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Año 6 258 – 29 de Abril de 2012           


 

Traducción
Ricardo Morante - rmorante3@yahoo.com
 

 

Chico Xavier y los niños que nacen mutilados 


El tema del momento, en tema del aborto en los casos de anencefalia continúa presente en nuestra revista, como lo muestra el  Especial titulado “Suicidio y aborto de anencefálicos”, escrito por nuestro colaborador Luiz Carlos Formiga.

El mensaje de Joanna de Angelis citado por el colega no constituye, hablando con propiedad, una novedad en nuestro medio, puesto que sólo confirma lo que Chico Xavier ya nos había presentado en varias obras como, por ejemplo, en los libros “Chico Xavier en Goiania” y “En la era del Espíritu”.

Como existen, fuera del medio espirita, muchas dudas con relación al origen de las dificultades que envuelven a los llamados anencefálicos, recordemos lo que el nostálgico médium consignó, atribuyéndolo a Emmanuel, en la primera de las obras mencionadas.

Le preguntaron a Chico Xavier: “¿Cómo comprender el martirio de un niño que nace mutilado?”

He aquí la respuesta: “Cuando cometemos determinado delito e instalamos la culpa en nosotros, engendramos el caos en nuestra propia alma y, regresando a la Vida Mayor, después de la desencarnación, envueltos en la sombra de la culpa, naturalmente padecemos nosotros mismos los resultados de nuestros propios actos infelices. Reconociendo esto, pedimos o deseamos intensamente regresar a la Tierra en las condiciones que trazamos para nosotros mismos. Si armamos nuestro brazo contra alguien y destruimos la vida de alguien, conscientemente, en la Vida Mayor, muchas veces nos sentiremos amargados con aquel segmento de nuestro cuerpo  espiritual que se transformó en vehículo de nuestra propia pérdida, y rogamos el permiso a la Leyes Divinas para renacer en procesos de mutilación correspondientes,  casi siempre al lado de aquellos que se hicieron nuestros deudores o que se transformaron igualmente en nuestros benefactores y que, en la Tierra, nos auxilian por amor” (Chico Xavier en Goiania, Editora GEEM, 1977)

Cuatro años antes, el libro “En la Era del Espíritu” (Editora GEEM, 1973), escrito en colaboración con J. Herculano Pires, Chico Xavier consignó un poema titulado “Romance en la Vida”, de la autoría de Alphonsus de Guimaraens, que retrata la historia pasada de un niño excepcional cuya madre se encontraba presente en la sesión cuando el poema fue psicografiado.

Al día siguiente de la reunión, Chico Xavier fue visitado por una señora. He aquí como él contó este hecho: “Con sorpresa, (...) a la mañana siguiente de la reunión, al salir de casa, nos dio el encuentro una señora que nos trajo a su hijito excepcional  para que lo conociéramos, solicitando el amparo del Dr. Bezerra de Menezes en su favor. Esa señora,  de mucha escasez, nos dijo que había estado presente en la reunión pública de la víspera; no pudo traer al pequeño enfermo por haber llegado muy tarde procedente de Ouro Preto. Dejó al enfermito descansando en una pensión. A pesar de tanto sufrimiento, prestó atención al mensaje y vino a pedir una copia. Me conmovió mucho y me quedé meditando el asunto.”

Aquí esta, en su totalidad, el poema “Romance en la Vida”:

En el campo, donde la luz de la luna engalana el cáñamo,

La pareja se estremece de amor, la noche duerme y brilla.

Él, el aldeano poeta, era un humilde pastor;

Ella, la hidalga, exponía la juventud en flor.

A lo lejos de la mansión, ¡cuántos besos al viento!…

¡Cuántos juramentos de afecto a la luz del firmamento!

Cierta noche, la elegida envía a un antiguo paje

Que entrega al mozo ansioso improvisto mensaje.

“Perdone – la carta dice – si no le fui sincera

Desposaré ahora el hombre que me espera.

Nunca mancharé el nombre de mis padres.

Nuestro amor fue un sueño… Un sueño. Nada más.”

Llora el mozo infeliz, sin nadie que lo consuele,

Sordo a la razón, ansía arrojarse a la muerte.

Corre a la choza de  barro. En gesto súbito,

Se arma desesperado  y destruye su propio cráneo.

Pasó el tiempo… Y, en el más allá, el trovador suicida

Era un loco implorando un nuevo cuerpo para la vida.

Un día, la dama del castillo, en el refugio de oro;

Muere amargada, afligida, por las lecciones del pasado.

Cuelgan blancos jazmines del féretro encaramado,

Los hijos lloran despidiéndose en espirales de incienso.

Dejando, por fin, los adornos de plata,

Se siente ahora la dama envilecida e ingrata.

Recuerda el campo de otrora y al pobre mozo aldeano,

Pide volver a verlo y rogar su perdón.

Lo encuentra, finalmente, en vasta enfermería,

Demente, ciego y mudo en angustia sombría.

Ella soporta en llanto la culpa que la condena,

Quiere volver a la  Tierra y darle nueva vida.

El amor se revela, en la ley eterna del amor

Retorna al cuerpo denso en sencilla aldea.

Hoy, la madre que sufre, muere poco a poco

Cargando al cuello  a un hijo mudo y loco…

Y mientras el enfermo expresa  la mirada triste y sin brillo…

Ella vive para rogar: “¡No me dejes, hijo mío!…

El romance sigue y los momentos se van…

Bendito sea el dolor que talla la perfección. 

A los, cofrades que, inadvertidamente, dicen que tales informaciones, provenientes de Chico Xavier o por medio de Divaldo Franco, no tienen el debido respaldo en las obras de Allan Kardec, recordamos que el tema está enfocado en las preguntas 372 y 373 de “El Libro de los Espíritus”, aquí reproducidas:

372. ¿Qué objeto tiene la Providencia, creando seres desdichados como los cretinos y los idiotas?

“Los que habitan los cuerpos de los idiotas son Espíritus sujetos a un castigo. Sufre como consecuencia de las limitaciones que experimentan, y por su impotencia en manifestarse por medio de órganos no desarrollados e imperfectos.”

373. ¿Qué mérito puede tener la existencia de seres que, como los idiotas y los cretinos, no pudiendo hacer el bien ni el mal, se encuentran impedidos de progresar?

“Es una expiación impuesta al abuso que hicieron de ciertas facultades; es un estado estacionario temporal.”

Estas son, por lo tanto, razones más que suficientes para que entendamos que la vida que Dios nos ofrece, sean cuales fueran las condiciones en la que la recibamos, es siempre valiosa para que alcancemos la meta para la cual fuimos creados, que es la perfección. Los contratiempos y las vicisitudes que enfrentamos son parte del proceso y no existen para aplastarnos, sino para que sean superados.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita