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Editorial Português   Inglês    
Año 6 272 – 5 de Agosto de 2012


 

Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

Son dos las alas que nos llevarán a la perfección


La tesis de que la experiencia en la carne es indispensable al progreso de las almas, o Espíritus, está bien definida en dos conocidas cuestiones d’ El Libro de los Espíritus.

En la cuestión 132, tratando del objetivo de la encarnación de los espíritus, los inmortales fueron directos: “Dios les impone la encarnación con el fin de hacerlos llegar a la perfección. Para unos, es expiación; para otros, misión. Pero, para alcanzar esa perfección, tienen que sufrir todas las vicisitudes de la existencia corporal: en eso es que está la expiación. Busca aún más otro fin la encarnación: de ponerle el Espíritu en condiciones de soportar la parte que le toca en la obra de la creación. Para ejecutarla es que, en cada mundo, toma el Espíritu un instrumento, de armonía con la materia esencial de ese mundo, a fin de ahí cumplir, de aquel punto de vista, los órdenes de Dios. Es así que, concurriendo para la obra general, él propio se adelanta.”

En la cuestión 133, Kardec se refiere a los Espíritus que desde el principio siempre siguieron el camino del bien. ¿Tendrían ellos también necesidad de encarnación? He aquí la respuesta, igualmente directa y objetiva: “Todos son creados sencillos e ignorantes y se instruyen en las luchas y tribulaciones de la vida corporal. Dios, que es justo, no podría hacer felices a unos, sin cansancios y trabajos agotadores, luego sin mérito.”

Una cuestión que se impone, delante de las enseñanzas ora transcritas, dice respecto a la manera, a la forma, a las condiciones en que la caminata para la perfección se realiza.

¿Debemos dar énfasis, en ese proceso, solamente a las cuestiones morales, en detrimento de la búsqueda del conocimiento? ¿Y cuánto a aquellos que buscan el conocimiento, pero se descuidan de todo lo que dice respecto a la vida moral?

La respuesta a semejantes cuestiones vamos a encontrar en la obra “El Consolador”, que Emmanuel redactó en 1940, por intermedio de Chico Xavier. Le preguntaron: “¿El alma humana podría elevarse a Dios, tan solamente con el progreso moral, sin los valores intelectivos?”  

El entonces mentor espiritual del inolvidable médium respondió: “El sentimiento y la sabiduría son las dos alas con que el alma se elevará para la perfección infinita.

En la pequeñez del círculo del orbe terrestre, ambos son clasificados como perfeccionamiento moral y perfeccionamiento intelectual, pero, como estamos examinando los valores propiamente del mundo, en particular, debemos reconocer que ambos son imprescindibles al progreso, siendo justo, sin embargo, considerar la superioridad del primero sobre el segundo, una vez que la parte intelectual sin la moral puede ofrecer numerosas perspectivas de caída, en la repetición de las experiencias, en cuanto que el avance moral jamás será excesivo, representando el núcleo más importante de las energías evolutivas.” (El Consolador, cuestión 204.)

Años después – en 1954 – en el prefacio que escribió para el libro “En los Dominios de la Mediumnidad”, de André Luiz, psicografado también por Chico Xavier, Emmanuel retomó el asunto para recordar que la tumba es una puerta para la renovación, así como la cuna es acceso a la experiencia, y que nuestra etapa en la Tierra es un viaje con destino a las estaciones del Progreso Mayor. Y advirtió: “Sin noción de responsabilidad, sin devoción a la práctica del bien, sin amor al estudio y sin esfuerzo perseverante en nuestro propio mejoramiento moral, es impracticable la peregrinación libertadora para las Cumbres de la Vida”.

 He aquí providencias que no podrían faltar en las metas que trazamos relativamente a nuestra propia existencia, ni deberían ser ignoradas por padres y madres con referencia al proceso educacional de sus hijos.    



 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita