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Año 6 276 – 2 de Septiembre de 2012
JOSÉ ESTÊNIO GOMES NEGREIROS     
estenionegreiros@hotmail.com      
Fortaleza, CE (Brasil)
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 


José Estênio Gomes Negreiros

La raiz de la violencia 


La educación intelectual, disociada de la educación moral, será incapaz de vencer a los males morales que afligen a la Humanidad

 
El día 1º de enero de 1862, en su residencia en Hauteville-House, Guernesey, el escritor francés Victor Hugo (1802-1885), escribió en el preámbulo de su magnífica obra “Los Miserables”, lo siguiente: “Mientras exista, fundamentada en las leyes y en las costumbres, una condena social que cree artificialmente,
en plena civilización, verdaderos infiernos, amplianda con una fatalidad humana el destino, que es divino; mientras los tres problemas de este siglo, la degradación del hombre en el proletariado, el debilitamiento de la mujer por el hambre y la atrofia del niño por la oscuridad de la noche, no sean resueltos; mientras, en ciertas regiones, a asfixia social sea posible; en otros términos, y bajo un punto de vista aún más englobado, mientras haya sobre la Tierra ignorancia y miseria, los libros de la naturaleza de este podrán no ser inútiles”.

El romance supradicho – “Les Misérables”, en francés – narra la situación política y social de Francia en la época de la “Insurrección Democrática” o “Revolución de 1830”, en el reinado de Luis Felipe I, de Francia, contando la historia del personaje principal de la trama, Jean Valjean, cuyo calvário tuvo inicio en 1795, cuando fue prendido y condenado, inicialmente a cinco años de prisión, cumplidos a partir de 1796, por robar sólo un pan. Sus repetidos intentos de fuga lo llevan a una condena final de diecinueve años de pena, parte de ellos cumplidos en las galeras.

Hacemos esa referencia para intentar, a ejemplo de tantos otros, entender las causas de la violencia, principalmente de la “violencia urbana”, que se instaló en nuestro País – para quedar sólo en el – a partir de un momento no identificado en el calendario de los acontecimientos más recientes, pues a mi ver no tenemos un punto de referencia del “cuándo” esa onda comenzó a derramarse sobre las playas de nuestro dia a día, incluyéndonos en el indeseable grupo de las sociedades más violentas del Planeta.

Conforme Valvim M. Dutra, en su libro “Renace Brasil”, inspirado en la ética bíblica, la violencia puede ser clasificada en tres grupos distinguidos, a saber: a) violencia urbana – la que es practicada en las calles, tales como asaltos, robos, secuestros, asesinatos, extermínios, etc.; b) violencia doméstica o familiar – es aquella practicada en el ambiente del propio hogar, y c) violencia contra la mujer – aquella en que el agresor es el marido, novio o ex-compañero.

Aquel autor esposa la tesis de que las injusticias y los enfrentamientos son las fuentes generadoras de los deseos de venganza que se concretan en las agresiones, en los robos, en los asaltos y en los homicidios, y de que la irreverencia y el libertinaje incitan el comportamiento vulgar y la falta de respeto que generalmente desaguan en hechos violentos. Los días presentes se hizo corriente el hecho incluso de asesinatos provocados por situaciones banales, como, por ejemplo, negarle un cigarrillo a un desconocido o replicar una pequeña ofensa con una palabrota.

 “Educar a los niños para que no sea necesario
castigar a los adultos”

Valvim considera que los más diferentes tipos de falta de respeto, tales como la falta de respeto económico, la falta de respeto social, la falta de respeto conjugal, la falta de respeto familiar y la mala-educación son los principales móviles de las presiones físicas o morales. Así, conforme él, el antídoto de esos desvíos es simplemente el respeto. Actuándose con el máximo de respeto con quien quiera que sea y en cualquier situaciones, se conjura la violencia. De esa forma, es útil que los diferentes estamentos gubernamentales y los tres poderes constituidos de la Nación estimulen entre sus conciudadanos relacionamentos anclados en la Justicia, en la Ética y en la bondad de las acciones, cohibiendo la corrupción y castigando ejemplarmente corruptos y corruptores, adoptando providencias para minimizar el desempleo, la pobreza, las desigualdades sociales y la ineficiencia pública. Añade que el exceso de “libertades” observado tanto en el sistema educativo, como y principalmente em los programas televisivos, necesita ser revisados. Los adolescentes deben ser orientados con más realismo y no con derechos insensatos, provocadores de la rebeldía, de la prepotencia y de la falta de respetoo. La vulgaridad, las escenas de violencia y tantos otros ejemplos de desvío de conducta practicados por personajes fictícios o reales y exhibidos principalmente por nuestros principales canales de la “televisión abierta” corroen los valores morales y contribuyen significativamente para que nuestra juventud, estimulada por esos ejemplos, se haga irresponsable, imprudente, irrespetuosa y, sobre todo, inconsequente.

Hemos de ser acordes con las afirmaciones del autor de “Renace Brasil”. Aducimos que la violencia es sólo uno de los frutos de la mala educación o de la ausencia o ineficiencia de esa misma educación. “Educad los niños para que no sea necesario castigar a los adultos.” Este proverbio milenario del filósofo griego Pitágoras encierra la importancia de la educación para la formación moral e intelectual de la Humanidad.

De la introducción de la obra “El Problema del Ser, del Destino y del Dolor”, escrita en 1908 por el francés Leon Denis (1846-1927), discípulo de Allan Kardec (1804-1869) y que entregó las potencias de su alma a la causa del estudio y de la divulgación de la Doctrina Espírita, extraemos algunos tramos que dicen verdades incontestables y que bien se prestan al tema objeto del que ahora tratamos, porque son tan actuales como si hubieran sido escritas en este inicio del siglo XXI.

Acerca de la deficiencia de la enseñanza y de la educación en Francia de su época (y que es el espejo de Brasil de hoy) y de la necesidad de la espiritualización del hombre para contraponerse a los males morales que corroen la Humanidad, él así se expresa: “... la enseñanza suministrado por las instituciones humanas en general - religiones, escuelas, universidades – si nos enseñan muchas cosas superfluas, en compensación no nos enseñan casi nada de lo que más tenemos necesidad de conocer para nuestra conducta: la dirección de la existencia terrestre y la preparación para el más allá”.

La enseñanza clásica busca adornar la inteligencia, pero no enseña a amar

(...) En los medios universitarios, una completa incertidumbre aún reina sobre la solución del problema má importante con que el hombre se enfrenta en el transcurrir de su pasaje por la Tierra. Esa incertidumbre se refleja en toda la enseñanza. Una buena parte de los profesores y pedagogos aleja sistemáticamente de sus lecciones todo lo que se refiere al problema de la vida, a las cuestiones de su objetivo y finalidad.

En rigor, en la universidad, así como en la Iglesia, modernamente el alma encuentra solamente obscuridad y contradicción en todo lo que dice respecto al problema de su naturaleza y de su futuro. Es a ese estado de cosas que es preciso atribuir, en gran medida, los males de nuestro tiempo: la incoherencia de las ideas, el desorden de la conciencia, la anarquia moral y social.

La educación dispensada a las generaciones es complicada: no les esclarece el camino de la vida y no las estimula para las luchas de la existência.

La enseñanza clásica habilita a cultivar, a adornar la inteligencia, pero no enseña a actuar, a amar, a dedicarse ni a alcanzar una concepción del destino que desarrolle las energías profundas del yo y oriente nuestros impulsos, nuestros esfuerzos, para un objetivo elevado. Sin embargo, esa concepción es indispensable a todo ser, a toda sociedad, porque es el sustentáculo, la consolación suprema en las horas difíciles, la fuente de las virtudes actuantes y de las altas inspiraciones.No se puede confesar más francamente: la filosofía de la escuela, después de tantos siglos de estudio y trabajo, aún es sólo una doctrina sin luz, sin calor, sin vida. El alma de nuestros hijos, sacudida entre sistemas diversos y contradictorios – el positivismo de Augusto Comte, el naturalismo de Hegel, el materialismo de Stuart Mill, el ecletismo de Cousin, etc. –, flota incierta, sin ideal, sin un objetivo preciso.

De ahí el desánimo precoz y el pesimismo desanimador, enfermedades de las sociedades decadentes, amenazas terribles para el futuro, a las cuales se añade el excepticismo amargo y burlon de tantos jóvenes que creen sólo en el dinero y honran sólo el éxito.

El ilustre profesor Raoul Pictet señala ese estado de espíritu en la introducción de su última obra sobre las ciencias psíquicas.

Él habla del efecto desastroso producido por las teorías materialistas sobre la mentalidad de sus alumnos y concluye así: ‘ Esos pobres jóvenes admiten que todo lo que pasa en el mundo es efecto necesario y fatal de condiciones primárias, en que la voluntad no interviene. Consideran que su propia existencia es, forzosamente, juguete de la fatalidad inevitable, a la cual están conectados, de pies y manos atados. Esos jóvenes paran de luchar inmediatamente que encuentran las primeras dificultades. No creen más en sí mismos. Se hacen tumbas vivas, donde guardan, confusamente, sus esperanzas, sus esfuerzos, sus deseos, fosa común de todo lo que les hizo latir el corazón hasta el día del envenenamiento. He visto esos cadáveres delante de sus carteras y en el laboratorio, y me han causado pena’.

El origen de todos nuestros males está en
nuestra inferioridad moral

Todo eso no es solamente aplicable a una parte de nuestra juventud, sino también a muchos hombres de nuestro tiempo y de nuestra generación, en los cuales podemos constatar un síntoma de cansancio moral y de abatimento.

F. Myers también lo reconoce: ‘Hay como una inquietud, un descontento, una falta de confianza en el verdadero valor de la vida. El pesimismo es la enfermedad moral de nuestro tiempo’.

(...) Es preciso preparar los espíritus para las necesidades, los combates de la vida actual y de las vidas futuras; es preciso, sobre todo, enseñar al ser humano a conocerse, a desarrollar, en vista de sus objetivos, las fuerzas latentes que en él duermen.

La perturbación y la inseguridad que verificamos en la enseñanza repercuten y se encuentran, como décimos, en todo orden social.

Por todas partes, hay un estado de crisis inquietante. Bajo la superficie brillante de una civilización refinada, se esconde un malestar profundo. La irritación crece en las clases sociales. El conflicto de intereses, la lucha por la vida se hacen, día a día, más ásperos. El sentimiento del deber se ha debilitado en la conciencia popular hasta tal punto que muchos hombres ni aún saben donde está el deber, ellos se esconden y alejan de sí toda responsabilidad.(...) Ninguna obra humana puede ser grande y duradera si no se inspira, en la teoría y en la práctica, en sus principios y en sus aplicaciones, en las leyes eternas del Universo. Todo lo que es concebido y edificado fuera de las leyes superiores se construye en la arena y se hunde.

(...) El origen de todos nuestros males está en nuestra falta de saber y en nuestra inferioridad moral. Toda sociedad permanecerá débil y dividida mientras la desconfianza, la duda, el egoísmo, la envidia y el odio la dominan. No se transforma una sociedad por medio de las leyes. Las leyes y las instituciones no serían nada sin las costumbres, sin las crencias elevadas.

(...) Para mejorar la forma de una sociedad, siendo ella el resultado de las fuerzas individuales, buenas o malas, es preciso actuar inicialmente sobre la inteligencia y la conciencia de los individuos.

(...) No se busca otra cosa a no ser conquistar derechos.

Sin embargo, el gozo de los derechos no puede ser obtenido sin la práctica de los deberes. El derecho sin el deber, que lo limita y lo corrige, produce sólo nuevas aflicciones, nuevos sufrimientos. (...) Ese es el estado actual de la sociedad. El peligro es inmenso y si alguna gran renovación espiritualista y científica no se produjera, el mundo acabaría en la incoherencia y en la confusión. Nuestros hombres de gobierno ya sienten lo que les cuesta vivir en una sociedad en que las bases esenciales de la Moral están sacudidas, en que las leyes son blandas, frágiles o superficiales, en que todo se confunde, incluso la noción elemental del Bien y del Mal.

Los dirigentes de la Humanidad tienen
um deber inmediato que cumplir

(...) La tarea a cumplir es grande, y la educación del hombre debe ser totalmente rehecha. Esa educación, como vimos, ni la universidad ni la Iglesia están en condiciones de suministrar, una vez que no poseen más las síntesis necesarias para esclarecer la marcha de las nuevas generaciones. Sólo una doctrina puede ofrecer esa síntesis: la del Espiritismo; ella ya sube en el horizonte del mundo intelectual y parece iluminar el futuro.

(...) La Educación, sabemos, es el factor más poderoso del progreso; ella contiene el origen del futuro. Pero, para ser completa, debe inspirarse en el estudio de la vida bajo sus dos formas alternantes, visible e invisible, en su plenitud, en su evolución creciente en dirección a las cimas de la naturaleza y del pensamiento.

(...) Los maestros dirigentes de la Humanidad tienen un deber inmediato que cumplir. Es el de recolocar el Espiritualismo en la base de la Educación, de trabajar para rehacer al hombre interior y la salud moral.

(...) Mientras las escuelas y las academias no lo hayan introducido en sus programas, nada habrán hecho por la educación definitiva de la Humanidad.

(...) Nuestro deber es el de trazar el camino a la Humanidad futura de la cual aún formaremos parte integrante, como nos enseña la comunión de las almas, la revelación de los grandes instrutores invisibles, de igual manera que la Naturaleza enseña, por sus miles de voces y por la renovación eterna de todas las cosas, a aquellos que saben estudiarla y comprenderla.

¡Vamos rumbo al futuro, rumbo a la vida siempre renaciente, por el camino inmenso que nos abre el Espiritismo!

Tradiciones, ciencias, filosofías, religiones, iluminaos con una llama nueva; sacudíd vuestros viejos sudários y las cenizas que los cubren. ¡Escuchad las voces reveladoras del túmulo, ellas nos traen una renovación del pensamiento con los secretos del más allá, que el hombre tiene necesidad de conocer para mejor vivir, mejor obrar y mejor morir!”

Conforme nos enseña Allan Kardec (cuestión 872, parte 3ª, capítulo X, del “El Libro de los Espíritus”), la Educación solamente combatirá útilmente nuestras malas tendencias (entre ellas la violencia) cuando se basen en el estudio profundo de la naturaleza moral del hombre. O sea, la educación intelectual, disociada de la educación moral, será incapaz de sola combatir y vencer los males morales que afligen a la Humanidad.


Referências:

Os Miseráveis – Victor Hugo.

Renasce Brasil – Valvim M. Dutra.

O Problema do Ser, do Destino e da Dor – Léon Denis.

O Livro dos Espíritos – Allan Kardec.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita