con el dolor de los semejantes para no sucumbir a nuestras insanas crisis narcisistas.  Y remata, por fin, que: “La práctica del bien a los semejantes es esencial a nuestra sanidad mental”.

Creemos que vale recordar un pasaje contenido en la obra Días Venturosos del Espíritu Amélia Rodrigues (psicografia de Divaldo P. Franco) que trae el pensamiento del propio Cristo acerca de tan complejo asunto. Las enseñanzas son magníficamente claras y actualizadas dado que el egoísmo es endémico. Buscaremos presentar un pequeño resumen de la lección y recomendamos al lector interesado en coger más informaciones que las busque en la luminosa obra. Puesto esto, recuerda la mentora del más allá que aquel día – de hecho, como siempre ocurría – el sermón del maestro había atraído inmensa multitud y “Su mensaje cargado de ternura y de esperanza invitaba esencialmente a los oyentes a la transformación moral”.

Los pedidos de socorro eran incontables y los que pedían no demostraban atención para el visible cansancio y desgaste del Maestro inolvidable. De hecho, Amélia Rodrigues observa con precisión que “En su ceguera y desconcierto moral, las criaturas nunca ven los dolores de los otros, sus dificultades y problemas, delante de los propios desafíos”. Infelizmente, tal cuadro no fue disipado a la vista que los centros espíritas reciben enorme cantidad de personas en ese estado del alma. Y añade aún ella: “El ansia de solucionarlos, las hacen indiferentes a los testimonios silenciosos y afligidos que fustigan a aquellos a quién recurren, sin la menor consideración”.

Jesús, sin embargo, había atendido a todos con atención y compasión “hasta el momento en que Simón Pedro lo rescató de la masa informe e insaciable”. Transcurrido un intervalo para el descanso y alimentación, en la habitual reunión nocturna de estudios, Simón, bajo el efecto de un desagradable encuentro que hubo tenido con un antiguo amigo que otrora lo hubo calumniado, y sintiéndose aún amargado y resentido, le indagó motivado por un sincero deseo de aprender – como proceder delante de los que nos perjudican y perturban... 

El egoísmo es responsable por males incontables

Jesús, solícito, le respondió con bondad: “Simón, los verdaderos adversarios del hombre no se encuentran fuera de él, aunque sí en su mundo íntimo, persiguiendo e inquietándolo sin término [...]”.

Buscando obtener más esclarecimientos, le preguntó aún Simón cuáles eran los enemigos íntimos que cargamos dentro de nosotros. El Maestro fue extremadamente didáctico al explicar que: “Hay tres enemigos feroces en el interior del ser humano, que responden por todas las miserias que asolan la sociedad, dilacerando los tejidos sutiles del alma. Se trata del egoísmo, del orgullo y de la ignorancia”. Tal diagnóstico aún prevalece, pues vemos las terribles consecuencias de esos elementos produciendo sufrimiento y aflicción diariamente.

Continuando sus enseñanzas, Jesús adujo lo siguiente:

“El egoísmo es un verdugo sin piedad, que absorbe a su víctima al hecho de la esclavitud, haciéndola infeliz.

Gracias a él predominan los prejuicios sociales, las dificultades económicas, los problemas de relación humana... Cual una molestia devoradora, se instala en los sentimientos y los estrangula con la fuerza de la propia locura.

El egoísmo es responsable por males incontables que devastan la humanidad. El egoísta solamente piensa en sí, a nada ni a nadie respeta en la saña de desear exclusivamente en beneficio propio, a todo cuanto ambiciona. Se hace avaro y perverso, porque transita insensible a las necesidades ajenas.

Por su parte, el orgullo es tóxico que ciega y destruye los valores morales del individuo, llevándolo a no considerar las demás criaturas que lo cercan. Creyéndose excepcional y portador de valores que piensa poseer subestima todo para sobresalir donde se encuentra, exhibiendo la fragilidad moral y las distonías nerviosas de que se vuelve víctima indefensa.

La ignorancia igualmente esclaviza y hace al ser déspota, indiferente a todo cuanto no le dice respecto directamente, olvidado de que todas las personas son miembros importantes e interdependientes del organismo social”. 

Al egoísmo se debe sobreponer la solidaridad

Pedro deseando aprender más preguntó al Mesías como extirpar tales males del alma y qué antídotos podrían ser usados para eliminarlos. Y Jesús le ofreció la siguiente sublime orientación:

“Al egoísmo se debe sobreponer la solidaridad, que abre los brazos a la gentileza y al altruismo.

El corazón generoso es rico de dádivas. Mientras más las reparte, más posee, porque se multiplican con celeridad.

La solidaridad anula la soledad y amplía el círculo de auxilios mutuos, dignificando el ser que se eleva emocionalmente, engrandeciendo la vida y la humanidad.

El orgullo cede ante la humildad, que dimensiona la persona con la medida exacta, descubriéndole el significado, su realidad [...].

Sin la humildad el hombre se rebela, porque no reconoce la flaqueza que le es peculiar, ni se da cuenta, conscientemente, de que inmediatamente más será desligado del coche orgánico, nivelándose a todos los demás en el vaso sepulcral...

A La ignorancia se facultan el conocimiento y el dilecto hijo del sentimiento mayor, que es hálito del Padre vivificando todo y todos, origen y finalidad del Universo: ¡el amor!

[...]

La victoria real es siempre sobre sí mismo, en las provincias del alma.

El perdón a la ofensas, el respeto al derecho ajeno, la beneficencia y la bondad son los hijos dilectos del amor-conocimiento que vuela en luz con alas de caridad, haciendo el mundo mejor y todos los seres felices”.

Después de las profundas aclaraciones, Jesús silenció. Enseguida, se puso a caminar, mientras los demás compañeros caían en profunda meditación. Por lo tanto, nosotros espíritas deberíamos considerarnos inmensamente felices por disponer de obras como aquella arriba referida que trae esclarecimientos e informaciones de la fuente más pura. Concluyendo, el egoísmo sólo será superado cuando el individuo busque entender su realidad eminentemente espiritual. Nuestro modesto consejo es para que busquemos extirpar ese mal que cargamos en nosotros de eras incontables para acreditarnos a la felicidad eterna.

 

BIBLIOGRAFIA:

Bacelli, C. A. (Pelo Espírito Irmão José). Vigiai e orai. 4ª edição. Uberaba: Editora Vitória, 2002, p. 169-170

Bacelli, C.A. (Pelo Espírito Francisco Cândido Xavier). O Espírito de Chico Xavier. 2ª edição. Uberaba: Liv. Espírita Edições “Pedro e Paulo”, 2004, p. 29, 122-123.

Franco, D. P. (Pelo Espírito Amélia Rodrigues). (2009). Dias venturosos. 3ª edição. Salvador, BA: Livraria Espírita Alvorada Editora, Cap. 15, p. 91-96.

Kardec, A. O evangelho segundo o Espiritismo.  79ª edição. Rio de Janeiro: FEB, 1980, Cap. XI, p. 197-198.

Kardec, A. O livro dos Espíritos. 58ª edição. Rio de Janeiro: FEB, 1983, p. 422.

Leite, F. Famílias “esquecem” idosos em hospitais. Folha de São Paulo, São Paulo, 30 abr. 2006. Folha Cotidiano, p. C1.  

Ministério do Trabalho e Emprego. Trabalho Escravo no Brasil em Retrospectiva: Referências para estudos e pesquisas. p. 7, janeiro 2012.

Organização Internacional do Trabalho, (2011). Piso de Proteção Social para uma Globalização Equitativa e Inclusiva. Quadro 1 - A extensão do desafio social global, p. 22. Disponível em:
http://www.oit.org.br Acessado em 28 mar 2012.

Xavier, F.C. (Pelo Espírito Emmanuel). Caminho, verdade e vida. 7ª edição. Rio de Janeiro: FEB, 1978, Cap. 57, p. 129-130.



 


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