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Año 6 – Nº 275 – 26 de Agosto de 2012


 

Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

Pablo de Tarso y las tribulaciones


Nos causó sorpresa la carta de un lector de esta revista, publicada en la pasada edición, en la cual él dijo extrañar el porqué de tanto sufrimiento y de tanto trabajo para que alguien llegue a la purificación espiritual.

 En respuesta le fue dicho que en un planeta como el nuestro, cuyos habitantes están aún sometidos al régimen de pruebas y/o expiaciones, es natural que encontremos en todos los lugares el sufrimiento, el dolor y la dificultad; no obstante, nada de eso es realmente indispensable en la caminata que nos llevará a la perfección.

Las pruebas, los desafíos, los obstáculos existirán siempre, porque hacen parte del proceso evolutivo; pero el dolor y el sufrimiento surgen en nuestra vida como medidas correctivas cuyo objetivo es avisarnos de que nos encontramos en un rumbo equivocado que no nos llevará a la meta para la cual fuimos creados.

En su epístola a los Romanos, Pablo escribió: “También nos gloriamos en las tribulaciones” (Romanos, 5:3).

Esa frase del Apóstol de los gentiles mereció de Emmanuel interesantes consideraciones que el lector puede leer en el cap. 142 del libro Viña de Luz, obra psicografada por el médium Francisco Cándido Xavier.

Muchas personas se acuerdan de Pablo fijándose tan solamente en su encuentro con Jesús, a las puertas de Damasco, pero se olvidan del esfuerzo hercúleo que él tuvo que hacer para vencer las vicisitudes y tentaciones innumeras y, por fin, regresar redimido a las esferas más altas de la vida.  

En las cartas paulinas encontramos innumeras referencias hechas por el gran apóstol a las luchas y a las dilaceraciones del camino, en las cuales se evidencian las estaciones educativas y restauradoras, entre la primera claridad de la fe y el supremo testimonio.

Prisión, azotes, pedradas, desesperanzas, trabajo áspero y continua renuncia – he aquí los recursos que otorgaron al notable predicador el pasaporte para una etapa evolutiva. 

La tribulación produce fortaleza y paciencia.

Nadie encuentra el tesoro de la experiencia en el pantano de la ociosidad.

Es necesario despertar a cada día, siguiéndole el curso brillante del trabajo, en las oportunidades de las tareas que él nos muestra.

La existencia terrestre es el camino necesario para la luz eterna.

Las cuatro últimas frases arriba son de Emmanuel, que también nos advierte, con toda claridad, que proseguir con Cristo es acompañarle y seguirle las huellas, evitando desvíos insidiosos, y que la grande tarea de preparación hay que iniciarse en la maravillosa y desconocida “tierra de nosotros mismos”. 



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita