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Año 5 252 – 18 de Marzo de 2012    
LEDA MARIA FLABOREA    
ledaflaborea@uol.com.br     
São Paulo, SP (Brasil)
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 


Leda Maria Flaborea

A camino del amor

“Disculpas siempre fue la puerta de escape de los que abandonaron las propias obligaciones (2)

El llamamiento divino ha sido constante a lo largo de los milenios para toda la Humanidad, que, sin embargo, lo ha relegado a segundo plano, en favor de los intereses materiales.

- “Estoy muy joven aún”...

- “Soy demasiado viejo”...

- “Tengo muchos compromisos y no puedo atender a la invitación”...

- “La casa me lleva mucho mi tiempo”...

Dios llama a las criaturas humanas para la posesión de los bienes espirituales, pero aquellos que son invitados, y no aceptan, no pueden ser alimentados espiritualmente, no porque el alimento les sea negado, sino porque no están interesados en recibirlo. Sus focos de atención están volcados para las satisfacciones de orden material. Las evasivas para la no atención a la invitación son tan vehementes y tan convincentes, que oyentes menos atentos quedan convencidos de que están delante de personas sufridoras, y tan incapaces, que acaban por ayudarlas en esa fuga. Sin embargo, engañándose a sí mismas, terminan un día por despertar envueltas en compromisos ruinosos, consecuencia de sus liviandades y, oprimidas, ruegan la oportunidad de nuevas reencarnaciones.

El ser humano, naturalmente, se vuelve para la búsqueda de la felicidad, de la realización personal. Es como una intuición que hace del propio futuro, aunque de forma nebulosa. Aún sin tener esa certeza, él la busca, como algo pleno, ignorando que, en verdad, ese es nuestro destino, como Espíritus inmortales que somos.  

El hecho es que no tenemos, aún, la perfecta comprensión de nuestra identidad. No sabemos quién somos, de dónde venimos, para dónde vamos. Ignoramos nuestra condición de hijos de Dios, de seres espirituales, portadores de dones, de facultades, de fuerzas latentes que, poco a poco, vamos desarrollando a través del propio esfuerzo. Seres portadores de la propia esencia divina que, transitoriamente, bajo vestiduras carnales – sólo de pasada por el mundo –, buscan enriquecerse con nuevas experiencias, que el campo material ofrece, favoreciendo nuestra condición.

Morir y viajar, y lo que llevamos es solamente lo que somos

Sin embargo, nuestra atención, siempre absorbida por los intereses materiales, ofusca la visión de nuestra vida infinita, y permanecemos engañados, juzgando que la felicidad está en la satisfacción de nuestros deseos inmediatos; imaginando que podemos ser felices, sólo por poseer esto o aquello; por disfrutar de esta o aquella posición social; por detentar algún tipo de poder transitorio

Si las necesidades materiales – transitorias – son importantes por estar revestidos de un cuerpo material, mucho más importantes son las espirituales, con miras a que son eternas, pues proseguiremos viviendo, aún más intensamente, después del pasaje por el túmulo.

Nos dice un Instructor Espiritual que morir es viajar y lo que llevamos es solamente lo que somos. Así, todo conocimiento adquirido, todas las virtudes y dones desarrollados, en nuestra vida material, son patrimonios eternos del Espíritu. Es el tesoro que no se pierde, que no se ha robado y que no puede ser devorado por las polillas. Jesús nos enseñó a buscar, antes, el Reino de Dios y Su Justicia, porque todo lo demás nos sería dado por añadidura de Su Misericordia. Por esa razón, todo conocimiento, todas las virtudes y todas las cualidades morales representan poder espiritual, que se refleja, inmediatamente, en la vida material, transformando nuestra realidad por completo, en una vida más bella, para estar en armonía con las Leyes Divinas.

Y el camino para transformar nuestra realidad es el camino del amor a Dios y al prójimo como a nosotros mismos. En síntesis, es la práctica del Bien.  

El sentimiento religioso que poseemos, aunque no tengamos, muchas veces, una religión – como la definimos –, nos deja en una situación privilegiada para atender al llamamiento divino.  

El nacimiento es solamente el inicio de un viaje laborioso

Tratándose del espírita, particularmente, mucho más eso es verdadero, pues contamos con el conocimiento de la vida espiritual y con la conciencia de que no hay fatalidad absoluta en los acontecimientos que nos cercan, porque sabemos que no somos marionetas, una vez que somos dotados de libre albedrío, razón e inteligencia.

Ya comprendemos, perfectamente, lo que significa la enseñanza evangélica de que “a cada uno será dado según sus obras”, endosado por los Espíritus Superiores como Ley de Causa y Efecto y confirmado por la Ciencia Humana como Ley de Acción y Reacción, ley universal a llamarnos a la responsabilidad de nuestros actos. No desconocemos la afirmación de Jesús de que, si sembráramos el bien, el bien será nuestra cosecha. Tenemos, por lo tanto, libertad para actuar y modificar, a cualquier tiempo, nuestro caminar.

Delante de los conocimientos que la Doctrina Espírita nos brinda – a través de estudios noblemente conducidos – no vemos más la idea de la reencarnación como dogma religioso ancestral, sino como un hecho comprobado, científicamente, por la Psicología Transpersonal; tenemos el conocimiento de que somos Espíritus inmortales; que la cuna es solamente el inicio de un viaje laborioso para el alma necesitada de experiencia; que continuaremos vivos después del cumplimiento de la tarea planetaria, que nos compite realizar por Misericordia Divina; que es permanente la comunicación y la solidaridad entre los dos planos de la Vida; que cuando oramos, mentalizando los entes queridos que están en la dimensión espiritual, nosotros los beneficiamos, los fortalecemos con nuestro mensaje de amor y paz, en la misma medida en que somos amparados por ellos, muchas veces, sin sospechar de eso.

La luz que el Espiritismo coloca en nuestras mentes hace que no tengamos más dudas acerca de la existencia de muchas moradas en la casa del Padre – sean estados físicos o de conciencia.  

¿Qué estamos haciendo con el conocimiento adquirido?

Después de conocer las obras de la codificación de la Doctrina Espírita, a través de los mensajes de El Evangelio según el Espiritismo, El Libro de los Espíritus, El Cielo y El Infierno, El Libro de los Médiums y La Génesis, y de otras obras contemporáneas, psicografiadas por médiums serios y abnegados, y de estudiosos honestos en sus notas, dándonos informaciones detalladas de los diversos mundos, que se extienden al infinito, en perfecto acuerdo con los descubrimientos científicos de físicos, astrónomos, que nos revelan un Universo en expansión, el planeta Tierra – que es hoy nuestro mundo – se desvela como un minúsculo punto en el espacio, situado en la periferia de una modestísima galaxia, la Vida Láctea, entre billones de otras galaxias.

Con todo ese conocimiento, ¿por qué dudamos, aún, de nuestra inmortalidad? ¿Por qué continuamos, excesivamente, apegados a los intereses materiales que terminan por hacernos desgraciados, cuando no son usados con buen sentido y caridad? Será que, con todas esas informaciones, ya tenemos condición de responder las preguntas que nos acompañan a caminar, como por ejemplo: “¿Somos plenamente felices?” “¿Somos criaturas realizadas?” “¿Cómo estamos viviendo?” “¿Qué estamos haciendo con el conocimiento adquirido, en nuestro beneficio y de aquellos que fueron colocados bajo nuestros cuidados para progresar?” Es importante reflexionemos sobre la lucha de los hombres para solucionar los problemas sociales de la pobreza, de la adicción, del crimen, de las enfermedades, por ser una lucha in gloria, en la medida en que vamos coleccionando fracasos incontables, porque hasta entonces ha sido basada sobre conceptos materialistas.

El hombre, ignorando su realidad espiritual, no se dio cuenta de que todos esos problemas tienen su origen en el Espíritu – orgullo, egoísmo, vanidad, ambición, avaricia, posesivismo, para citar sólo algunos – y, por lo tanto, solamente por el Espíritu esos males podrán ser vencidos.  

Todos tenemos condiciones de asumir tareas en el Bien

Emmanuel nos dice que hoy estamos pasando por muchas dificultades, pero si no ignoramos más que nuestra realidad, hoy, es la consecuencia de nuestros actos de ayer – por fuerza de la Ley de Causa y Efecto, que actúa mecánicamente en todo el Universo –, no podemos olvidar que tenemos hoy condiciones para crear, por la fuerza de la misma Ley Divina, un nuevo destino para nosotros.

Es fundamental tengamos la conciencia de la posibilidad de recomenzar, siempre, desde que, realmente, así deseemos, pues cada día que amanece es una nueva oportunidad que la vida nos ofrece. Pero es importante seamos firmes en ese recomienzo. Es imprescindible no cultivemos recuerdos amargos, deshaciéndonos del pesimismo, de los engaños anteriores, de las aflicciones que nos impiden progresar.

Todos tenemos condiciones de asumir tareas en el Bien. Las caídas que vivimos en el pasado y que muchas veces nos colocan en la posición de criaturas menos dignas – así pensamos –, en la cual los remordimientos, sentimientos de culpa y complejos de inferioridad nos hacen estacionar un tiempo ido, blanquean nuestras acciones para el avance en dirección al futuro.

El alivio que buscamos para nuestra liberación, lo encontramos en Jesús, en Su llamado para que fuéramos a Él, atribulados que estamos, pues Él nos aliviará.

Aceptando la invitación, es inevitable nuestro encuentro con el consuelo, la esperanza, la resignación y, más que todo eso, la comprensión de nuestras potencialidades para caminar, con seguridad, sobre los propios pies, rumbo a un porvenir mucho más feliz.

Todos nosotros, sin excepción, tenemos aún limitaciones morales para caminar solos. Sin embargo, al toque del Evangelio en nuestros corazones, henos ahí transformados para el Bien, que aún hoy podemos realizar, deshaciendo el mal del pasado, porque el amor cubre la multitud de pecados. Y con tranquila, paciencia y orientación segura, que las enseñanzas de Jesús nos propician, construiremos una vida superior compatible con nuestra condición de hijos de Dios. 

 

Bibliografia:  

1 - EMMANUEL (Espírito), Fonte Viva – [psicografo por] Francisco Cândido Xavier – 16. ed.; Federação Espírita Brasileira, Rio de Janeiro/RJ – 1988, lições 17, 55, 82 e 83.

2 - Palavras de Vida Eterna – [psicografado por] Francisco Cândido Xavier; 20. ed., Comunhão Espírita Cristã – Uberaba/MG – 1995, lições 127 e 128. 

 



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita