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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 6 276 – 2 de Septiembre de 2012

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Plantando amistades

 

Fernando, muy alterado, estaba siempre creando problema para todo el mundo. Le gustaba hacer bromas de mal gusto creando situaciones desagradables para los compañeros: colocaba tarro de tinta abierto en la mochila de uno, llenaba la bolsa del otro con basura, amarraba los cordones de los tenis de alguien distraído para verlo levantarse y caer, y mucho más.

La profesora lo castigaba y después siempre lo alertaba:
 

— Fernando, tus compañeros han sido pacientes, sin embargo todo tiene un fin. ¡Un día tú vas a quedar mal!

— ¡Profesora, pero yo no hice por las malas! Estaba sólo jugando! — él se disculpaba, riendo.

Y así, siempre había reclamación de alguien, quejándose de algo que él había hecho.

Cierto día, como chovió por la noche, el barro cubría el suelo. ¡Entonces, Fernando tuvo una idea! Tenía una compañera, Sílvia, que él admiraba porque era bonita, buena y estudiosa. Decidió hacer una broma con ella.    

De imaginação fértil, cogió una hoja de papel de regalo y, con una pequeña pala, que los alumnos usaban para el jardín, colocó una buena porción de barro en un plástico, después lo envolvió bien, amarrándolo con uma bella cinta, como si fuera un presente.

Más tarde, buscó a Silvia y la encontró en el terreno donde los alumnos aprendían a cultivar plantas. Él extendió para ella el paquete y dijo muy serio:
 

— Sílvia, siempre quise darte un regalo. ¡Aquí está. Espero que te guste!...

Ella sonrió con ternura, y agradeció:
 

— ¡Gracias, Fernando! ¡Tú eres muy amable!...

De corazón generoso, Sílvia miró alrededor buscando algo para retribuir la gentileza de él. En ese instante, ella vio una linda flor que había abierto en aquella mañana en el pedazo de suelo que ella cultivava. Era una especie que a ella le gustaba mucho y que hubo plantado con cariño.  
 

Entonces, extendiendo la mano, cogió la flor y ser la ofreció a Fernando:

— En retribución, endoso esta flor. ¡Es sólo lo que puedo darte, pero es de corazón!

El niño, sin gesto, cogió la linda flor que Sílvia le ofrecía. Después, ella deshizo el lazo de cinta y abrió el

paquete que había recibido. ¡Sorpresa vio que era un montón de barro!

Com todo, sin demostrar extrañeza, ella y dijo:

— Gracias, Fernando. Tenga seguridad que tu regalo me será bastante útil en el cultivo de las plantas. Veo que la tierra es buena, y ciertamente las semillas crecerán fuertes y saludables.

El chico se quedó rojo de vergüenza delante de la actitud de la amiga. Él estaba acostumbrado a ver a las personas reaccionar de otra forma, y con eso él daba buenas carcajadas. Pero aquella niña lo había dejado impresionado.

— Desculpa por la broma — dijo Fernando, alejándose con la cabeza baja.

Llegando a su casa, la madre le notó los ojos rojos y no dijo nada. Fernando fue para el cuarto y allá quedó quieto. Al ver que él no salía ni aún para la cena, la madre abrió la puerta despacito, entró y se sentó cerca de él en la cama.

— ¿Quieres desahogarte, hijo mío?

Fernando enjugó los ojos y contó a la madre lo que había ocurrido, no olvidando nada. La señora lo oyó, sin interrumpir. Al terminar, Fernando confesó:

— Madre, yo nunca sentí tanta vergüenza en toda mi vida! Estaba acostumbrado a ver en los compañeros una reacción diferente, generalmente de rabia, de indignación... ¡Pero Sílvia me trató de forma tan diferente, con tanta gentileza, que me hizo sentir una basura!

— ¿Sabes por qué, hijo mío? ¡Es que cada uno sólo consigue dar lo que tiene dentro de sí! ¡A ti te gusta jugar con las personas, quedando satisfecho cuando las ves irritadas, ¡enfadadas! Tú amiga tiene otra manera de ser: ¡está acostumbrada a pasar alegría, bienestar, optimismo! Y ella te dio a ti lo mejor que tenía en su corazón.

— ¡Es verdad! En ningún momento ella mostró disgusto, insatisfacción. ¡Al contrario, aún valoró el puñado de barro que le di!

— Así actúan las personas que buscan lo mejor en todas las cosas, en las personas y en las situaciones. ¡Ciertamente ella debe ser muy feliz!

Fernando pensó un poco y decidió:

— ¡Mamá, yo quiero cambiar! Sé que a las personas no les gusto por todo lo que hago. Quiero gustarles. Puedo invitar a mi amiga para tomar la merienda aquí en casa mañana? ¡Si ella aceptar, evidentemente!

— ¡Claro hijo mío! Ella aceptará. Estoy ansiosa por conocer a esa niña que hizo que tú reflexionaras en tu vida y desear cambiar. Voy a hacer una tartao deliciosa para esperarla.

En la tarde del día siguiente, Fernando llegó acompañado de Sílvia y la presentó a su madre. Conversaron bastante mientras tomaban la merienda, hasta que la madre de Fernando preguntó:

— Sílvia, mí hijo quedó muy impresionado con tu reacción de la broma de mal gusto. Y yo me quedé curiosa por conocerte. Finalmente, tú tienes sólo once años, y pareces ser bastante madura para tu edad. ¿Siempre fuiste así?

La niña pensó un poco y respondió:

— ¡No, yo era diferente! Desde que aprendí, con Jesús, que debemos hacer a los otros lo que nos gustaría que ellos nos hicieran, eso fue suficiente para que yo cambiara mi vida. Como yo quería la amistad de las personas, necesitaba dar amistad. ¡Fue lo que yo hice! 

Fernando y la madre oyeron admirados. La señora, mentalmente, elevó su pensamiento a lo Alto, agradecida por la presencia tan oportuna de la niña, que vino a recordarles la enseñanza de Jesús.

Fernando y la madre oyeron admirados.

Las palabras del Maestro, tan simples y a la vez tan profundas, serían suficientes para cambiar el mundo, y ciertamente su hijo Fernando cambiaría también, auxiliado por la amiga Sílvia!


                                                                  MEIMEI
 

(Recebida por Célia X. de Camargo, em Rolândia-PR, em 23/7/2012.)         



                                                                                   



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Revista Semanal de Divulgación Espirita