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Año 6 276 – 2 de Septiembre de 2012


 

Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 


La mejor de todas las religiones


Hay en los medios científicos – y también en algunos círculos espiritistas – quien haga serias restricciones a las religiones en general, atribuyendo a ellas, directa o indirectamente, la mayor parte de los disgustos que existen en el mundo donde vivimos.

En el cap. XX del libro Evolución en Dos Mundos, que estamos estudiando semanalmente en esta revista, André Luiz nos ofrece algunas informaciones interesantes con respecto al advenimiento de la actividad religiosa en la Tierra.

Según él, establecido en el seno de la Humanidad el principio de justicia y aflorando en el hombre la mentalización incesante, empezó él a examinar en sí mismo el efecto de las propias acciones, de manera a crecer, concientemente, para su destinación de hijo de Dios, heredero y colaborador de Su Obra.

Se instiga, entonces, la curiosidad constructiva y, hambriento de elucidaciones adecuadas cuanto al propio camino, yergue el hombre las antenas mentales para las estrellas, recogiendo los valores del espíritu que le consubstancian el patrimonio de revelaciones del Cielo, a través de los tiempos.

Era necesario satisfacer el acrisolamiento de su vehículo sutil, asegurarle el transformismo anímico, revestirlo de luminosidad y belleza, y apurarle los principios para que, además del estrecho círculo humano, pudiese retratar la gloria de las esferas superiores. Para eso, el pensamiento reclamaba orientación educativa, de manera a despojarse de la espesa sedimentación de animalidad que le presidía los impulsos. Se le exigía la depuración de la atmósfera vital, imprescindible a la asimilación de la influencia divina.

Fue entonces que surgió en la superficie de la Tierra la actividad religiosa por instituto mundial de higiene del alma, trazando al hombre directrices a la nutrición psíquica, una vez que, por la propia emanación, exterioriza los productos que elabora en la usina mental, en forma de efluvios electromagnéticos, en los cuales se le corporifican, en movimiento, los reflejos dominantes, influenciando el ambiente y siendo por él influenciado.

La ciencia médica, rica de experimentación y de lógica, surgiría para corresponder a las necesidades del cuerpo físico, pero la tarea religiosa vendría al encuentro de las civilizaciones, plena de inspiración y disciplina, patrocinando la orientación del cuerpo espiritual, en su necesario perfeccionamiento. 

                                                         * 

Los siglos se sucedieron, las iglesias se multiplicaron. 

Las Cruzadas, la Inquisición, las cazas  a las brujas, las persecuciones religiosas dejaron su marca y hoy, infelizmente, vemos que el propósito inicial, lo cual André Luiz se refirió, sufrió sensibles modificaciones, como muestra el testimonio siguiente dado a la revista Veja por el psicólogo americano Michael Shermer:

“Las iglesias se tornaron un factor de corrupción, motivo de guerras y persecuciones. Por suerte, presenciamos el declive de la creencia en el sobrenatural. Países del norte europeo, donde apenas un cuarto de la población sigue alguna religión, tienen índices de criminalidad, suicidio y enfermedades sexualmente transmisibles inferiores a los de estados en los cuales la mayoría de los habitantes es de creyentes, como Estados Unidos de América y Brasil. Si la religión se declara un bastión de bondad, ¿por qué, históricamente, estados teocráticos son más susceptibles a la criminalidad que los seculares?”. (Veja, edición de 22 de agosto, pág.85.)  

¿Kardec se refirió alguna vez a ese tema?

Sí. Aunque sus palabras sean diferentes. En su libro Lo que es el Espiritismo, Tercer Diálogo, el Codificador del Espiritismo se refiere a las religiones y dice cual es, en el entendimiento de los Espíritus superiores, la mejor de ellas:

He aquí lo que él escribió:

“En general, los Espíritus superiores, si a eso no son solicitados por alguna consideración especial, no se preocupan con esas cuestiones de minucias, ellos se limitan a decir: Dios es bueno y justo; no quiere sino el bien; la mejor de todas las religiones es aquella que sólo enseña lo que está conforme con la bondad y justicia de Dios; que da de Dios la mayor y la más sublime idea y no Lo rebaja prestándole las  debilidades y las pasiones de la humanidad; que torna los hombres buenos y virtuosos y les enseña a amarse todos como hermanos; que condena todo malhecho al próximo; que no autoriza la injusticia bajo cualquier forma o pretexto que sea; que nada prescribe en contra a las leyes inmutables de la Naturaleza, porque a Dios no se puede contradecir; aquella cuyos ministros dan el mejor ejemplo de bondad, caridad y moralidad; aquella que busca mejor combatir el egoísmo y lisonjear menos el orgullo y la vanidad de los hombres; aquella, finalmente, en nombre de la cual se comete menos mal, porque una buena religión no puede servir de pretexto a ningún mal; ella no le debe dejar puerta alguna abierta, ni directamente, ni por interpretación.”

Estas palabras deberían estar constantemente bajo nuestras vistas, porque es la inobservancia de lo que ellas proponen que constituye la verdadera causa del descrédito que se abatió sobre las religiones en general, sea en Europa, sea en Brasil o en cualquier parte del mundo.  



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita