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Editorial Português   Inglês    
Año 6 283 – 21 de Octubre de 2012


 

Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

La generosidad es una virtud que sólo merece aplausos


Las personas que ya tuvieron contacto con el Evangelio saben que el mandamiento mayor de la ley dice respecto a las relaciones que tenemos con Dios nuestro Padre y con el prójimo, nuestro hermano. Amar a Dios con todas nuestras fuerzas y amar al prójimo como a nosotros mismos, he aquí en que se resumen, de acuerdo con que nos enseñó Jesús, toda la ley y los profetas.

En razón de ese entendimiento, ayudar a las personas, siempre que ellas de eso necesiten, es no sólo un acto de caridad, sino un deber que nadie que se declare cristiano puede descuidarse. La generosidad constituye, por lo tanto, una virtud que debemos aplaudir y estimular siempre, porque es la que más se concilia con el rasgo del verdadero cristiano.

Quien ya vivió al lado de personas movidas por la generosidad sabe como ese sentimiento es importante y hace bien a todas las personas, aunque no sea algo que se vea en determinadas familias.

Hay en la literatura un ejemplo de generosidad que debería servir para todos nosotros de modelo y estimulo. Nos referimos al caso de Veneranda, la bienhechora espiritual que André Luiz retrata en sus libros.

Según cuenta André, un día la ciudad Nuestro Hogar amaneciera en fiesta. El motivo es que las Fraternidades de la Luz, que rigen los destinos cristianos en América, homenajearon a Veneranda confiriéndole la medalla del Mérito de Tarea. Se constituía Veneranda en la primera entidad de Nuestro hogar a lograr semejante homenaje, por presentar un millón de horas de trabajo útil, sin interrupción, reclamación o enflaquecimiento. 

En el día a que nos referimos, una comisión de las Fraternidades de la Luz fue hasta Nuestro Hogar llevarle la honrosa merced; no obstante, en medio al jubilo general, estando reunidos en la plaza mayor el Ministerio de la Gobernación, los otros Ministerios y la multitud, Veneranda sólo lloró en silencio y, enseguida, ofreció el trofeo a los archivos de la ciudad, afirmando que no lo merecía y transmitiéndolo a la personalidad colectiva de la colonia. Y, a pesar de las protestas del Gobernador, desistió de todos los homenajes festivos con que se pretendía conmemorar, más tarde, el acontecimiento, sin jamás comentar la honrosa conquista.

En una nota relativa a ese acontecimiento, André Luiz dice que Veneranda, en verdad, vivía íntimamente en zonas muy superiores a los que residían en Nuestro Hogar y ahí permanecía, por espíritu de amor y sacrificio, trabajando – hacía más de mil años – por un grupo de corazones bien amados que tardaban en la Tierra.

Restaron, pues, razones para que Veneranda fuese, al lado del Gobernador de Nuestro Hogar, la única entidad de la colonia que ya había visto a Jesús en las Esferas Resplandecientes, un hecho que ella también jamás comentaba. 

Sabemos, con base en la doctrina espirita, que el perfeccionamiento espiritual de la criatura humana es el resultado de tres factores bien conocidos: buenos pensamientos, buenos sentimientos y buenos actos, lo que nos enseña que ser generoso y auxiliar el prójimo hace bien a ambos: a quien es beneficiado y para aquél que presta el beneficio.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita