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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 6 290 – 9 de Diciembre de 2012

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

La gran corriente

 

Caminando por la calle movida, Clarinha pensaba en cómo hacer para conseguir recoger algún alimento para llevar para casa.

Estaba cansada y sin ánimo. Nadie la había ayudado. Ya era tarde.

Se acordó de la madrecita enferma que no estaba pudiendo trabajar y sostener la casa. El padre ya había desencarnado.

Clarinha estaba hacia días sin ir a la escuela. Como estaban las dos solas, tenía que hacer compañía a la madre. Necesitaba atenderla en sus necesidades, darle agua, hacer un té, suministrarle el medicamento.

Ese día, estaban sin nada en casa. No tenían qué comer y hasta el medicamento se había acabado. Clarinha necesitaba buscarlo en la farmacia.

Tras mucho pensar, Clarinha decidió que iría a la calle a pedir la ayuda de las personas. Había mucha gente generosa que no dejaría de socorrerla en esa emergencia.

Se acordó de una señora conocida, muy buena, tan pobre como ellas, que tal vez pudiera hacer compañía a su madre.

Arregló las mantas de la madre y la avisó de que tendría que salir un poco.

— Ve, hija mía. No te preocupes por mi causa. Tú no has salido de casa y eso me preocupa.

Doña Maria residía allí cerca. Clarinha fue orando para que la señora estuviera en casa.

La señora abrió la puerta, sonriente. Clarinha le explicó la situación y preguntó:

— ¿La señora podría hacer compañía a mamá por algunas horas? ¡Necesito salir y no puedo dejarla sola!

— A buen seguro, Clarinha. Iré inmediatamente. Puedes hacer lo que necesitas sin prisa. Me quedaré con tu madre el tiempo que sea necesario.

Agradeciendo a la señora, Clarinha tomó el rumbo a la ciudad. A pesar de no estar acostumbrada a mendigar, la niña estaba resuelta a solicitar la ayuda de las personas.
 

Pero, no era fácil. Llena de vergüenza, armándose de coraje, Clarinha comenzó a abordar a los transeúntes:

— ¡Una ayuda, por favor!

Pero todos pasaban corriendo, apresurados, sin tiempo para parar; muchos respondían apenas, dejándola más avergonzada aún; otros la trataban con desprecio, algunos con indiferencia y, aún otros, ni la veían.

Con el corazón amargado, Clarinha tenía ganas de llorar.

Miraba madres que pasaban con sus hijos, bien vestidos, alegres, satisfechos. Los niños tenían dulces en las manos o chupaban helados que parecían deliciosos, y Clarinha sentía un dolor muy grande en el interior.

Ella nunca había podido pasear así con su madre, siempre trabajando para comprar lo necesario para casa. Ahora, ni eso. No tenían qué comer y hasta el pan les faltaba.

Las horas habían pasado y la niña estaba exhausta y hambrienta.

Clarinha decidió volver para casa. Pasó por la farmacia, cogió el medicamento de la madre, que el farmacéutico le vendió fiado, y tomó el rumbo a casa.  

En el camino, Clarinha suplicaba la ayuda de Jesús. La Navidad estaba aproximándose y la ciudad se mostraba tan bonita, llena de adornos coloreados y luces, sin embargo ella se sentía triste.

“¡Ayúdanos, querido Jesús! ¡El señor que también era tan pobre, que nació en un establo y tuvo por cuna un pesebre, socórrenos! No pido por mí, sino por mi madrecita que está tan enferma. Que ella sane y pueda volver a trabajar y a sonreír. Que por lo menos para ella no falte el alimento, para que se levante de la cama y pueda andar.”

Como ya estaba oscuro y la calle desierta, Clarinha dejó que las lágrimas corrieran por su rostro, lavándole el alma.

Al llegar a la casa, sintió un olor bueno de comida. Se extrañó.

Estaba todo arreglado y limpio. Corrió para el cuarto, preocupada por haber dejado a la madre tanto tiempo.

Doña Maria había acabado de dar la cena para la enferma, que mostraba un aire alegre y risueño. Clarinha se disculpó:

— ¡Doña Maria! Tardé demasiado y abusé de su bondad. Disculpeme.

Con sonrisa ancha y satisfecha, la señora respondió:

— No te preocupes, hija mía. Adoré pasar la tarde aquí con tu madre. Dimos buenas risas recordando hechos del pasado. ¿Y tú, como te fue? ¿Conseguiste hacer lo que necesitabas?

— No, doña Maria. No conseguí hacer lo que planeé. Sólo traje el medicamento de  mamá. Pero, ¿cómo fue que la señora hizo esta sopa? ¡No teníamos nada en casa!

La señora, vivida y experimentada, que había entendido el drama de la familia y la preocupación de la niña, sonriente, la tranquilizó:

— Clarinha, yo soy muy pobre, sin embargo tengo buenos amigos. Mandé recado a algunas personas e inmediatamente el resultado comenzó a surgir. ¡Ven a ver!

Doña Maria llevó a la niña para la cocina y, en un rincón, había una gran caja con alimentos: arroz, alubias, aceite, harina, sal, café, macarrones y mucho más. ¡Ella vio, con

sorpresa, que tenía hasta galletas!...

No conteniendo las lágrimas, Clarinha abrazó a la amiga, agradeciéndole por las dádivas. La señora respondió, conmovida:

— Agradécelo a Jesús, Clarinha. Fue él que colocó amor en el corazón de las personas que nos ayudaron.

Abrazando a la señora, la niña estaba de acuerdo:

— Sé que fue Jesús, doña Maria. Él atendió mis plegarias. Sin embargo, fue a través de sus manos que él nos socorrió. Gracias.

Todo cambió en aquella casa tras ese día. Los amigos de doña Maria, pasaron a visitarlas y se hicieron sus amigos también.

El día de Navidad, la madre de Clarinha ya estaba curada y trabajando. Todo había vuelto a la normalidad.

Se reunieron todas las familias y resolvieron hacer una gran fiesta para conmemorar el nacimiento de Jesús. Y, como no podría dejar de ser, ellas homenajearon el Divino Aniversario, ayudando a otras personas necesitadas que, en el momento, pasaban por dificultades.

Y Clarinha entendió que todo en la vida tiene que tener amor. Que amando las personas, no quedamos solos. Que saliendo de dentro de nosotros mismos y pasando a dividir nuestros problemas, recibimos ayuda, tanto como llegará

el momento en que podremos también socorrer con amor a otros, en una gran corriente de fraternidad y donación al prójimo.


                                                                             MEIMEI          

 

(Recebida por Célia Xavier de Camargo, em Rolândia-PR, em 29 de novembro de 2005.)
   


                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita