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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 6 278 – 16 de Septiembre de 2012

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Libro de los Médiums 

Allan Kardec 

 (Parte 28)
 

Continuamos con el estudio metódico de “El Libro de los Médiums”, de Allan Kardec, la segunda de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en 1861. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del texto.

Preguntas para debatir 

A. ¿Es esencial la identidad de los Espíritus comunicantes para la práctica espírita?

B. ¿Debemos, entonces, examinar las comunicaciones recibidas?

C. ¿Podemos hacer preguntas a los Espíritus?

D. ¿Podemos obtener de los Espíritus consejos sobre asuntos de nuestro interés particular?

Texto para la lectura 

259. La pregunta de la identidad es pues, casi indiferente, cuando se trata de instrucciones generales, puesto que los mejores Espíritus pueden sustituirse mutuamente, sin mayores consecuencias. Los Espíritus superiores forman un todo colectivo cuyas individualidades, con raras excepciones, nos son desconocidas. No es su persona lo que nos importa, sino la enseñanza que nos proporcionan. Ahora bien, si esa enseñanza es buena, poco importa que el Espíritu se llame Pedro o Pablo. Debe ser juzgado por su calidad y no por sus títulos. (Ítem 256)

260. Otro caso es el que sucede con las comunicaciones íntimas, porque allí es el individuo el que nos interesa. Es muy razonable, por lo tanto, que en esas circunstancias procuremos asegurarnos que el Espíritu que se comunica es realmente quien así se denomina.

261. Un medio empleado, a veces con éxito, para identificar a un Espíritu que se comunica, consiste en hacerle afirmar en nombre de Dios todo poderoso, que es realmente quien dice ser. Sucede con frecuencia que el Espíritu que usa un nombre usurpado retrocede ante el sacrilegio. Sin embargo, hay Espíritus nada escrupulosos que juran todo lo que se les pide. (Ítem 259)

262. Se puede incluir entre las pruebas de identidad la semejanza de la escritura y de la firma; pero más allá de que no es dado a todos los médiums obtener ese resultado, eso no constituye una garantía suficiente, pues hay falsificadores en el mundo de los Espíritus, como los hay en éste. La presunción de identidad sólo adquiere valor por las circunstancias que la acompañen. La mejor de todas las pruebas de identidad está en el lenguaje y en las circunstancias fortuitas. (Ítem 260)

263. Se puede objetar que si un Espíritu logra imitar una firma, conseguirá perfectamente imitar su lenguaje. Esto es cierto; hemos visto a algunos tomar con atrevimiento el nombre de Cristo y, para hacer creer en la mistificación, simulaban el estilo evangélico y pronunciaban a diestra y siniestra estas palabras: En verdad, en verdad os digo. Pero estudiando el dictado en su conjunto, escudriñando en el fondo de los pensamientos, el alcance de las expresiones, cuando a la par de bellas máximas de caridad se ven recomendaciones pueriles y ridículas, sería necesario estar fascinado para que alguien se equivocase. (Ítem 261) 

264. Ciertas partes de la forma material del lenguaje pueden ser imitadas, pero no el pensamiento. Jamás la ignorancia imitará la verdadera sabiduría; jamás el vicio imitará la verdadera virtud. En algún  punto siempre aparecerá la punta de la oreja. (Ítem 261)

265. He ahí entonces, que el médium y el experimentador necesitan de toda la perspicacia y de toda la ponderación para separar la verdad de la mentira. Los Espíritus perversos son capaces de todas las artimañas. Así, cuanto más venerable fuera el nombre con que el Espíritu se presente, tanta mayor desconfianza debe inspirar. (Ítem 261)

266. Los Espíritus deben ser juzgados, al igual que los hombres, por el lenguaje que usan. Supongamos que un hombre reciba veinte cartas de personas que no conoce; por el estilo, por los pensamientos, por una inmensidad de indicios, en fin, verificará si aquellas personas son instruidas o ignorantes, corteses o mal educadas, superficiales, profundas, frívolas, orgullosas, ligeras, sentimentales, etc. Así también sucede con los Espíritus. Se puede establecer como regla invariable y sin excepción que el lenguaje de los Espíritus está siempre en relación con el grado de elevación que ya haya alcanzado. El lenguaje revela siempre su origen, ya sea por los pensamientos que expresa, o bien por la forma. (Ítem 263)

267. La bondad y la afabilidad son atributos esenciales de los Espíritus depurados. No hay en ellos odio, ni a los hombres ni a los demás Espíritus. Lamentan las debilidades, critican los errores pero siempre con moderación, sin hiel y sin animosidad. Si se admite que los Espíritus verdaderamente buenos sólo pueden querer el bien y dicen sólo cosas buenas, concluimos que todo lo que en el lenguaje de los Espíritus denote falta de bondad y de benignidad no puede proceder de un Espíritu bueno. (Ítem 264)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Es esencial la identidad de los Espíritus comunicantes para la práctica espírita?

La identidad absoluta de los Espíritus es, en muchos casos, una cuestión accesoria y sin importancia, lo que no sucede con la distinción entre buenos y malos Espíritus. Su individualidad puede ser irrelevante, pero nunca su calidad. En todas las comunicaciones instructivas ése es el punto en el cual debe converger toda nuestra atención, porque únicamente esa distinción es la que nos dará la medida de la confianza que podemos atribuir al Espíritu que se manifiesta, cualquiera sea el nombre bajo el cual se presente. (El Libro de los Médiums, ítems 262 y 267.)

B. ¿Debemos, entonces, examinar las comunicaciones recibidas?

Sí; debemos someter todas las comunicaciones a un examen escrupuloso, analizando el pensamiento y las expresiones como hacemos cuando se trata de juzgar una obra literaria, rechazando sin vacilar todo lo que vaya contra la lógica y el buen sentido, todo lo que desmienta el carácter del Espíritu comunicante.  De ese modo, desalentaremos a los Espíritus engañadores, que acabarán por retirarse, una vez que se hayan convencido de que no nos pueden engañar. Repetimos que este medio es el único, y es infalible, puesto que no existe una comunicación mala que resista una crítica rigurosa. (Obra citada, ítem 266)

C. ¿Podemos hacer preguntas a los Espíritus?

Sí; lejos de tener el menor inconveniente, las preguntas son de gran utilidad desde el punto de vista de la instrucción, cuando sabemos formularla dentro de los límites deseados. Ellas tienen otra ventaja, que es ayudar a desenmascarar a los Espíritus embusteros que, siendo más vanidosos que sabios, rara vez soportan la prueba de las preguntas de una lógica cerrada que los lleva a sus últimos reductos. Los Espíritus serios responden con gusto a las preguntas que tienen por finalidad el bien y los medios de hacer progresar al hombre. No escuchan por lo tanto, las preguntas fútiles, las que son inútiles y son que son hechas por curiosidad ociosa o sólo para probarlos. (Obra citada, ítems 287 y 288.)

D. ¿Podemos obtener de los Espíritus consejos sobre asuntos de nuestro interés particular?

Algunas veces sí, según el motivo. Pero depende de aquellos a los cuales el interesado se dirige. Los consejos concernientes a la vida privada son brindados con más exactitud por los Espíritus familiares, porque éstos se unen a una persona y se interesan por lo que le concierne: es el amigo, el confidente de sus más secretos pensamientos; pero a menudo los hombres los fatigan con preguntas tan absurdas, que ellos se callan. Sería tan absurdo preguntar cosas íntimas a los Espíritus que nos son extraños, tanto como si nos dirigiéramos para eso al primer individuo que encontrásemos en la calle. (Obra citada, ítem 291, párrafos 17 y 18) 

 

 

 


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