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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 6 289 – 2 de Diciembre de 2012

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Libro de los Médiums 

Allan Kardec 

 (Parte 39)
 

Continuamos con el estudio metódico de “El Libro de los Médiums”, de Allan Kardec, la segunda de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en 1861. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del texto.

Preguntas para debatir

A. Kardec enumera 26 principios que deben ser tomados en cuenta para reconocer la calidad de los Espíritus. ¿Cómo podemos resumirlos?

B. ¿Qué debemos pensar de los Espíritus que a veces se valen de nombres de santos o personajes conocidos?

C. ¿Se puede reconocer a los Espíritus por las impresiones que nos causa su aproximación?

D. ¿Por qué la reencarnación, en el tiempo de Kardec, no era enseñada por todos los Espíritus comunicantes?

Texto para la lectura

358. De todos los fenómenos espíritas, los que más se prestan al fraude son los fenómenos físicos. Primero, porque impresionan más a la vista que a la inteligencia. En segundo lugar, porque al despertar la curiosidad, más que los otros, son más apropiados para atraer a multitudes. (Ítem 315)

359. En todo, las personas más fáciles de engañar son las que no pertenecen al oficio. Lo mismo sucede con el Espiritismo. Las que no lo conocen se dejan engañar fácilmente por las apariencias, mientras que un atento estudio previo las inicia no sólo en las causas de los fenómenos sino también en las condiciones normales en que ellos suelen producirse, dándoles así los medios para descubrir el fraude si éste existiera. (Ítem 316)

360. La imitación de todos los fenómenos espíritas no es fácil. Hay algunos que evidentemente desafían la habilidad de los prestidigitadores: tales como el movimiento de objetos sin contacto, la suspensión de los cuerpos pesados, los golpes en diferentes lugares, las apariciones, etc., salvo empleen tramoyas y haya colusión. Por esto, es necesario observar atentamente las circunstancias y tener en cuenta el carácter y la posición de las personas que intervienen. En principio, pensamos que se debe desconfiar de cualquiera que haga de esos fenómenos un espectáculo, o un objeto de curiosidad y diversión, y pretenda producirlos a voluntad. (Ítem 318)

361. Las reuniones ofrecen muchas ventajas, porque permiten que los que toman parte en ellas se esclarezcan mediante el intercambio de las ideas, por las preguntas y observaciones que hagan, de las cuales todos aprovechan. Pero para que produzcan todos los frutos deseables, requieren condiciones especiales. (Ítem 324)

362. Cada reunión espírita es un todo colectivo (Ítem 324)

363. Las reuniones espíritas presentan características muy diferentes, según la finalidad con que se realizan; por eso mismo, sus condiciones intrínsecas también pueden diferir. (Ítem 324)

364. Según el género al que pertenezcan, las reuniones pueden ser frívolas, experimentales o instructivas. (Ítem 324)

365. Las reuniones frívolas están integradas por personas que sólo ven el lado divertido de las manifestaciones y se divierten con las gracias de los Espíritus livianos. En esas reuniones se preguntan banalidades de todo tipo, se pide a los Espíritus la predicción del futuro y otras mil cosas sin ninguna importancia. El sentido común nos dice que los Espíritus elevados no asisten a las reuniones de ese género. (Ítem 325)

366. Las reuniones experimentales tienen particularmente por objeto la producción de manifestaciones físicas. Para muchos son un espectáculo más curioso que instructivo. Los incrédulos salen de ellas más sorprendidos que convencidos. Eso no sucede con los que han estudiado, porque comprenden de antemano la posibilidad de los fenómenos: la observación de los hechos positivos determina o completa su convicción. Si hubiera subterfugios, estarán en condiciones de descubrirlos. (Ítem 326) 

Respuestas a las preguntas propuestas

A. Kardec enumera 26 principios que deben ser tomados en cuenta para reconocer la calidad de los Espíritus. ¿Cómo podemos resumirlos?

Se juzga a los Espíritus por su lenguaje y por sus acciones. Las acciones de los Espíritus son los sentimientos que inspiran y los consejos que dan. Al admitir que los Espíritus buenos dicen y practican sólo el bien, todo lo que fuera malo no puede venir de un Espíritu bueno. Los Espíritus superiores tienen un lenguaje siempre digno, noble, elevado, sin mezcla de ninguna trivialidad; todo lo hablan con sencillez y modestia, jamás se vanaglorian, nunca hacen ostentación de su sabiduría ni de su posición entre los demás. El lenguaje de los Espíritus inferiores o vulgares tiene siempre algún reflejo de las pasiones humanas; cualquier expresión que demuestre bajeza, presunción, arrogancia, charlatanería, acritud, es  un indicio característico de inferioridad o de bellaquería si el Espíritu se presenta bajo un nombre respetable y venerado. Los Espíritus buenos sólo dicen lo que saben; se expresan con sencillez, sin prolijidad, jamás dan órdenes; no se imponen sino aconsejan y si no son escuchados, se retiran; no elogian, nos aprueban cuando hacemos el bien pero siempre con discreción; son muy escrupulosos en los actos que aconsejan; en todos los casos se proponen sólo un objetivo serio y eminentemente útil; tratan de corregir los errores y predican la indulgencia, y jamás siembran la cizaña con insinuaciones pérfidas; por parte de los Espíritus superiores las bromas son a menudo finas e ingeniosas, jamás vulgares; prescriben sólo el bien y sus consejos son perfectamente racionales. (El Libro de los Médiums, ítem 267.)    

B. ¿Qué debemos pensar de los Espíritus que a veces se valen de nombres de santos o personajes conocidos?

Todos los nombres de los santos y personajes conocidos no bastarían para dar un protector a cada hombre de la Tierra. Entre los Espíritus hay pocos que tengan un nombre conocido en la Tierra; he ahí por qué muy a menudo ellos se abstienen de dar su nombre. Pero como la mayor parte de las criaturas encarnadas les pide un nombre, para satisfacerles toman el nombre de alguien que las personas conozcan o respeten. Cuando es para el bien, Dios permite que así se haga entre Espíritus de la misma categoría, porque entre ellos hay solidaridad y semejanza de pensamientos. (Obra citada, ítem 268, párrafo 3.)

C. ¿Se puede reconocer a los Espíritus por las impresiones que nos causa su aproximación?

Sí. Muchos médiums reconocen a los buenos y a los malos Espíritus por la impresión agradable o penosa que experimentan ante su aproximación. El médium experimenta las sensaciones del estado en que se encuentra el Espíritu que se le acerca. Cuando el Espíritu es feliz, su estado es tranquilo, ligero, sereno; cuando es infeliz, es agitado, febril y esta agitación pasa naturalmente al sistema nervioso del médium. (Obra citada, ítem 268, párrafo 28.)

D. ¿Por qué la reencarnación, en el tiempo de Kardec, no era enseñada por todos los Espíritus comunicantes?

Dos son las razones: por un lado la ignorancia de los Espíritus comunicantes, cuyas ideas estaban todavía muy limitadas al presente. Para ellos, el presente debe durar siempre; no ven nada más allá del círculo de sus precepciones y no se inquietan por saber de dónde vienen ni a dónde irán. La reencarnación es para ellos una necesidad en la cual sólo piensan cuando ella llega; saben que el Espíritu progresa pero no saben cómo. Esto es para ellos un problema. En segundo lugar, es necesario entender la prudencia que, en general, usan los Espíritus en la difusión de la verdad: una luz muy viva y repentina deslumbra y no aclara. Entonces, en ciertos casos pueden juzgar útil  divulgarla sólo gradualmente, de acuerdo con los tiempos, los lugares y las personas. Moisés no enseñó todo lo que enseñó Cristo, y el mismo Cristo no dijo muchas cosas cuya comprensión estaba reservada para las generaciones futuras. En un país donde el prejuicio del color de la piel reina soberano, donde la esclavitud está arraigada en las costumbres, hubieran rechazado el Espiritismo simplemente porque proclama la reencarnación, puesto que la idea de que el amo pueda retornar esclavo y viceversa, les parecería monstruosa. ¿No era mejor hacer aceptar primero el principio general para que, más tarde, se sacaran de allí las consecuencias? (Obra citada, ítem 301, párrafos 8 y 9) 

 

 


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