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Año 6 288 – 25 de Noviembre de 2012
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

Dios sabe esperar; no
apresura la expiación

 
Ya vimos anteriormente que las condiciones necesarias para borrar los trazos de una falla y sus consecuencias incluyen – según la Doctrina Espirita – el arrepentimiento, la expiación y la reparación. El arrepentimiento suaviza los obstáculos de la expiación y favorece la resignación, pero solamente la reparación, que consiste en hacer el bien para aquellos a quien se hizo el mal, puede anular el efecto, destruyéndole la causa.

Se ve, de acuerdo con la lección arriba, que no aparece en ella la palabra “prueba”.

Luego, siendo la Tierra un mundo de expiación y pruebas, ¿qué significan exactamente esas dos palabras?

Prueba es lo mismo que test. Habiendo recibido el aprendizaje en la vida espiritual o durante su etapa en la existencia corpórea, el Espíritu tendrá de probar que asimiló lo que aprendió.

Constituyen pruebas la riqueza y la pobreza, la belleza y la fealdad, el poder y la inferioridad, la vida difícil y la vida fácil, nacer y crecer en un medio pacífico o en un medio violento, vivir en una región vuelta para la paz o vivir en región conflagrada por la guerra.

La prueba, fácil es percibir, independiza de fracasos anteriores. Obviamente, tal como ocurre en las escuelas que conocemos, si el alumno no pasar en las pruebas finales relativas al año 1, tendrá que repetirlo, y sólo pasará al año 2 cuando enfrentarlas y superarlas. El inolvidable escritor J. Herculano Pires escribió cierta vez que las pruebas no vienen en nuestro camino para nos abatir o aplastar, pero para que sean superadas y asimiladas.   

Expiación es cosa distinta. Se trata de una palabra oriunda del verbo expiar, que significa remisión de culpa, sufrir, padecer, en consecuencia de un acto erróneo que se cometió, sea en la presente existencia, sea en pasadas existencias.

Quien matar una persona valiéndose de una espada, de ésta será víctima. La siembra es libre, pero la cosecha es obligatoria. Quien con hierro hiere con hierro será herido.   

Éstas son expresiones fundamentadas en las enseñanzas transmitidas por Jesús y que sirven de ejemplos de cómo funciona en nuestra vida la conocida ley de causa y efecto o de acción y reacción.

La Tierra es, y lo será por buen tiempo, un mundo de pruebas y expiaciones porque los Espíritus que aquí reencarnan son muy retrasados y necesitan de esas experiencias.

Sobre el tema expiación, recogemos en “El Libro de los Espíritus” tres enseñanzas que nos parecen fundamentales.

La primera – consta en la cuestión 262 – nos dice que Dios sabe esperar y no apresura la expiación.

La segunda – expresa en la cuestión 998 – nos enseña que la expiación se cumple durante la existencia corporal mediante las pruebas a que el Espíritu se encuentra sometido y, en la vida espiritual, por los sufrimientos morales, inherentes al estado de inferioridad del Espíritu. Esos sufrimientos por los cuales pasa el individuo en el plan espiritual es que, en muchos casos, determinan el rumbo que él decide seguir en la existencia corpórea siguiente.

La tercera – ciertamente la más importante – explica por qué en la sociedad donde vivimos las clases  que sufren son más numerosas que las felices.

Presentada tal cuestión a los Espíritus superiores, he aquí lo que Kardec consignó en la cuestión 931 de la obra mencionada: “Ninguna es perfectamente feliz y lo que juzgáis ser la felicidad muchas veces oculta punzantes aflicciones. El sufrimiento está por toda parte. Sin embargo, para contestar a su pensamiento, diré que las clases a que llamáis las que sufren son más numerosas, por ser la Tierra lugar de expiación. Cuando la haya transformado en vivienda del bien y de Espíritus buenos, el hombre dejará de ser infeliz ahí y ella le será el paraíso terrestre”.   

El pensamiento equivocado de que vinimos a la Tierra para sufrir debe, pues, ser sustituido por un otro orden de ideas, porque no vinimos al mundo para sufrir, ni para disfrutar, pero sí para vencer.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita