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Año 5 252 – 18 de Marzo de 2012        


 

Traducción
Elza F. Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

¿Por qué creemos que
Dios existe?


Una cuestión tratada hace poco en esta revista dice respecto a los fundamentos de nuestra creencia – la creencia espirita – en la existencia de Dios. El tema fue propuesto por un lector.

El Espiritismo nos presenta argumentos importantes y consistentes en lo que se refiere a la creencia en la existencia de Dios, la cual es, como se sabe, el primero de los llamados principios fundamentales de la doctrina espirita.

Constituye principio elementar que es por los efectos que se puede ajuiciar de una causa, mismo cuando esa causa nos esté oculta. Si, así que alce vuelo, un ave es atingida por un proyectil de revólver, se torna evidente que un tirador la alcanzó, aunque él no sea visto por nadie. Se deduce, pues, que ni siempre es necesario que veamos una cosa para que sepamos que ella existe, porque en gran número de situaciones es en la observación de los efectos que se llega al conocimiento de las causas.

Otro principio igualmente elementar y que ya pasó a la condición de axioma es el de que todo efecto inteligente se origina de una causa inteligente.

Si preguntamos el nombre del autor de una tela primorosa, ¿qué es que pensaríamos si alguien nos dijese: “No hay pintor ninguno; la pintura se hizo  por si misma”?

En toda parte es posible reconocer la presencia del hombre por sus obras. La existencia de los hombres antediluvianos no se prueba únicamente por medio de los fósiles que fueron encontrados. Ella es probada también, y con mucha certeza, por la presencia, en los terrenos de aquella época, de objetos hechos por aquellos individuos. Un fragmento de florero, una piedra tallada, un instrumento cualquiera bastan para atestar su presencia. Además, por la perfección o de pésima calidad del objeto, se reconoce el grado de inteligencia o del adelanto de las personas que lo produjeron.  

Si estuviésemos en una isla habitada exclusivamente por salvajes y descubriésemos allí una estatua de líneas perfectas, todos admitirían que, siendo los salvajes incapaces de hacerla, la estatua fue hecha por alguien de inteligencia superior a la de ellos. 

Con referencia a Dios, basta que miremos alrededor de nosotros, sea para el alto, sea para bajo, y veremos la providencia, la sabiduría, la armonía que están en las obras que no fueron hechas por los hombres, no existiendo ninguna que no ultrapase los límites de la más portentosa inteligencia humana, sea que examinemos los astros que vagan por el espacio, o que nos detengamos en los microorganismos que viven en nuestro organismo.

Algunos datos bien conocidos nos dan una idea de grandeza y de la perfección de las referidas obras.

El movimiento de rotación de la Tierra es lo que nuestro planeta hace al girar alrededor de su propio eje, en sentido contrario a las agujas del reloj. La rotación completa de la Tierra tarda exactamente 23 horas 56 minutos 4 segundos y 9 centésimos, en una velocidad de rotación que es, en la línea del ecuador, de 1.674 Km/h. Nuestro planeta cumple también, como se sabe, otro movimiento – el de traslación alrededor del Sol – en una velocidad orbital de 106.798 Km/h. 

Un revólver 38 lanza proyectiles a 650 Km/h. Comparemos esta velocidad con los dos movimientos más conocidos de nuestro planeta, y tendremos una noción exacta del poder creador, que está infinitamente arriba de la capacidad de los hombres más sabios, siendo, pues, producto de una inteligencia superior a la Humanidad, al menos que se crea que puedan existir efectos sin causa. 



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita