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Año 6 287 – 18 de Noviembre de 2012
MARCOS ROBERTO MARTINEZ
marcosrmartinez@bol.com.br
Santo André, SP (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 


Marcos Roberto Martinez

“Amar a si mismo”
¿Quién no se ama, no ama a su prójimo?


(Parte 1)


 
Me gustaría de proponer una reflexión en torno de ese pensamiento budista que es interpretado equivocadamente en mi entender y tan divulgado en el medio espírita en los días de hoy.

Es bien verdad que por la lógica “quién se ama desea mejorarse”, y que ese pensamiento es utilizado con el objetivo noble de estimular a las personas a intensificar su reforma con positivismo, sin el cual dificultaría la recuperación de caídas e imperfecciones morales que ocurren naturalmente con los Espíritus en evolución en el estadio en que nos encontramos, y también que el auto perdón es una herramienta imprescindible para la reforma íntima, pero, analizando esa colocación de la forma que es pronunciada, entendemos por qué encontramos tanta distorsión en la mala interpretación de esa enseñanza tan profunda.

Vamos a analizar ese razonamiento filosófico para hacer un parámetro entre los dos extremos. Según mi entender, el deseo de mejorarse y el amor propio ya se encuentran contenidos en todos los seres, naturalmente, por las leyes de conservación (L.Y. 703, 719 y 727) y de progreso (L.Y. 776, 779, 781 y 783). Analicemos a los niños, por ejemplo, por más puros y dóciles que puedan ser, ya traen en sí el germen del egoísmo en la forma de amor propio, imbuido en su personalidad en formación, queriendo más para sí (inclusive en juegos, competiciones, comidas, atenciones etc.), claro que dentro de sus variaciones individuales.

Es la predominancia del “egoísmo” por la influencia del mundo material y la fuerza de la personalidad en la Tierra; es a ese a quien queremos desenmascarar y combatir, pues en la mayoría de las veces él se presenta de una forma oculta, “natural”, lo que dificulta potencialmente su combate.  

El individuo que está en el “camino errado”, por ejemplo, también se ama a su forma, por la ley de afinidad al que hace, sólo no comprende lo que es mejor para sí mismo; cree que lo que está haciendo es lo mejor para sí; el dependiente químico en el fondo cree que el uso de drogas es lo que él debe hacer en aquel momento; el masoquista cree que sentir dolores es bueno para sí mismo, siente afinidad con eso; incluso el depresivo o el suicida dentro de su interior cree que está haciendo lo que es correcto.

Existe un fondo de egoísmo en todos esos males, necesitan, sí, cambiar el concepto de lo que es mejor para sí, cambiar la forma de entender las cosas, trabajar sus afinidades, y el pensamiento de amarse se hace bastante distante en ese estadio, pudiendo inclusive estimular el egoísmo, que fue el principio de sus caídas, debiendo ser trabajado de entrada el concepto de lo que es bueno para sí mismo con desprendimiento de las cosas, inclusive de sí mismo.

Por otro prisma, aquel que ya posee cierta elevación y sigue las enseñanzas de Cristo necesita pensar diferente, pues la palabra “Amar a sí mismo”, por sí sólo, nos lleva a deslizar para los despeñaderos del narcisismo. Esa mala interpretación viene causando mucha confusión entre los espíritas, por lo tanto, creo que ese pensamiento deba ser estudiado y sustituido por el desprendimiento de sí mismo, por la obra de Cristo. “Quién ama a Dios desea sacrificarse en pro de sus semejantes” – esta sí es la verdadera garantía de mejora, porque todo cristiano que se borra para hacer crecer a su hermano encuentra en eso el verdadero bienestar, y el apoyo de la espiritualidad superior. Ahí está la verdadera felicidad, que sólo los Espíritus más elevados consiguen sentir y entender, por ser esa la ley de Dios “Amar al Prójimo”. Y nunca, en hipótesis alguna, Cristo o cualquier emisario de su falange mencionó que nuestro prójimo más próximo somos nosotros mismos; quien cree en eso realmente denota que no asimiló las lecciones del Maestro Jesús, por ser justamente lo contrario que él demostró y enseñó – el amar al próximo como a sí mismo, con desprendimiento de sí y abnegación, que quiere decir: renuncia de la propia voluntad, desapego del interés propio.

Es comprensible que encontremos varios de nuestros hermanos con la autoestima muy baja, y necesitan mejorarse para ser más felices, sin embargo, lo que quiero decir es que eso puede no estar relacionado directamente con el “amar al prójimo”. Conocemos muchas personas en esas condiciones, que cumplen muy bien su papel con el semejante. Por otro lado, veremos personas con su autoestima bien alta, olvidándose de su prójimo.

Por el Espiritismo, sabemos que las mayores llagas de la humanidad son: el Egoísmo y el Orgullo, y ese pensamiento (amar a sí mismo) analizado minuciosamente nos lleva a encontrar el principio de esas adicciones morales camufladas en la mala interpretación del “amar al prójimo como a sí mismo”.

Ahora, como a sí mismo, porque está innato en la criatura por la ley de preservación el amor propio. Es natural del ser; cualquier criatura, hasta las irracionales, prefieren ser bien tratadas, inclusive, indiferentemente de su autoestima alta o baja.

El intento de aumentar esa tendencia natural nos lleva a cierta exageración y consecuentemente para un posible desequilibrio, lo que puede crear barreras psicológicas que obstaculizan nuestra reforma íntima, como la suavidad de defectos, por ejemplo; el avariento se cree simplemente económico, el orgulloso se encuentra virtuoso, de personalidad fuerte, por causa del exceso de celo para consigo mismo.

Amar al prójimo como a sí mismo, a mi ver, quiere decir pura y simplemente que debemos tratar a nuestro prójimo como nos gustaría ser tratados por él, o sea, hacer lo máximo por nuestro semejante, así como querríamos que hicieran con nosotros, y no que debimos amarnos de entrada para poder amar al prójimo. Debemos, sí, amar a Dios por encima de todo, para poder amar a nuestro prójimo.

Otra frase muy usada para justificar ese pensamiento es el “conocimiento de sí mismo”, que de ninguna forma quiere decir que conociéndonos nos vamos a amar y amar al prójimo. No es eso. Tenemos que conocernos, sí, pero, principalmente, conocer nuestros defectos y nuestras imperfecciones, pues es ese el mejor medio para combatirlas.

Veamos algunos ejemplos citados por Espíritus superiores; extraídos de El Evangelio según el Espiritismo:

Cap. X – La indulgencia – ítem 16 y 18

Sed, pues, severos para con vosotros, indulgentes para con los otros.

(José, Espíritu Protector, Bordeaux 1863.)

Caros amigos, sed severos para con vosotros, indulgentes para con las flaquezas de los otros. (...) ¿Por qué, pues, habéis de mostraros tan clarividentes con relación al prójimo y tan ciegos con relación a vosotros mismos?

(Dufêtre, O bispo de Neves, Bordeaux.)

Todo aquel que se eleva será rebajado, y todo aquel que se rebaja será elevado.

Lucas XIV, v. 7-11.

Aquel que quisiera volverse el mayor, sea vuestro servidor. 

Todo aquel que se humillara y se volviera pequeño como este niño, será el mayor en el reino de los cielos.

Mateo XVIII, v. 1-5

No da para intentar ser el menor entre los hombres e indulgentes con su semejante amándose primero para después amar a los otros.

Cap. XVII – El deber – párrafo 4

El hombre que cumple su deber ama a Dios más que a las criaturas, y ama a las criaturas más que así mismo.

(Lázaro, París 1863.)

Cap. XVII – La virtud

Todos esos hombres de bien (San Vicente de Paul, Cura D´Ars y muchos otros) ignoraban que fueran virtuosos; se dejaban ir al sabor de sus santas inspiraciones y practicaban el bien con desinterés completo y entero olvido de sí mismos.

(François-Nicolas-Madeleine, París, 1863.)

Amar a las criaturas más que a sí mismo – como dice Lázaro – y tener un entero olvido de sí mismo – como está diciendo François – es completamente antagónico al Amar primero a sí mismo para después amar el prójimo.

Cap. XVII – El hombre de Bien

Poseído de sentimiento de caridad y de amor al prójimo, hace el bien por el bien (...) y sacrifica siempre sus intereses a la justicia.  (...) Su primer impulso es para pensar en los otros, antes de pensar en sí, es para cuidar de los intereses de los otros antes de su propio interés.

Cap. V – Pruebas voluntárias. El verdadero cilício – párrafo 4

Si soportarais el frío y el hambre para calentar y alimentar a alguien que necesite ser calentado y alimentado y si vuestro cuerpo de eso se resiente, hacéis un sacrificio que Dios bendice. (...) Vosotros, finalmente, que perdéis vuestra salud en la práctica de las buenas obras, tenéis en todo eso vuestro cilicio, verdadero y bendecido cilicio.

 (El presente artículo será concluido en la próxima edición de esta revista.)



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita